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Descapitalización de la industria manufacturera nacional

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Las consecuencias de la hiperinflación se esparcen de manera contundente a través de todo el tejido económico nacional. En el caso de la industria manufacturera los indicadores históricos confirman la tendencia destructiva del aparato industrial del país

Marcos Morales*

La catástrofe económica y social actual en el sistema de vida de los venezolanos es un proceso institucional autoritario establecido por las élites de poder que usufructúan de sus mecanismos distorsionantes.

El principal mecanismo institucional creador de esta catástrofe es la instauración del proceso hiperinflacionario en Venezuela, que ha tomado cuerpo de manera ostensible a partir de mediados del año 2017.

Los impactos calamitosos de la hiperinflación sobre la población venezolana se esparcen de manera explosiva a través de todo el tejido económico nacional. La hiperinflación venezolana es la causa de la destrucción del patrimonio personal del venezolano, de la pérdida dramática de los ingresos reales de los asalariados; ejemplo de ello es la destrucción silente del parque industrial en Venezuela, debido a que los controles de precios de los bienes producidos no compensan los costos de mantenimiento y de reposición del capital invertido.

En Venezuela, el proceso de hiperinflación tiene características específicas que lo diferencian de los casos históricos estudiados por los economistas. En general, en los modelos académicos, la hiperinflación es un fenómeno universal, ya que todos los precios de los bienes, precios de los factores (salarios, capital), precios de los servicios, etcétera, se indexan al mismo ritmo de la hiperinflación esperada.

Sin embargo, en el caso de Venezuela, el proceso hiperinflacionario coexiste con mecanismos coercitivos de control de precios de bienes, de servicios y de factores productivos, tales como la  fijación de los salarios mínimos y de normas sobre los costos de depreciación de las maquinarias y equipos de los establecimientos de actividades económicas; estos controles establecen que dichos precios sean muy inferiores a los precios de mercado hiperinflacionario, es decir, la tasa de hiperinflación es muy superior al establecimiento de dichos precios controlados.

Como consecuencia de lo anteriormente analizado, se puede afirmar que el proceso hiperinflacionario en Venezuela es un proceso asimétrico, hay sectores de poder político, económico y social que se benefician de la hiperinflación, mientras otros sectores mayoritarios soportan toda la carga destructiva de la misma.

Los sectores y factores productivos sujetos a controles discrecionales de precios por parte del régimen político, han visto disminuir dramáticamente la remuneración real de sus ingresos.

En el caso de la industria manufacturera los indicadores históricos confirman la tendencia destructiva del aparato industrial del país.

El proceso de crecimiento virtuoso se caracteriza cuando las actividades económicas de un país generan un alto nivel de valor agregado nacional (VAN), es decir, en el proceso productivo el VAN mantiene una tendencia a tener un mayor peso sobre la producción bruta de la producción de dicha actividad económica; en otras palabras, se espera que en el transcurso del tiempo el precio de un bien producido contenga un peso mayor del VAN frente al valor de los insumos y materias primas (consumo intermedio) utilizados en la producción.

Cuando se analiza el caso de la industria manufacturera en Venezuela para algunos años específicos, con información oficial disponible, se observa que en el año 1998, año de caída del producto interno bruto (PIB) per cápita del 2 % aproximadamente, es decir, un período económico malo, la contribución del VAN fue del 33 % sobre el valor bruto de la producción industrial (VBP Industrial), mientras que el consumo intermedio era del 67 %, es decir, del precio del bien producido 67 % era costo de insumos y 33 % era de costos VAN.

Del VAN de la industria manufacturera del año 1998 se asignaba aproximadamente el 2 % del VBP al consumo de capital fijo (CKF o depreciación), el 18 % al margen de beneficio (excedente de explotación en terminología del BCV), el 9 % al costo laboral (REO, remuneración empleados y obreros, terminología BCV), 3 % ingresos mixtos (cuando dueño y trabajador es la misma persona), y el 1 % al IVA y otros impuestos a la producción. (Ver cuadro N° 1) 

Cuando se analiza el resto de años del cuadro se observa que el costo de reposición del capital, el costo de depreciación, del 2 % promedio del VBP en los años 1998, 2002 y 2014, desaparece como una cifra significativa para el estimado del año 2018, cuando su valor es aproximadamente cero; esto expresa la total descapitalización del tejido industrial, ya que los costos de reposición del capital, los costos de reponer máquinas y equipos industriales, son registrados relativamente a valor cero. ¿Por qué ocurre esto?

Como es de conocimiento público, según la normativa de control de precios Sundde, los costos de depreciación se deben registrar a los costos históricos de adquisición de las maquinarias y equipos, ya que no se admite la práctica racional económica de los ajustes por inflación. Es así que, tanto en 2017 como en 2018, períodos hiperinflacionarios, el porcentaje de CKF (depreciación) con respecto al VBP tiende a un valor cero.

Este hecho económico se produce debido a que el consumo intermedio (insumos y materias primas) se ajustan a la hiperinflación, mientras que el valor de los activos está fijo a su valor histórico de adquisición; por tanto, mientras el costo de los insumos importados, a precios del tipo de cambio del mercado paralelo, se incrementaron en el período 2018-2014 en 375.000 %, aproximadamente, el costo histórico del plantel industrial se incrementó en cero por ciento (0 %).

Tal como se observa en el cuadro N° 1, bajo el supuesto conservador, que el costo de los insumos aumentó en la mitad del costo mercado paralelo, significa que se espera en 2018 que el costo de cualquier bien industrial, en promedio, el 80 % sea costo de consumo intermedio y 0 % de depreciación.

En la medida que tome más fuerza el proceso hiperinflacionario, la tendencia del peso del consumo intermedio tenderá hacia el 100 % y a una reducción del valor agregado nacional hacia cero. Aunque podría argumentarse que el VAN no puede tender a cero, gracias a que el margen de beneficio se calcula sobre el resto de costos de producción, lo cual quiere decir, que, si los costos del consumo intermedio de la industria crecen, también crece proporcionalmente el margen de beneficio; ejemplo, si el margen es 20 %, y los costos de los insumos crecen en 1.000 %, el resultado es un incremento del margen en 200 %.  Eso pareciera lógico, pero el margen es un factor variable, depende de las condiciones del mercado, si el mercado se empequeñece, debido a la caída de los ingresos reales de la población, la industria debe bajar el margen para poder vender sus productos.

Tal como se observa en el cuadro N° 1, en el año 2007, año de bonanza, el margen era del 26 %, pero en el año 2018, año de penuria, se espera un margen del 13 %, la mitad del año de referencia.

Otros de los costos más afectados son los salarios (REO), cuya participación también tiende a cero en la medida que el proceso de hiperinflación se despliega con más fuerza. En el año 2007, REO era 12 % del VBP, mientras se espera que en 2018 sea un 4 % del VBP, aproximadamente, en un escenario optimista. En la medida que los salarios se rezaguen con respecto a la hiperinflación, el peso de los mismos tendera a cero.

En conclusión, el modelo venezolano de hiperinflación asimétrica es una constelación intrincada de males que destruirá no solo el tejido industrial del país, sino que también destruirá completamente el salario real de los trabajadores.

De continuar el actual régimen, el impositor de estas crueles e inhumanas instituciones económicas, Venezuela se convertirá en un cementerio de zombis sin destino, sin futuro.

Es necesario restituir un estado civilizado en Venezuela para recuperar las esperanzas de un mundo mejor.

*Gerente Estudios Económicos y Legales de Conindustria.

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diciembre 3, 2024
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