Por: Carlos Astudillo, nsj.
Gilberto Chacón, nsj.
Un contexto “cuesta arriba”
Mirar el “status quo” en el que se encuentra la salud en nuestro país, no nos deja más que un amargo sabor y la pregunta resiliente: ¿Cómo podemos vivir de esta manera?
Hoy más de siete millones de venezolanos requieren de asistencia y el 97% de nuestra población no tiene acceso a pólizas de seguros, quedando completamente vulnerables frente a las necesidades de atención y cobertura de gastos[1].
Se ha vuelto común para nuestra población verse en un camino sin salida, con un horizonte perdido o cuesta arriba, sobre todo aquellos que se encuentran necesitados de ayuda médica.
La impotencia está en el sentir del venezolano al que se le enferma un familiar, amigo o allegado; datos señalan que “La proporción de población que al acudir a los centros del sistema sanitario público no consigue los servicios que necesita para sus problemas o necesidades de salud, subió de 65,5% a 72,4% entre junio 2021 y agosto 2023”[2].
Otros datos de la misma organización indican también que el 35,5% de las personas en los hogares con problemas de salud severos, no recibieron atención médica y que de ellas 32,7% tampoco tuvo acceso a las medicinas. Estos datos son consecuencia de la inoperatividad de los centros de salud y pobreza generalizada que padece el país.
¿Cómo se experimenta esta realidad desde las comunidades?
Muchos de los ciudadanos que hoy son protagonistas de primera mano de esta realidad son conscientes de esos porcentajes; lo saben porque lo viven; sin embargo, con la salida del sol, cada venezolano renueva su esperanza de buscar la luz al final del túnel, de confiar como Marta y María en la resurrección de Lázaro (Cfr. Jn 11,25), de ser resilientes y resolver día a día lo que vaya viniendo respecto a su salud y la salud de sus familiares y amigos; muestra de ello se encuentra en las salas de espera de los hospitales o debajo de los árboles que adornan las afueras de algunas de esas instituciones públicas.
Vivir la enfermedad desde casa
Así como se mencionó en los datos señalados gran parte de la población venezolana que necesita ayuda médica no puede acceder a hospitales y esto debido a las largas listas de espera que existen para ser tratados o simplemente porque los ambulatorios más cercanos no cuentan con lo necesario para recibir a los pacientes, esto ha obligado a muchos familiares a atender a sus enfermos en casa.
Dicha vivencia responde al “No queda de otra”, pero en ella también se evidencia el modo de ser de los venezolanos, en las salas de estos hogares te reciben con una gran hospitalidad, con un café y el relato de sus vivencias; al escuchar cada uno de sus esfuerzos, se hace evidente la esperanza de recuperar la salud, poniendo su confianza en Dios.
Esta esperanza no solo arropa a los familiares, sino que también se suman los buenos vecinos que no los dejan solos en esta lucha, ayudan en lo que pueden, dan aventones si la familia no tiene carro, hacen oración sin importar el credo, hacen colectas o rifas para apoyar a la familia con los gastos, todo sin esperar nada a cambio. De esa manera la situación de un miembro de la comunidad se vuelve la situación de todos.
El paso de Jesús por las realidades complejas
Es un hecho que la enfermedad trae consigo grandes dificultades, tristezas y frustraciones, puesto que sin salud no estamos al 100% de nuestras capacidades para hacer trabajos que requieren estar completamente sanos (Mt 5,3-6).
Las personas que se encuentran en una situación de gravedad son conscientes de que tienen que conseguir los insumos necesarios para su mejoría; pero, en la actualidad se hace muy complejo adquirirlos, lo que genera impotencia personal y familiar; no obstante, por encima de este contexto desolador, se puede observar una demostración de la bondad humana que abre paso a la esperanza.
Esta esperanza se hace evidente en nuestros hospitales, donde los acompañantes de cada paciente a pesar de sus preocupaciones, se ayudan los unos a los otros desinteresadamente en distintas necesidades; a esto se suma el comportamiento positivo y atento del personal de salud que les sirve.
Todo este servicio mutuo entre personas que se ayudan sin importar diferencias sociales, políticas, económicas, religiosas, nos muestra el rostro de ese Jesús bueno que, sin esperar nada a cambio, recorría ciudades y pueblos enteros, aliviando a las personas en sus enfermedades y dolencias (Cfr. Mt 9,35).
“Que el Dios de la esperanza los llene de toda alegría” (Rm 15, 13)
Ante este sufrimiento, silencioso y en muchas ocasiones silenciado, de los que sufren la tristeza del alma, Jesucristo les dice: “Convertiré su tristeza en gozo, los alegraré y aliviaré sus penas” (Jer 31, 13). Porque si bien, estas enfermedades deben ser atendidas por profesionales que puedan poner la medicina al servicio de sus dolencias, el dolor del alma también se ve aliviado a través de la esperanza, esa que viene dada por el amor de Dios en la persona de su Hijo, nuestro Señor.
El Papa Francisco nos dice: “Comprendo a las personas que tienden a la tristeza por las graves dificultades que tienen que sufrir, pero poco a poco hay que permitir que la alegría de la fe comience a despertarse, como una secreta, pero firme confianza, aun en medio de las peores angustias” [3].
Ante el dolor, la enfermedad, la soledad y la incomprensión es fácil sentirse abandonado, abatido, apesadumbrado, pero si confiamos en Jesús y su Palabra, nuestra tristeza y sufrimiento puede ser aliviado. “Vengan a mí los que van cansados, llevando pesadas cargas, y yo los aliviaré” (Mt 11, 28).
Hoy todos debemos mirar con agradecimiento a las personas que día a día, sin importar las circunstancias prestan servicio médico. La labor que llevan a cabo los médicos, personal de enfermería, cuidadores y familiares, quienes con dedicación y sacrificio brindan apoyo a sus seres queridos, luchando cada día por ser luz ante la oscuridad, por consolar almas, por sanar heridas, su labor callada y constante es una caricia de Dios y un regalo para los que disfrutan de sus cuidados.
Los venezolanos hemos comprendido que, mirándonos como hermanos, podemos salir adelante, sin importar la situación en la que nos encontremos, bien sea en la sala de un hospital, en casa o simplemente en una cola para conseguir insumos.
Podemos con una sonrisa tenderle la mano a otro que lo necesite, juntos tenemos la oportunidad de convertir un momento difícil, en momento para que las esperanzas de cada persona que se encuentran en la sala del hospital se vuelvan un “aligerar la carga”.
Finalmente, se hacen oportunas las palabras del presentador venezolano Renny Ottolina cuando afirmaba: “¿Cómo mejoramos a tanta gente que necesita ayuda? Enseñándolos a ayudarse a sí mismos. Es un problema de cambio de actitud”. La manera como asumamos las situaciones que día a día se avecinan definirá el rumbo de éstas. La salud nos llama a unimos como familia, vecinos y como venezolanos.
Autores:
Carlos Astudillo, nsj. [email protected]
Gilberto Chacón, nsj. [email protected]
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[1] Datos de Diagnostico comunitarios: https://humvenezuela.com/wp-content/uploads/2023/10/HumVenezuela-Diagnosticos-comunitarios-Agosto-2023-2.pdf
[2] Idem.
[3] https://www.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20131124_evangelii-gaudium.html