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“De nosotros depende marcar un camino de esperanza”

“De nosotros depende marcar un camino de esperanza”

Con motivo de celebrarse este 2021 el Año del Laicado en nuestro país, el Consejo Nacional de Laicos (CNL) nos ofrece el testimonio de tres personalidades ejemplares que, poniendo al servicio sus capacidades humanas y profesionales, también apuestan por la Venezuela posible. Se trata de la licenciada Isabella Orellana, el médico infectólogo Manuel Guzmán y el profesor Bernardo Moncada

Juan Salvador Pérez*

–El papa Francisco, en alguna catequesis sobre los laicos, destacó la importancia de Áquila y Priscila como modelo de pareja laica. Con su hospitalidad y su generosidad atendieron a Pablo durante su estadía en Corinto. ¿Cómo se practica hoy, en Venezuela, la hospitalidad y la generosidad cristiana?

Isabella Orellana

Isabella Orellana:

–Si algo nos distingue como venezolanos es la gran responsabilidad con el prójimo, hecho que ha venido marcando algunas pautas importantes. No hay lugar en el mundo donde no nos hagamos sentir con el mismo heroísmo que nos ha distinguido y que parte de la familia, como cuna formadora de valores cristianos. No pretendo dar una clase de historia por esta vía, pero sí debemos remontar a nuestras raíces e incorporar los acontecimientos que han definido esta nación, que solo su gente la hace grande. Por citar un solo ejemplo, remontémonos a la tragedia natural ocurrida en Vargas en el año 1999, la cual acabó con la vida de cientos de personas, pero también dio paso al “rescate” y a la “reconstrucción” para “integrar” a distintos sectores del país, con resultados altamente satisfactorios. Esa es la generosidad y hospitalidad que nos distingue como protagonistas y agentes transformadores, desde diversos escenarios, donde ha predominado un alto sentido de resiliencia, vestida de un humor muy característico, casi usado como defensa.

¡Así somos!

He podido percibir en este tiempo de pandemia y “reflexión”, el resurgimiento –de manera casi espontánea– de verdaderas alianzas fraternas, incluso más allá de nuestras fronteras, capaces de dar respuestas a la realidad que nos atañe, y con alto grado de generosidad cristiana: médicos arriesgando su propia vida; sacerdotes administrando los sacramentos y acompañando a los fieles, comunidades organizadas, atentas y unidas, pendientes unos de otros y organizaciones laicales generando caridad.

Manuel Guzmán:

En una Venezuela en grave crisis humanitaria, donde desnutrición, soledad, carencias básicas están a la orden del día, muchas iniciativas estimuladas por laicos han ayudado a paliar de alguna manera las graves carencias. Ollas solidarias, la labor de Cáritas, las obras coromotanas, diversas ayudas desde parroquias y escuelas tienen a laicos comprometidos como sus primeros impulsores. Una labor callada, pero efectiva.

Bernardo Moncada:

–Se suele omitir el impacto, yo diría milagroso, de la caridad de los cristianos en la dura situación que aqueja a quienes habitamos esta tierra. A nivel institucional, es innegable la presencia de la Iglesia a través de Cáritas, donde se ve trabajar a toda una multitud de laicos junto a párrocos y pastores, pero no solamente allí, también existen fundaciones y otras instituciones que trabajan a favor del bien de los más necesitados. Por otra parte, la hospitalidad y generosidad que nacen del amor fraterno impregnan la actitud de muchos venezolanos en la vida cotidiana. Es de lamentar que se haya abandonado, en gran parte, el ejercicio de la política, “la más alta forma de la caridad”, como la definió su santidad Francisco.

En la Iglesia debemos fortalecer la promoción de esta incidencia de la caridad fraterna en la vida personal y social, no para alardear de ‘buenismo’, sino para entusiasmar a los otros bautizados e integrarlos conscientemente en estas prácticas tan propias de nuestra Fe.

–El papa Benedicto XVI se refería a los laicos como el “humus” del crecimiento de la fe. Señalaba que más que colaboradores del sacerdote, deben ser corresponsables en la Iglesia. ¿Qué representa eso? ¿Qué retos supone? ¿Qué debemos decir los laicos venezolanos hoy? ¿Cómo apoyamos a la Iglesia?

Isabella Orellana:

Ser corresponsables en la Iglesia es asumir la vida con heroicidad cristiana, dando lo mejor de nosotros mismos como madres, esposas, trabajadoras y entendiendo que solo con la gracia de Dios y el cumplimiento de la vida sacramental, logramos vivir para trascender, desde el otro y para el otro. La vida de San Pablo nos enseña el largo camino de conversión por el que obligatoriamente debemos pasar. Es así como vamos dejando nuestra vida antigua de pecado, para emprender una nueva forma de existencia, dedicada a las buenas obras, al apostolado y al servicio de la Iglesia. El reto dependerá siempre de lo que el Señor disponga para cada uno de nosotros y de nuestra capacidad de darle el “sí”, siendo obedientes con lo que la Iglesia establece. Para cada uno hay una misión de vida. Hemos avanzado bastante, pero aún resta un largo camino por recorrer. En este momento abundan muchos testimonios de hombres y mujeres, padres y madres de familia o simplemente personas que han encontrado una propuesta a la santidad, que no es otra cosa que el “llamado” a hacer el bien. Es así como logramos apoyarnos en la Iglesia. Somos parte de una gran familia. Los venezolanos debemos decir que de nosotros depende marcar un camino de esperanza.

