Daniel J Santolo V
La política venezolana ha caído en una espiral, la espiral de los tiempos, donde el problema político y su estrategia se miden por días, no por la intensidad o por su importancia. Hemos sido testigos de los debates que se han dado ante la opinión pública, por más de dos décadas, en los cuales lo urgente dio al traste con lo importante, debate que gira alrededor de los tiempos electorales, y no de las soluciones a los graves problemas que nos aquejan; corremos detrás de elección en elección.
Pareciera que una trampa del destino ha convertido el tiempo en el enemigo a vencer, un enemigo nada fácil de manipular, y mucho menos detener. Vemos como la teoría de Einstein se vuelve sobre nosotros, ese tiempo que se dilata y nos da a cada uno una sensación diferente del paso del tiempo. Algunos vemos pasar el tiempo aceleradamente, y para otros el tiempo no pasa. Pareciera que cada uno de los actores políticos tuviese un reloj diferente, cada reloj marca su propio tiempo, unos más acelerados que otros, algunos a su vez dicen que se nos acabó el tiempo, como si esto fuere posible, como si detener el tiempo fuera una opción.
Detenernos a debatir si los tiempos en política son medibles o cuantificables es un debate con un alto ingrediente filosófico, más que político. La acción política nos lleva a la elaboración de estrategias que nos ayuden a utilizar el tiempo lo más efectivamente posible, el debate no debe ser el ¿cuándo? sino el ¿por qué?, y el ¿cómo? Debatir los tiempos con un gobierno que se ha guardado para sí el reloj del revocatorio tal vez sea un debate atractivo frente a los estridentes, aquellos que dicen que ya no hay tiempo, que es ahora o nunca, frase que por cierto tiene más de 15 años, y no ha logrado agotar el tiempo, y mucho menos detenerlo.
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