Las patentes solo suponen el 4% de los ingresos del instituto tecnológico de Massachusetts, explica la ingeniera Rita Nelsen
Nuño Domínguez
En 2016, el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) ganó 62 millones de dólares gracias a las patentes, lo que representa un 4% de sus ingresos totales. En contra de lo que se podría pensar de uno de los epicentros mundiales de la innovación, la mayor parte de sus ingresos vienen de subvenciones públicas para proyectos de investigación, seguidos por las tasas que pagan sus estudiantes y las donaciones privadas. Para Lita Nelsen, que ha dirigido durante 25 años la oficina de transferencia de tecnología del MIT —encargada de gestionar las patentes de la institución— este es el mismo margen de beneficio que obtienen muchas otras instituciones académicas. Si invertir en investigación e innovación no genera un gran beneficio económico para las mejores universidades e institutos tecnológicos del mundo, ¿por qué llevan décadas apostando por ella?
“Siempre hemos hablado de impacto, no de ingresos”, explica Nelsen. “El impacto de desarrollar nuevos productos que cambian el mundo o que pueden curar enfermedades, el desarrollo económico a través de la creación de nuevas empresas, generar estudiantes y profesores que aprenden a montar su propio negocio. Desde su fundación, el MIT nunca esperó hacer dinero con las patentes”, resume esta ingeniera química nacida en Nueva York.
En 2016 Nelsen dejó su puesto en el MIT. Ahora se dedica a dar charlas sobre innovación y consultorías a oficinas de transferencia de tecnología en universidades ansiosas de imitar el secreto del éxito del instituto de Cambridge. Una de las transparencias que usa en sus conferencias recuerda que en 1980 EE UU aprobó una ley que permitía a los centros de investigación patentar los inventos que habían desarrollado con fondos públicos. En 2015, un estudio de 196 universidades y centros de investigación de EE UU calculó que desde la aprobación de la ley se han concedido 6.680 patentes. Esas instituciones recibieron un total de 61.000 millones de dólares en subvenciones para proyectos de investigación y sus patentes generaron beneficios por 2.500 millones, es decir, se recuperó una media del 4% invertido, una cantidad similar a la que registra el MIT.
“Lo que hay que tener claro es que, normalmente, la transferencia de tecnología no es ni de lejos un negocio con el que hacer dinero”, explica Nelsen. “Es una industria madura pero no da beneficios. Lo que sucede es que en ocasiones el MIT consigue una sola patente que le aporta una enorme cantidad de dinero y después expira. Así que es como ganar la lotería. El MIT siempre entendió eso, conseguimos hacer algo de dinero, pero no una contribución sustancial al presupuesto de la institución”, detalla Nelsen, que recientemente ha visitado España para participar en el Congreso 100xCiencia que reunió a los centros y unidades de investigación más prestigiosos de España.
Un estudio en universidades estadounidenses demostró que solo el 1% de las patentes aportan más de un millón de dólares en beneficio, y eso después de un proceso de desarrollo y registro que puede llevar años. Apenas 12 instituciones acaparan más de la mitad de todos los ingresos que generan las patentes. En esas 12 instituciones más del 80% de los ingresos se deben a una sola patente. “La última patente de gran éxito que hemos tenido era de televisión digital, pero expiró hace ya unos años. También teníamos un ridículo 0,5% de Akamai, [una compañía tecnológica que salió a bolsa en plena burbuja tecnológica de 1999]. Esa participación nos dio 49 millones de dólares”, explica Nelsen.
Durante la conversación, la antigua jefa de la oficina de patentes explica por qué es rentable invertir en ciencia. “Apoyar de forma consistente la investigación básica cambia el mundo, aunque puede que esto suceda en 20 años y es impredecible. Si haces mucha investigación y la haces bien, entonces cambiarás el mundo. Si quieres ser uno de los países en la vanguardia de tecnologías radicalmente nuevas, tienes que hacerlo. Mi recomendación a un presidente del Gobierno es que no mida el éxito de sus oficinas de transferencia de tecnología por la cantidad de dinero que generan, es una medida terrible”. En su opinión, uno de los frutos más importantes de esa inversión es difícil de medir en términos económicos. “Cuando alguien estudia ciencias o una ingeniería y además le enseñas emprendimiento e innovación estás invirtiendo en 50 años de su futuro. Serán personas independientes capaces de crear sus propios empleos y nuevas tecnologías capaces de cambiar el mundo”.
Fuente: https://elpais.com/elpais/2017/12/01/ciencia/1512154281_894544.html?id_externo_rsoc=whatsapp