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Edificio Centro Valores, local 2, Esquina de la Luneta, Caracas, Venezuela.

Cultura, espacio para el encuentro y la empatía

Imagen #1. Retablo de la Integración. Asociación de Trabajadores del Arte y la Cultura Migrantes y Refugiados de Venezuela en Perú, 2021.

Las iniciativas que construyen mecanismos para la inserción social de los migrantes venezolanos son cada vez más diversas y, aunque la emergencia humanitaria compleja sigue impulsando salidas desesperadas, Perú como uno de los principales países de acogida ha encontrado en la cultura un espacio para favorecer la cohesión entre refugiados, migrantes y la población local

Fabiola Arroyo

Tanto el imaginario como la geografía humana venezolana están marcados en la actualidad por la experiencia colectiva del desplazamiento forzado. Realidad determinante en el paisaje migratorio de América Latina y el Caribe. La Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela señala que, del total de 6 millones 041 mil 690 venezolanos en el mundo, 4 millones 992 mil 215 se encuentran en este lado del continente americano1.

Hoy en día 1 millón 300 mil venezolanos viven en Perú2. Significativamente, 531 mil 600 de estas personas están sujetas a solicitudes de asilo pendientes recibidas por las autoridades nacionales. Lo cual ubica a esta nación como el segundo destino para la migración masiva venezolana, en general, y el primero para las personas venezolanas que requieren de protección internacional3.

Para comprender el impacto que esto tiene en la sociedad peruana es necesario tener presente que es una experiencia inédita en la historia contemporánea de esta nación andina. Perú ha sido fundamentalmente un país emisor a distintos destinos migratorios, incluida Venezuela en el pasado democrático. Solo existen antecedentes relevantes en los procesos de inmigración desde China y Japón desde los inicios de la República hasta principios del siglo XX.

El Estado peruano enfrenta desafíos enormes al haberse convertido muy rápidamente y de forma inesperada en un país de acogida humanitaria. Las agencias de cooperación internacional, las ONG locales e internacionales, así como las asociaciones venezolanas, desarrollan distintos programas enfocados fundamentalmente en atención humanitaria y en necesidades urgentes. Con el paso del tiempo han comenzado programas que buscan la cobertura de brechas para la integración de la capacidad productiva y para la inserción socioeconómica. Así como para favorecer la cohesión social entre migrantes, refugiados y población local.

En este intrincado contexto, diferentes proyectos han abordado de manera destacada la migración venezolana desde el campo de las prácticas culturales. Son iniciativas con orígenes, características y objetivos disímiles. Sin embargo, tienen en común la intención de generar espacios sociales, bien para la memorialización, reflexión y sensibilización, o bien para la integración socioeconómica del capital artístico-cultural venezolano.

Entre septiembre de 2019 y febrero de 2020 fue presentado en el Museo de Arte Contemporáneo, MAC-Lima el proyecto expositivo Crónicas migrantes. Historias comunes entre Perú y Venezuela. Esta iniciativa independiente, bajo mi curaduría, fue recibida y desarrollada por este museo y contó con el apoyo de la Organización Internacional para las Migraciones, OIM. Este proyecto buscó activar procesos de sensibilización, crítica y diálogo sobre las migraciones forzadas, a partir de cuatro ejes: Palabra, Cuerpo, Casa, Territorio. Reunió obras de treinta artistas de Perú y Venezuela (esculturas, textiles, sonoras, video performance, video arte, fotolibros, entre otras). Incluyó un programa público con charlas, talleres y activaciones; en el museo y extramuros. Durante cinco meses fue visitada por 10 mil personas aproximadamente, y reseñada profusamente en medios.

La exposición comenzaba con la obra Migración, 2019, del artista Juan José Olavarría (Valencia, 1969). Tela de lona intervenida, de color neutro (205 x 145 cm). Un mapa de América del Sur con líneas finamente bordadas a mano por el artista. Dentro de los límites del territorio dibujado aparecen trazadas con mayor relieve (como si fueran cicatrices) las rutas de “los caminantes venezolanos”. A su lado, invitando a establecer memorias comparadas, se ubicaba la obra El último cuartucho, 2005, Juan Javier Salazar (Lima, 1955-2016). Esta es una pieza tridimensional elaborada con esterillas hechas de caña tejida, sobre un soporte con ruedas. En palabras del curador peruano Rodrigo Quijano:

[…] El empleo de un material utilizado para significar la habitación ancestral y popular cede de este modo el lugar a una alegoría nacional acerca de lo inhabitable y de lo inexistente. Y sus ruedas aluden a una movilidad social y geográfica del migrante, que no llega a resolver el vacío de una peruanidad derrotada y de hecho casi irresoluble como identidad […]4

Crónicas migrantes coincidió con un momento del inédito éxodo venezolano en el que las autoridades de los principales países de acogida de la región (incluido Perú) comenzaron a decretar mayores medidas restrictivas. Es importante tener presente que estas limitaciones son previas a los cierres generalizados de fronteras nacionales por la pandemia.

Cultura, espacio para el encuentro y la empatía
Crédito: Taller Arte Gráfico Participativo con “Coco” Bedoya y jóvenes refugiados venezolanos. Exposición Crónicas Migrantes. MAC-LIma, 2019-2020.

