Luis Oliveros
El control de cambios es, según el informe del Foro Económico Mundial en que presenta su Índice de Competitividad Mundial, el principal obstáculo que hay hoy en Venezuela para hacer negocios. Pero no solamente ese informe menciona al control de cambios como un problema importante para la economía venezolana, por ejemplo la CEPAL en su estudio sobre la Inversión Extranjera Directa en la región, menciona que el control de cambios en Venezuela es una de las principales causas por las cuales la entrada de inversiones extranjeras a nuestro país haya disminuido en un 88% para el 2014.
Para que Venezuela pueda empezar a pensar en una economía que genere crecimiento, para que las enormes distorsiones que hoy tenemos disminuyan ó desaparezcan, para que el esquema de incentivos macabros cambie y para volver a ser atractivos a la inversión extranjera, es menester desmontar el control de cambio. Sobre esta medida hay un consenso casi total entre los economistas del país, no obstante, donde las discusiones se ponen intensas y a la vez muy interesantes es en el cuándo y en el cómo.
Debemos empezar diciendo que una cosa es tener la urgente necesidad de levantar el control, de estar conscientes de los problemas que ha generado (y sigue generando) pero otra muy distinta es afirmar (con una irresponsabilidad muy grande) que el control de cambio debe ser eliminado en cuestión de horas ó muy pocos días. Luego de 11 años de control de cambio, la salida no puede darse sin una estrategia, no podemos pretender decidir medidas de choque para salir de este problema. En las condiciones actuales, un desmontaje violento (en términos de tiempo) del control de cambios sería un “remedio peor que la enfermedad”. La realidad social (pobreza creciente) y política del país impone una suerte de “gradualidad con prisa”.
El desmontaje impone tomar conjunto de acciones previas que aseguren que llegado el momento de la eliminación del control de cambios, la dinámica económica sea lo menos volátil, hostil y adversa para el país. Para eso hace falta un programa económico coherente, que sea creíble, no solo por los agentes económicos locales, sino también por organismos internacionales y por inversionistas extranjeros. Sin un programa económico generador de confianza el desmontaje fracasará. Adicionalmente harán falta políticas sociales que amortigüen posibles efectos inflacionarios en los sectores más sensibles de la población. Es obvio esperar que los primeros días del desmontaje del control ocurra un “Overshooting” (la tasa de cambio tendería a subir bastante por la presión de la represada demanda de divisas), sin embargo la calidad de las políticas emprendidas en el período pre-desmontaje (o de transición) están llamadas a calmar y revertir la situación.
Sin duda el programa económico de estabilización tiene que tener una estrategia clara de acabar con el desorden fiscal-monetario en que vive hoy Venezuela. Seguir con el actual ritmo de gasto público y pretender continuar cubriendo el déficit fiscal con financiamiento monetario es garantía de que cualquier intento por estabilizar el mercado cambiario está condenado a ser un fracaso. Una revisión exhaustiva del gasto público, imponer reglas fiscales y tener un BCV independiente, dejando a un lado su actual rol de ser una oficina partidista de asuntos monetarios, debe estar en las primeras tareas a desarrollar. Si el estado venezolano tiene más de 800 empresas (según el propio presidente Maduro), por ejemplo ¿es criticable hablar de privatizar aquellas que presenten pérdidas? El programa de estabilización debería contemplar auditorías a Pdvsa, Fonden (Fondo Chino, etc.) y la responsable decisión de renegociar los acuerdos energéticos que han estado golpeando fuertemente el flujo de caja en divisas del país, como por ejemplo PetroCaribe. Repetimos nuevamente: sin un programa que genere confianza, los intentos de desmontaje morirán antes de lograr su cometido.
