José Luis Pinilla
Ojo con el título. Digo cuidados, besos y abrazos. Digo “y”. No ¡cuidado “con” los abrazos y los besos! Lo aviso antes de que una mano censora se coloque delante del proyector para evitar “ver la escena” por considerarla inapropiada. Porque la escena va de cuidados, abrazos y besos. Como en la portada de este post. Y que casi eriza mi piel. Términos que conviene subrayarlos en estos tiempos de diálogo imprescindible para enfocar bien la política del bien común en la reinaugurada gestión política española. Y para contrastarla con el acento que ponga la renovada política estadounidense… ¡que también me eriza la piel…pero esta vez de miedo!
Por cierto, se trata de una fotografía, premio Pulitzer 2016, similar a otras de la misma serie, que releva a otra previa donde el refugiado sirio que ahora besa a su hija en medio de la tormenta, antes gritaba al cielo ante su desamparo y soledad. En los llamativos días del otoño pasado empapado de agua y por la indiferencia de los muchos que pasan a su lado en una carretera de la frontera greco-macedonia. Mientras abraza, protege y cuida de su niña.
Cuidados que es lo que debe primar por encima de la mera gestión de la cosa pública. Ya sea empujados por la crisis de refugiados o por otras crisis políticas. Conviene advertirlo. Lo desea y lo formuló no solo Carmena para los madrileños en su buena intervención en Comillas hace poco, sino otros muchos entre ellos Francisco, que cuida “de” y pastorea “a” los católicos. Y que una vez más lo ha remarcado dirigiéndose a los movimientos populares de manera “maternalmente profética”: “Las tres T (tierra, techo y trabajo), ese grito de ustedes que hago mío” (05 de noviembre de 2016)”. Como la madre que grita al cielo en el “Guernica” de Picasso. Colocando al hombre en el centro: “¿Qué le pasa al mundo de hoy que, cuando se produce la bancarrota de un banco de inmediato aparecen sumas escandalosas para salvarlo, pero cuando se produce esta bancarrota de la humanidad no hay casi ni una milésima parte para salvar a esos hermanos que sufren tanto? Y así el Mediterráneo se ha convertido en un cementerio, y no sólo el Mediterráneo… tantos cementerios junto a los muros, muros manchados de sangre inocente”.
Como un abrazo, como un beso. Con sumo cuidado por los débiles.
En el frontispicio de esta ética de los cuidados está la necesidad de cuidar la fragilidad. La de las personas. Y la de la creación. Y a ambas las ha “fotografiado” la palabra cálida de Francisco para toda la humanidad o la alternativa soñadora de Carmena para el futuro de su ciudad. Es curioso que cuando participaron ambos en un espacio de diálogo del Vaticano el tema era el del cambio climático – ¡”Laudato si” en estado puro!- constatando las dos emergencias que vive la humanidad: La crisis del clima y la crisis social. (Por cierto, qué bonito el cuento que contaba recientemente Monseñor Omella: “Arreglando el ser humano”). Y ante la que es necesario reaccionar con firmeza como un nuevo imperativo moral, a favor del bien común.
De imperativos morales habla la ética del cuidado de Carol Gilligan diferenciándose del ámbito de la ética de la justicia. Ambas defienden la igualdad, pero mientras la ética de la justicia subraya la imparcialidad y la universalidad para eliminar las diferencias, la ética del cuidado destaca el respeto a la diversidad y a los diferentes. En la ética de la justicia los individuos son formalmente iguales y deben tratarse de modo igualitario, mientras que los individuos de la ética del cuidado son diferentes, irreductibles y relacionados.
El Papa esta vez “arquitecto”, en la Evangelii Gaudium, soñaba en voz alta diseñando esos espacios relacionados para el encuentro y el cuidado: “¡Qué hermosas son las ciudades que superan la desconfianza enfermiza e integran a los diferentes, y que hacen de esa integración un nuevo factor de desarrollo! ¡Qué lindas son las ciudades que, aun en su diseño arquitectónico, están llenas de espacios que conectan, relacionan, favorecen el reconocimiento del otro!”
Para eso pagamos a los gestores del bien común. Para “cuidarnos” y “abrazarnos” pero ¡ojo! fuera de las fotos electorales. Porque los políticos no tienen que aparecer mediáticamente en las aceras frente al CIE de Aluche, olvidándose de las aceras periféricas de los de Murcia y Canarias, por ejemplo. Cuánto desearía yo – como mi querida colega de posts Ana Vázquez – que cualquier político cogiera la manta de aluminio y arropara al de la foto. O acariciara al último náufrago recién llegado (¡sin que apareciera en “Salvados”, por ejemplo!) sin buscar otro fin que la hermosa y gratificante gratuidad del servicio.
O que ante la entrada en vigor estos días del Pacto mundial de lucha contra el calentamiento global firmado en París por casi todos los Gobiernos del mundo, en el diciembre pasado, muchos causantes, de los efectos devastadores de los desastres ecológicos se acercaran a tocar y besar a la madre tierra y a las miles de familias que sufren sus consecuencias. Por ejemplo.
Es decir, que no solo gestionaran sino que cuidaran (¡casi hasta contagiarse!) a los afectados por las enfermedades de la piel, por los diversos tipos de cáncer, o las enfermedades estomacales, y pisaran en soledad sin que nadie les viera, las tierras agrícolas altamente tóxicas (para recuperarlas) Os recomiendo al respecto la campaña intereclesial por el cuidado de la Creación.
Pues eso… Cuidados, Besos (¿hay mejor manera de expresar los cuidados que con un beso?)…
Y abrazos.
Recuerdo ahora la impresión que me produjo la noticia del descubrimiento de dos refugiados abrazados en un barco naufragado en el fondo del mar en las costas de Lampedusa en 2013. Cuidándose el uno del otro, quizás hasta con un último beso. Abrazados mientras morían intentando cumplir su sueño: encontrar un nuevo futuro. Futuro que terminó naufragado como el de otras 366 personas, de ellas 41 menores.
Abrazados para recargar el corazón y vivir más allá de la muerte. Como hacia aquella madre agarrada al “salvavidas” naranja que no “salvó” a su hijo.
Los cuidados, los besos y los abrazos, te rescatan casi de manera literal de un naufragio, marino o social, recomponen tus partes rotas, rompen todos los miedos, dulcifican las heridas, fortalecen las debilidades y crean una obra de arte con los pedazos de tu corazón para seguir latiendo y bregando por construir la ciudad futura.
Aquella que “aun en su diseño arquitectónico, está llena de espacios que conectan, relacionan, favorecen el reconocimiento del otro”. Del diferente. A quien cuidar, abrazar y besar.
Fuente: http://entreparentesis.org/cuidados-besos-abrazos/