Editorial Revista SIC 826
Recientemente la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) presentó los resultados de la Encuesta de condiciones de vida (Encovi). Los resultados son datos duros y consistentes que dan cuenta, de manera científica, del estatus de la calidad de vida de los venezolanos. Queremos focalizarnos en el fenómeno migratorio y su impacto en el tejido social, porque cualquier vía de solución a nuestra crisis sistémica pasa por afrontar este asunto.
Emigración y demografía
Uno de los aspectos que más han afectado para bien y para mal las condiciones de vida de los venezolanos es la emigración. Encovi 2019 confirma una tendencia que se viene manifestando desde hace varios años: el masivo incremento de personas emigrando de manera forzosa del país. El estudio arroja que entre 2017 y 2019, un total de 2,3 millones de venezolanos se fueron del país, y, según la ONU, en los últimos años hay un acumulado de 5,2 millones de connacionales que han salido del territorio buscando salvar su vida y la de sus familias del empobrecimiento estructural.
Un indicador es que el 19 % de los hogares reporta que al menos uno de sus integrantes emigró a otro país en el período 2014-2019. Esto ha traído como consecuencia una disminución poblacional al punto que, según el estudio, hoy existen “[…] 4 millones menos como resultado de la combinación de una intensa emigración de 15 a 39 años, menor producción de nacimientos e incremento de la mortalidad”. Este dato etario amerita mucha reflexión porque, además, la mitad de los emigrantes recientes son jóvenes entre 15 a 29 años y los mismos han interrumpido su trayectoria educativa o se han graduado. En ambos casos buscan afuera las oportunidades que no encuentran en Venezuela.
Este factor es sumamente relevante a la hora de pensar a Venezuela en clave futura: ¿cómo afectará la emigración de tanta población joven al país en términos productivos?; ¿qué efecto tiene el envejecimiento de una población que sufre una profunda crisis socio-económica y, además, es testigo de la migración forzada de la población económicamente activa? La mayoría de los venezolanos que quedan y que deben echarse sobre sus espaldas al país, es una población en edad de retiro, a quienes por derecho les correspondería disfrutar de la jubilación y trabajar en oficios vocacionales que doten de sentido la existencia, y no retomar, como está sucediendo, el rol de padre y madre para atender a sus nietos o bisnietos porque sus hijos se vieron forzados a emigrar.
Por otra parte, de seguirse profundizando esta dinámica de despoblamiento y reconfiguración demográfica, con la pérdida del bono demográfico, ¿cómo hacer viable al país? No es pesimismo, son preguntas necesarias que ameritarán de respuestas consensuadas que posibiliten políticas públicas acertadas.
Emigración, género y calificación
Esta última Encovi muestra que ha habido un incremento de la emigración masculina con respecto a la femenina, pues, en el 2017 era 51 % y 49 % respectivamente, y esto cambia a 54 % versus 46 % en el 2019. Este último dato, como tendencia, es más compatible con el patrón de migración a nivel global donde se nota un cierto incremento en el número de migrantes masculinos; recordemos que la distinción por género a nivel global es de 52,1 % de migrantes masculinos y 47,9 % de migración femenina. Sin embargo, aunque el estudio no señala las causas de este cambio al interno del flujo venezolano, tal mutación pudiera estar relacionada con las oportunidades de inserción en los mercados laborales en los países de recepción o incluso, pudiera obedecer a patrones culturales como, por ejemplo, la decisión de que primero emigre el padre de familia para luego proceder a la “reunificación familiar”, así como también, pudiera obedecer al hecho de que por la composición matricéntrica de muchas familias en Venezuela, esté arraigado en el imaginario colectivo la idea de que la mujer afronta con más responsabilidad la misión de ser cabeza de hogar y, por tanto, al elegir quien emigra, esta valoración prela por el bien de la familia. De hecho, es un dato observable que, en los sectores populares, cuando una mujer emigra es porque se han agotado todas las posibilidades de permanencia, pues sobre la madre gravita la familia. También es interesante observar que al popularizarse la migración, el patrón de género mutó, pues la familia popular está más centrada en la madre.
En cuanto a la calificación, los resultados indican que ha disminuido el nivel de calificación académica en quienes emigran, lo cual era de esperarse porque esto ocurre en todo proceso migratorio masivo.
Recordemos que la primera ola migratoria fue de profesionales, empresarios y sectores de clase media quienes migraban por vía aeroportuaria, y, a partir de 2016, cuando comienza el flujo a hacerse masivo, la migración en los sectores campesinos y suburbanos se incrementa y se hace por vía terrestre, en autobús, e incluso a pie. Este hecho incide en dos aspectos relevantes, por un lado, en la variación de la calificación académica que, sin embargo, según Encovi, todavía uno de cada tres alcanza el nivel universitario, un indicador nada despreciable; y, por otro lado, en la selección del destino; así, Europa y Estados Unidos, dejan de ser los principales polos de atracción, ubicados ahora en Sudamérica –sobre todo Colombia, Perú, Chile y Ecuador– los países de destino prioritario, concentrando el 89 % de la recepción de migrantes venezolanos. Un hecho que resitúa la migración venezolana en el patrón común de los flujos globales, porque se trata de una migración mayoritariamente Sur-Sur y, no Sur-Norte. Cuando se piensa en los procesos migratorios hay un mito que lleva a creer que los flujos más numerosos son Sur-Norte y en realidad, los flujos más densos ocurren Sur-Sur. La migración venezolana en los últimos años, al masificarse, responde al patrón que prevalece a nivel global: Sur-Sur.
Desafíos
La sociedad venezolana está siendo transformada por la emigración forzada, la misma está teniendo un impacto importante en la estructura de las familias y de las comunidades, tanto en sus relaciones afectivas como en los cambios de roles dentro de ellas; el ámbito etario-demográfico; el contexto educativo; el debilitamiento de las instituciones con la huida de profesionales y técnicos; las desigualdades que comienzan a surgir en un mismo contexto entre una familia receptora de remesas y aquellas que no reciben; la aparición de un nuevo rentismo improductivo con las remesas que hoy no se nota porque lo que se recibe apenas da para sobrevivir, entre otros.
Son muchos los impactos que la migración tiene en una sociedad y, en el caso venezolano, tales impactos son aún más profundos debido a dos de las características fundamentales de su crisis migratoria: su celeridad y su dimensión o magnitud. Se hace fundamental que comencemos una reflexión desde adentro. La transformación que sufre un país que pasa de ser, en relativamente poco tiempo, receptor de migrantes a ser expulsor de migrantes es enorme y merece ser mejor comprendida. Cualquier solución política, acuerdo social, proyecto pastoral, pasa por saber leer y entender este nuevo país que se está reconfigurando.
Fuente: Revista SIC 826