Manuel Guzmán:

La Iglesia somos todos; sacerdotes, religiosos y laicos. Todos llamados a la santidad y a la difusión del mensaje de Jesús. El reto comienza por cada persona que reconoce y vive el llamado a la santidad, y sigue viendo en el prójimo al mismo Jesús, y que seamos capaces de “amar hasta que duela”.

Bernardo Moncada:

–La Iglesia somos nosotros. Es grande y urgente la necesidad de desplazar la imagen según la cual “la Iglesia” es el clero y los consagrados. Y ello es urgente no solamente en el laicado o en la opinión pública en general, sino en el clero mismo. Que no dejemos de entender la importancia de la vocación y misión del sacerdote, sin perder de vista la bella responsabilidad que nos cabe a los laicos en cuanto a evangelización y servicio. Que seamos fuentes de iniciativa y no solamente monaguillos crecidos, peones al servicio de los planes pastorales y parroquiales, operarios que a veces  dejan de ser Iglesia apenas pierden de vista al párroco.

–Dentro de las tentaciones de los laicos, el papa Francisco incluye la tentación del “clericalismo”, ya que la rigidez de la carrera eclesial asfixia la llamada a la santidad en el mundo actual. ¿Cómo se evita caer en esta tentación?

Isabella Orellana:

–Ciertamente, es una pregunta muy difícil de responder. El papa Francisco ha denunciado este fenómeno en reiteradas ocasiones. Para responderte, voy a referirme a hechos meramente testimoniales. Tanto mi esposo como yo siempre hemos buscado orientación y acompañamiento sacerdotal. A lo largo del tiempo hemos desarrollado estrechos lazos de amistad con algunos miembros del clero, teniendo claro que los sacerdotes reciben el sello indeleble que les permite actuar en nombre de la figura de Cristo y por ello se les debe respeto y consideración. El problema surge cuando no tenemos definido el sentido de obediencia, orden y disciplina que debe regir nuestra vida y hacemos mal uso de la libertad conferida por Dios, atravesando líneas y asumiendo posturas que desde nuestra misión de laicos no nos corresponde.

Debemos entender, entonces, que los miembros del clero son “llamados” por Dios a ser maestros y santificadores de la vida cristiana, pero no por ello saben más que los laicos. Es una línea muy estrecha y para evitar caer en esta tentación, impera aclarar que no debemos elevar a los sacerdotes sobre un pedestal de nobleza, pero tampoco debemos rebajarlos o colocarnos delante de ellos. Aristóteles expresó: “La virtud es un equilibrio entre los extremos” y así debe regirse nuestra vida, dentro de la Iglesia, en el margen del orden y del equilibrio.

Manuel Guzmán:

–Con respeto, difiero de la interpretación del nombre “clericalismo”. La carrera eclesial tiene su dinámica, su fortaleza y pienso más bien que el papa Francisco utiliza la expresión para resaltar que no podemos dejar a los “clérigos” como únicos responsables de la evangelización. En su llamado a la “Iglesia en salida” lo ve como labor sí de los religiosos, pero de manera muy importante de los laicos en todos los ambientes.

Bernardo Moncada:

Entendiendo que la santidad no es santurronería, que es una manera de vivir la cotidianidad con sus retos y problemas, así como su ocio y su esparcimiento, vivirla en conversión, y que es posible. Entender que Cristo se encuentra en el Santísimo y en la Eucaristía de manera “oficial” (certificado, en papel sellado y firmado en el cielo, por así decir), pero también en nuestra relación con la realidad y sobre todo con el prójimo, en la amistad, en la conciencia del trabajo, y la familia, como bienes para nosotros en favor de los demás. Hay que “poner de moda” la santidad como realización plena de nuestro ser y no, como esquemáticamente se plantea, reducción o forzamiento del mismo.

–Juan Pablo II en su exhortación apostólica Chistifidelis Laici deja claro que para los laicos la propuesta cristiana no podía reducirse a un sentimiento espiritual o ideología religiosa o a un mero buscar las consecuencias morales, sociales o políticas de la Fe. ¿Cuál es el llamado concreto a la acción para nosotros los laicos?

