Luis Ugalde, s.j.
Se nos fue el entrañable amigo y fiel colaborador de la revista SIC durante más de cuarenta años en la sección internacional. Con una muy sólida formación política socialdemócrata de principios, mes a mes presentaba una visión internacional actualizada, abierta y ecuánime, muy apreciada por nuestros lectores.
Demetrio llegó a Venezuela de niño huyendo de la persecución nazi contra los judíos. Fue militante político de AD, luego del MEP y de Nuevo Tiempo, siempre en la línea socialdemócrata. Le preocupaba que, por un pragmatismo ramplón, se perdiera una visión doctrinal comprometida con una sociedad donde el trabajo humano y el trabajador ocuparan un lugar central. Al mismo tiempo, era consciente de que una economía de libre empresa era una base importante para la justicia social y oportunidades para todos, siempre que se desarrollara en el marco del bien común expresado en un Estado fuerte y eficiente.
A pesar de su acento germano, Demetrio era venezolano, vivía y sufría con la política venezolana. Se consideraba un hombre de izquierda y desde el comienzo mantuvo la distancia y la crítica razonada a lo que podíamos llamar “socialismo chavista”, porque venía con el virus de la dictadura soviética, envuelta en otras palabras, y también del fascismo que disfraza con la palabra “socialista” un estatismo mesiánico, irracional, milenarista y excluyente de razas y pueblos.
Diplomático, profesor universitario de la UCV y de la UCAB, Demetrio fue para mí como un hermano espiritual. Estaba marcado por la búsqueda de sentido de la vida y trascendencia propia de la herencia judía. Nació en Hamburgo, pero su familia Boersner era de origen ruso, que tuvo que salir al exilio en uno de los numerosos “progroms” antijudíos rusos. Luego de décadas, en Venezuela, dio su paso al catolicismo, como fruto de conversaciones, lecturas, reflexiones y oración. Era consciente de los límites de la Iglesia católica a lo largo de la historia, pero valoraba el tesoro de Jesús y los esfuerzos de renovación del Concilio Vaticano II, de la Iglesia latinoamericana. Acertó a combinar elementos marxistas para el análisis socio-económico y la fe en Jesucristo vivida muy personalmente. Le agradaba y llenaba de esperanza el aire fresco de renovación desatado por el papa Francisco y, como Chesterton, sabía que al entrar a la Iglesia se le pedía quitarse el sombrero, pero no la cabeza.
En la redacción de la revista SIC era un factor importante por sus amplios conocimientos y visión, identificado con la misión del Centro Gumilla en Venezuela, opuesto a todo conservadurismo reaccionario, con el compromiso de no descansar mientras a los pobres de Venezuela se les niegue su dignidad y su condición de sujetos claves en la sociedad de mañana.
Nos sorprendió su muerte en USA en los días navideños. El y Norma, su esposa, fueron con gran ilusión a pasar los días navideños en Houston, donde vivían sus hijas. Un infarto luego de una caminata matutina, le dio pocas horas de sobrevivencia.
Damos gracias a Dios por Demetrio, por su amistad, por sus aportes lúcidos y porque mantenía una alta valoración de la racionalidad instrumental, pero estaba claro que solo ella no da sentido a la vida, ni sustenta la solidaridad y la inclusión social. La racionalidad instrumental sola termina imponiendo la ley del más fuerte y no tiene corazón para ponerse al servicio del más débil y de una humanidad plural, sin fronteras. Gracias Demetrio. Ahora ya sabes que el amor es más fuerte que la muerte.