En esta misma línea, el 12 de marzo de 2020, fue inaugurada la exposición La locura más peligrosa de América, en la Galería Municipal de Arte Pancho Fierro, Lima. Desarrollé este proyecto como curadora, junto a Juan José Olavarría, para presentar su producción artística reciente. El leit motiv: el destierro venezolano. La selección incluyó dibujos y bordados sobre telas intervenidas, dibujos sobre papel e instalaciones in situ. Un despliegue de imágenes en torno al cuerpo colectivo venezolano, en distintas metáforas asociadas a la necropolítica, entendida como el uso del poder social y político para dictar cómo algunas personas pueden vivir y cómo algunas deben morir, y la violación de DD.HH. Una suerte de laboratorio para la (des) memoria comparada. Buscó diálogos al incluir obras de venezolanos y peruanos: La instalación Lubyanka o Dibujando con el lado derecho del cerebro (2018-2020) Diana López (en colaboración con Daniel Ceballos) y Alban, archivo 10 oct. 2018 (2018), Germán Sandoval. Chompa siamesa (2019) de Miguel Cordero; Mapa del Perú (1987) y Perú, país del mañana (1999) de Juan Javier Salazar. Al igual que objetos de memorabilia de la historia cultural del Perú.

Otros proyectos independientes de artistas peruanas humanizan la experiencia migratoria de distinto modo: Ruta de fuga, 2019, documental transmedia (online) dirigido por la artista visual y documentalista peruana Francesca Dasso (Lima, 1986), con apoyo del Ministerio de Cultura del Perú. Tu cuerpo/El mío, proyecto interdisciplinario (cine, danza, artes visuales) dirigido por la bailarina, coreógrafa y gestora cultural peruana Karin Elmore (Lima, 1961), con apoyo del Banco Mundial.

Ruta de fuga registra los trayectos desde las fronteras de Venezuela, a través de la ruta de los Andes y la ruta de la Amazonía, hasta entrar al territorio peruano. Dasso acompañó durante semanas a “los caminantes” para ofrecer una mirada, alejada de estereotipos, a una realidad que muchos aún no logran ver o no quieren ver. A la que parte de las sociedades de América Latina y el Caribe han respondido con discursos y violentos actos xenófobos.

Tu cuerpo/El mío reunió durante más de dos meses de 2021 a un grupo de mujeres migrantes (en su gran mayoría venezolanas) con artistas peruanas, para realizar una obra colaborativa. Como parte de estas creaciones la artista peruana Jana Ugáz juntó fragmentos de escritos de cada una de las participantes, logrando un singular texto testimonial. Como si se tratara de la voz de un cuerpo colectivo:

Soy yo, […] Soy muchas, […] Soy mujer […]

Me considero una sobreviviente. Fuimos arrancadas, pero no estoy sola. Me enfoco en el siguiente punto o pequeño primer recorrido antes de continuar. Me siento parte de acá pero también de allá. Ya era conocido, pero no era mío, no era mi lugar, hacía mucho frío, todo era muy lejos, era gris. Pertenezco allá y también pertenezco aquí. ¿De dónde soy más? […]

“Fuimos arrancadas, pero no estoy sola” es una frase evocativa que invita a pensar en distintos avances de la comunidad cultural venezolana, impulsados por la necesidad de reconstrucción de tejido social y desde una visión de interculturalidad. Algunos casos son representativos de una suerte de diáspora del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Infantiles y Juveniles de Venezuela. Tal como el Centro de Acción Social Sinfónica y Coro Del Valle Sagrado “Música para la Transformación” en Urubamba, Cusco. También es el caso de Roraima Foundation (Roraima Phil y Coro Filarmónico Roraima) en Lima. Todo apunta a que otras iniciativas similares lamentablemente no lograron sobrevivir a la paralización durante la pandemia.

Otra experiencia que se propone construir una red para la inserción social es la Asociación de Trabajadores del Arte y la Cultura Migrantes y Refugiados de Venezuela en Perú. Formalizada en 2021 con apoyo de la Organización Internacional del Trabajo, OIT-Andina5. Entre sus objetivos principales: propiciar los derechos fundamentales, la integración socioeconómica y la cohesión social a través de las artes, las prácticas culturales.

En una línea similar de inclusión desde las artes e industrias culturales se sitúa el proyecto “Venezuela Presente”. Desarrollado en 2021 por UNESCO-Perú, la OIM y la Municipalidad Provincial de Arequipa (segunda región con mayor número de venezolanos). Convocatoria para el mapeo de agentes culturales y la realización de un laboratorio de emprendimientos culturales. Abierto a propuestas heterogéneas, tanto de venezolanos como de personas y organizaciones de la región, con planes y objetivos incluyentes.

Como hemos visto, en el campo cultural peruano se han abierto algunos espacios, tal vez incipientes pero modélicos para la comunidad desterrada venezolana. Espacios para el encuentro, la solidaridad, la empatía, así como para el pensamiento crítico y la memorialización. Los retos más arduos son los de aquellas iniciativas que apuestan a la inclusión socioeconómica desde la cultura. Las agencias de cooperación internacional y las instituciones locales inician, aún muy tímidamente, proyectos con mucho potencial. El Estado peruano tiene un valioso capital cultural venezolano deseoso de ofrecer sus capacidades. Distintos agentes culturales locales, individuales y colectivos, demuestran el deseo de establecer nexos de solidaridad y reconocimiento desde sus prácticas. La comunidad venezolana tiene el reto de seguir defendiendo sus derechos fundamentales al tiempo que expande progresivamente los pequeños espacios, simbólicos y concretos, que ha ido construyendo.


Notas:

  1. Estimaciones al mes de septiembre de 2021, según Ídem.
  2. Estimaciones al mes de junio de 2021, según la UNHCR.
  3. QUIJANO, Rodrigo. “Juan Javier Salazar. La realidad entera está en llamas”. En: http://artishockrevista.com
  4. Organización Internacional del Trabajo: “Promoción de la Integración Socioeconómica de Personas Migrantes y Refugiadas Venezolanas con la población peruana”. 17 diciembre 2021. Publicación en línea: https://www.ilo.org/lima

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