El programa de estabilización necesariamente debe contener la revisión de las tarifas de los servicios públicos y también del precio de la gasolina (y demás productos petroleros). Estas medidas deben entenderse más allá de su impacto fiscal (disminución importante del déficit fiscal), teniendo en cuenta que ante la valiosa oportunidad que como sociedad entandamos la necesidad de contar con una tasa de cambio realista, lo mismo debe ocurrir para otros precios de la economía. Consideramos que las actuales circunstancias generan el momento propicio para que la sociedad venezolana madure y entienda los costos de contar con subsidios indirectos (regresivos) que producen pobreza y problemas.
¿Cuál sería la tasa de cambio post-desmontaje?, indudablemente no podemos pensar ni en la tasa Cencoex ni la tasa Sicad, ya que al poner sobre la mesa las disponibilidades de divisas (reservas internacionales, etc.) del país y compararlas con las deudas comerciales en moneda extranjera (la gran mayoría tiene un fuerte atraso), los pagos de deuda externa de más de $10 millardos para los próximos años, una demanda insatisfecha por divisas y una gran masa de bolívares durmiendo (atrapados) esperando opciones de inversión para huirle a una inflación galopante, fácilmente se concluye que la tasa tiene que ser lo suficientemente elevada (realista) para que sincere años de atraso en ajustes cambiarios y logre un cierto equilibrio externo. Ciertamente es muy complicado predecir hoy una tasa de cambio post-desmontaje, ya que no tenemos claro el momento en el cual ocurriría (por ejemplo, puede ser este año, el siguiente ó en el 2019), la calidad de las medidas que tomaría ese nuevo gobierno (el actual es casi imposible que decida desmontar el control) y la situación externa (petrolera) venezolana de ese momento. Pero lo que si debemos tener presente es de la evidencia venezolana al respecto en procesos anteriores, la cual nos recuerda que al final de los controles de cambio, la tasa de cambio resultante del post-desmontaje se ha parecido mucho a la tasa de cambio paralela, sin embargo debemos hacer la salvedad de que la diferencia actual entre las tasas de cambio oficial, la teórica tasa de cambio de equilibrio y la tasa de cambio paralela, está en niveles (altos) nunca vistos en Venezuela.
Una apuesta interesante en una estrategia pre-desmontaje del control de cambio sería arrancar un período de transición con un sistema de tasa de cambio dual. Una de las claves con esta medida estaría en que las autoridades deben convencerse de la necesidad de que al menos una de las tasas de cambio debe flotar libremente (no las payasadas vistas en Sicad II y Simadi) y de que a la larga esa deberá ser la tasa de cambio para la economía venezolana. La idea sería ir pasando rubros (sectores económicos) a esa tasa “flotante”. Al inicio habría una presión inflacionaria, sin embargo debemos tener presente que en la economía venezolana cada día más sectores están utilizando la tasa de cambio paralela para fijar precios, por lo que una tasa de cambio libre oficial podría hasta generar una apreciación de esa tasa de cambio paralela (dependerá de la efectividad de las medidas adoptadas). Al final tendríamos una tasa unificada, flexible y un BCV actuando sobre unas bandas cambiarias. Este punto puede ser discutible, pero lo que sí es cierto es que en el post-desmontaje pensar en una tasa de cambio fija no suena como lo más sensato.