Isabella Orellana:

–Claramente, la respuesta está en el Evangelio. No hay nada que inventar. Jesús ha venido al mundo a romper las barreras de la moralidad y del mero discurso ideológico; estuvo muy lejos de imponer su doctrina y salió al encuentro de los marginados, desposeídos, oprimidos y los despreciados. Hacia ese camino debe apuntar nuestro llamado concreto a la acción. El camino del amor. Ciertamente, la fe no es una simple adhesión espiritual. Es encarnar, con valentía, la Palabra de Dios en nuestra vida y llevarla a los demás con el testimonio, para así responder acertadamente a los desafíos que este tiempo nos pauta. Me ayuda hacer el intento de imitar las virtudes de la Sagrada Familia, y de tantos hombres y mujeres que han sabido responder al “llamado” a la santidad.

Manuel Guzmán:

Estar presentes en todos los aspectos de la vida en común. Que el “buen olor de Cristo” impregne la academia, la salud, la vida familiar, la política. Hay crisis muy grandes en el mundo, pero son “crisis de santos”. La renovación interior y el compromiso de actuar “cara a Dios” es clave para cambiar el mundo en que vivimos.

Bernardo Moncada:

–Los laicos, específicamente los venezolanos, obedecemos a un cierto molde que caracteriza hasta la manera de hablar entre nosotros, una “afectación”, en el sentido de exagerar una imagen exterior. Además, nuestra fe está –por nuestra cultura– a veces teñida de moralismo, pietismo y sentimentalismo (esta última desviación es sobre todo muy común). Puede que muchos no compartan estas observaciones, pero quienes las compartimos deseamos una fe más razonable, más inteligente, y más capaz de incidir fuera de nuestros grupos y parroquias, donde nos hacemos muchas veces autorreferenciales y artificialmente satisfechos; una vida de Iglesia más “hacia las periferias existenciales”. Y esa autorreferencialidad se da a menudo en nuestras incursiones en la política: caemos en el sectarismo y el esquematismo ideológico, no somos factores de unidad. Entonces podemos favorecer un acento en la educación de la fe que rescate la gran tradición eclesial (no nos asustemos, la gran tradición está viva, es interesantísima y continúa hoy) en sus vertientes teológicas, artísticas, hagiográficas, políticas.

Pero el mejor llamado es a ser encuentro para nuestro ambiente y nuestros circunstantes. Los últimos papas han recalcado que Cristo no es un discurso ni una doctrina; que es sobre todo un encuentro, el acontecimiento de una humanidad distinta, sorprendente por sencilla que sea, que podemos encontrar. Un gran ejemplo es el José Gregorio Hernández que vamos descubriendo en las biografías actuales: una santidad en el laboratorio, en el salón de clase, en la familia, así como en la Eucaristía, en la oración y reflexión, pero también en bailes, música, y medios intelectuales; el seguimiento a Jesucristo que no excluye ni teme a nadie. Como dije antes: una santidad que no pose de santurronería.

–¿Cuál es la importancia de celebrar en este 2021 el Año del laicado en Venezuela?

Isabella Orellana:

–Este tiempo nos llama a acercar y animar en la fe, con el testimonio diario y coherente. Es por ello que resulta de gran importancia resaltar la figura protagónica del laico en medio del mundo. En este momento han surgido infinidad de iniciativas en favor de la evangelización y celebrar este año de esta manera, permite ir articulando alianzas desde diferentes sectores que hacen vida en la Iglesia, asumiendo el papel protagónico de llevar el mensaje de esperanza que solo Dios puede darnos. En este sentido, la santidad en Venezuela promete esperanza, paz y reconciliación. Ya estamos próximos a celebrar la beatificación del Dr. José Gregorio Hernández, acontecimiento que debe llenarnos de gran júbilo. Un médico venezolano que supo responder a las diferentes realidades de la época y que hoy nos acompaña con su testimonio e intercesión, invitándonos a la excelencia en el obrar y a ser “laicos constructores de paz en búsqueda de la santidad y el bien común”.

Manuel Guzmán:

–Con la figura emblemática de nuestro beato José Gregorio Hernández, demostrar a todos que la santidad es posible en las labores cotidianas, en la vida de todos los días. La difusión de su figura, de su ejemplo, busca convencer a todos de la necesidad de vivir con esos ideales. La celebración del Año del laicado debe ayudar a que los venezolanos nos unamos, seamos capaces de compartir ideales, de trabajar juntos en la solución de los serios problemas que nos aquejan.

Bernardo Moncada:

–Hablando de nuestro nuevo beato, su figura ha motivado en gran parte el lanzamiento del Año del laicado. La beatificación marca este año de 2021 con especial intensidad, y debe aprovecharse para subrayar la presencia y el papel del laico en la Iglesia y en la sociedad en general, en todo ámbito y en toda actividad. Todo lo expresado en mis respuestas a las anteriores preguntas podría motivar un trabajo especial de concientización en nuestro laicado. Y esta labor que nos toca debe proseguir, sin duda, no limitándose a una celebración particular. Pidamos al Espíritu Santo que el Año del laicado en Venezuela sea, pues, el inicio de una más fuerte conversión en nuestra Iglesia, para que laicado y clero protagonicemos, por igual, la incidencia del cristianismo que Venezuela y el mundo necesitan.


*Magíster en Estudios Políticos y de Gobierno. Director de la revista SIC.

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