Alfredo Infante sj*
En nuestro credo católico rezamos que nuestro Señor Jesucristo después de su muerte en cruz desciende a los infiernos. Nada escapa de la luz de su presencia, nadie es excluido, su luz viene a iluminar nuestros infiernos.
Nuestro Señor Jesús, Hijo del Dios vivo, con su amor incondicional, no sólo se despojó de su condición divina y se hizo uno de nosotros, sino que entregó su vida mostrándonos el camino de la salvación, y, una vez muerto, sigue su misión liberadora descendiendo a los infiernos, nuestros infiernos, para liberarnos de la muerte eterna. No se anda por las nubes; su misericordia va a las raíces de nuestras miserias, de nuestras podredumbres, de nuestras oscuridades, para ofrecernos su liberación.
Este sábado Santo, antes de la celebración de la resurrección, hacemos memoria del descenso de Jesús a los infiernos. El infierno no es un lugar, son dinámicas de relaciones y actitudes que niegan la vida, la luz.
Hoy Jesús desciende al corazón del torturador para darle la oportunidad de volver a la vida; desciende al corazón de quienes siguiendo sus caprichos de poder con sus decisiones han condenado a nuestro pueblo al hambre y a la miseria; desciende a las entrañas de quien desprecia, como Judas, el valor de vida; toca con respeto la puerta del alma de quien ha decidido vender su alma al poder y a la riqueza y despreciar al hermano; va allí a los caínes de la historia para preguntar a sus conciencias ¿dónde está tu hermano?; y viene también a tocar los infiernos de nuestro corazón, nuestras zonas oscuras que aún se resisten a su luz; viene a ofrecernos un corazón de carne abierto a la pascua, a su resurrección, capaz de pasar del fuego del infierno al fuego del amor, de la vida plena.
Oremos: Señor Jesús, gracias, por hacer de tu descenso a los infiernos un camino de liberación de nuestros infiernos.
*Sagrado corazón de Jesús, en vos confío*
Parroquia San Alberto Hurtado. Parte Alta de La Vega.
Caracas-Venezuela.