Otra parte importante de este desmontaje tiene que ser la oferta de divisas y las preguntas obligadas girarían en torno a ¿Cuánto necesita Venezuela para llevar a cabo este programa de estabilización? y también ¿de dónde van a salir los fondos para que Venezuela cuente con la oferta suficiente de divisas para ese desmontaje y se genere la tranquilidad necesaria a los actores del mercado cambiario? Con respecto a la primera pregunta, entre economistas (nada extraño) hay toda una discusión, donde algunos colegas se decantan por los niveles de reservas internacionales que teníamos en 2009, mientras otros apuntan a que debemos acumular un monto aún mayor. Lo que está claro que el actual nivel de reservas internacionales (más los supuestos fondos paralelos que tendrían Pdvsa y el gobierno), no alcanzarían para garantizar un desmontaje del control de cambio con éxito. Levantar entre $20.000-$25.000 millones parecen números adecuados para esa tarea (podemos discutirlo). Con respecto a ¿Quién pone la plata? ó ¿Quién nos ayuda a arreglar este desastre cambiario?, las opciones están mucho más acotadas (desde mi punto de vista). El primero en la lista indudablemente son los organismos internacionales encabezados por el Fondo Monetario Internacional, el cual nos exigiría (cuando mínimo y de forma muy lógica) un programa mínimo de estabilización económica para negociar los desembolsos. Políticamente vender un préstamo del FMI no es sencillo, tomando en cuenta la inmensa publicidad que en su contra ha habido tanto del gobierno como de algunos políticos de oposición. El segundo candidato podría ser China, quien si bien es cierto tiene intereses muy grandes en Venezuela, con una “cuenta por cobrar” que supera los $25.000millones, habría que ponderar si ese país estaría dispuesto a duplicar su exposición (riesgo) Venezuela y que garantías nos pide a cambio (ojalá y esté la CVG en el listado de peticiones), además de la obvia presentación de un programa económico que le garantice la fuente de repago (en esto sería muy parecido al FMI). En la lista debemos incluir a la industria petrolera nacional, la cual tiene inmensas oportunidades de levantar fondos, con cambios importantes en las reglas del juego. Indudablemente Chevron, las empresas rusas y las mismas empresas chinas verían con interés una intención del gobierno venezolano en el sentido de disminuir las participaciones que tendría en las empresas mixtas, llevando a que las empresas extranjeras tengan la mayoría accionaria y por lo tanto más libertad para hacer las cosas de una forma diferente (y por lo tanto mejor) a la actual. Esto, además de la entrada de capitales traería un aumento en la producción y Venezuela podría incentivar aún más a estas empresas con una revisión tributaria (tenemos el “Goverment Take” más elevado del mundo). Recordemos, estamos parados en la reserva petrolera más grande del mundo y hay que aprovecharla. En cuarto lugar estaría renegociar deudas, tratando de extender plazos de vencimiento y con esto lograr disminuir los pagos que deba hacer el país, con lo que se liberarían fondos que podrían ser utilizados en la reconstrucción de la economía venezolana.
No estamos colocando la opción de “repatriar” los miles de millones de dólares de supuestos capitales mal habidos por prácticas de corrupción de funcionarios públicos. Esto no significa que no pensemos que merecen ser investigados y de ser encontrados culpables perseguidos, pero no pareciera una tarea fácil de cumplir en el corto-mediano plazo que es cuando necesitamos salir del control de cambio. Estamos convencidos de que será muy poco (o nada) lo que se pueda recuperar.
En resumen, podemos y debemos salir del control de cambio. Hay suficiente literatura económica para respaldar la estrategia desde el punto de vista teórico y desde el punto de vista práctico ya Venezuela ha tenido suficiente experiencia al respecto. Las claves pasarían por querer hacerlo y tener la disposición de ejecutarlo de la mejor forma posible, donde generar confianza debe ser la pieza fundamental de este andamiaje. Mientras se le siga dando largas al control de cambios, mientras se le tenga más miedo y la decisión sea dejar las cosas como están, los ajustes serán más dolorosos, en términos de inflación, bienestar y desigualdad. Contar con un sistema de formación de precios sano debe ser el objetivo final. Junto con el desmontaje del control de cambio también debe hacerse lo mismo con el de precios. La economía venezolana necesita el bienestar que genera contar nuevamente con libertad cambiaria.
Con estas líneas no pretendemos dictar un curso de desmontaje de controles de cambio ni vender un recetario completo de “verdades” sobre qué hacer en la actual situación del país, simplemente la idea es hacer un aporte a un debate que en algún momento (esperemos que sea más temprano que tarde) llegará. Hay mucho por discutir y sobretodo mucho por hacer para mejorar.