Gabriel Sequera
Entre abril y octubre del presente año, colaboré en una experiencia apostólica en la sección cubana, de la provincia de las Antillas de la Compañía de Jesús, formé parte de la comunidad jesuita de Santiago de Cuba y ayudé en los diferentes frentes que los jesuitas llevamos en la isla. Fueron seis meses de mucha intensidad, y una oportunidad para seguir conociendo a la compañía universal y sus opciones apostólicas, además de un tiempo para saborear todo lo regalado por el Señor durante mi magisterio en La Vega. Un camino interesante rumbo a Teología.
La Compañía de Jesús llega por primera vez a Cuba en 1566, desarrollando su labor a través de colegios, misiones en barrios populares, en capillas e iglesias de diversas localidades. En 1961 son intervenidos todos los colegios, seguido por la salida y expulsión de sacerdotes y hermanos, reduciéndose su cuerpo apostólico en un 85 %. Los pocos jesuitas que permanecieron se pusieron a disposición de los obispos para ayudar a la Iglesia en lo que hiciera falta. En la actualidad la Compañía está presente en cuatro ciudades en todo el país desde donde brindan atención a diferentes parroquias, capillas, Centros Loyola, así como un Centro de Espiritualidad y dos Casas de Ejercicios Espirituales.
La historia de Cuba en el último medio siglo ha estado marcada por un sistema político que, a escasas 90 millas de Estados Unidos, ha logrado mantenerse en el poder a pesar de las dificultades económicas, desafiando al coloso del Norte, liderando el movimiento liberacionista de América Latina, pero a costa de grandes sacrificios de su bienestar económico, de sus libertades cívicas/religiosas y de la integración nacional.
Estos años de permanente crisis económica han producido desgaste profundo del sistema y su capacidad productiva, y una gran dificultad para la renovación del liderazgo. El resultado es un país con personas valiosas, pero cansadas y desgastadas por la desesperanza. Sobre todo choca el aumento del desencanto y la falta de horizonte en una juventud que cada vez más sueña su futuro como una evasión. La historia los ha marcado con profundas rupturas: con la patria, de la que han decidido emigrar, a veces sin esperanza de retorno, implicando rupturas familiares nunca totalmente sanadas. Rupturas también interiores con su pasado, con sus creencias o con sus valores, por idealismo, miedo u oportunismo, que nunca se han perdonado a sí mismos. Un país con fuerte identidad y potencial, pero cansado, debilitado, dividido, una sociedad civil frágil, y en el que hay gran inestabilidad en la constitución de los sujetos de derechos y de ciudadanos responsables.
La Compañía de Jesús en estos años ha logrado mantener su fidelidad creativa a su misión en esta tierra con presencia ininterrumpida y generosa. Hoy, conscientes de que corren aires de cambio, no queremos mirarlos con el derrotismo y la desesperanza, con la desconfianza aprendida. Queremos entusiasmarnos con la misión a la que nos envía el Rey Eternal y dar respuestas a las principales necesidades que identificamos y somos capaces de atender.
Ayudar a restaurar una bandera
Desde los primeros momentos de la Revolución, Cuba se propuso cumplir que la educación fuera derecho del pueblo, erradicando en poco tiempo el analfabetismo y extendiendo la cultura hasta alcanzar en la actualidad índices en la educación que están por encima de los llamados países desarrollados.
A pesar de esto, en los últimos años nos hemos enfrentado a serias amenazas para el futuro de la educación cubana tales como un déficit considerable de maestros (bajos salarios y precarias condiciones de trabajo en el sistema educacional) y la pérdida de valores (sistema ateo, consecuencias de la crisis económica).
Ello trae como consecuencia que los niños/as y adolescentes en edad escolar necesiten reforzar los contenidos y conocimientos adquiridos en las aulas de clase, así como alcanzar un desarrollo social, afectivo y moral que en ocasiones sus maestros no son los más acordes para transmitir, pues carecen de un buen manejo de la didáctica y la pedagogía, otros no brindan un buen trato a los estudiantes, muchos asisten a la escuela por cumplir y tener un salario para subsistir, falta en muchos de ellos la vocación, lo que afecta el proceso de enseñanza y aprendizaje y en general el desarrollo integral de los estudiantes.
Por eso acompañamos a los adolescentes y jóvenes en el deseo de cambio, de superación, de poder hacer algo diferente y con sentido, que les ayude a estar mejor preparados y de alguna manera ser más productivos. Además el aprendizaje de inglés y computación les permitiría a muchos de ellos comunicarse personalmente con sus familiares que han tenido que emigrar fuera para buscar una manera más digna de subsistir.
Cuidar de la gente, vivir con espíritu
En los años más recientes, viene creciendo en Cuba el número de personas laicas que descubren y se interesan por la espiritualidad ignaciana y buscan la experiencia de los Ejercicios Espirituales en sus diversas modalidades. Eso ocurre especialmente en las ciudades donde estamos presentes: La Habana, Santiago de Cuba, Camagüey, Cienfuegos, pero también en otras, donde hay congregaciones religiosas de inspiración ignaciana (como las Jesuitinas en Holguín y Bayamo, y las Catequistas Sopeñas en Santiago de Cuba). Podríamos hablar de aproximadamente 500 personas laicas que están tomando parte en distintas ofertas de Ejercicios Espirituales ignacianos cada año en varias ciudades de Cuba.
Las Escuelas de Perdón y Reconciliación (ES.PE.RE.)
La sociedad cubana está bastante marcada por situaciones y sucesos que han generado muchas heridas. Aunque la esclavitud haya sido abolida oficialmente en 1886, su triste herencia permaneció en el racismo y en la pobreza de los descendientes de los esclavos. La Revolución de 1959 trató de enfrentar el racismo presente en la sociedad cubana y de hecho ayudó mucho para que la población descendiente de los esclavos lograra acceder a todos los ámbitos de la sociedad. Sin embargo, el racismo sigue siendo una realidad en el país, y todavía se experimenta la necesidad de enfrentar las heridas que ha producido y sigue produciendo entre la población.
Por su parte, a pesar de los cambios positivos que trajo, el proceso revolucionario también ha sido generador de mucho sufrimiento. El modo como se mantuvieron los ideales de la Revolución produjo muchas heridas: la separación de familias, cubanos que viven en la diáspora (en especial los conflictos con los que viven en Miami), la pérdida de bienes materiales, la imposibilidad de libre expresión de ideas, la discriminación por orientación religiosa, ideológica y afectiva; a pesar de los cambios en tiempos recientes, esas heridas necesitan todavía ser curadas. Muchas personas se sienten bajo constante presión y control; además, las condiciones de los servicios prestados por el Gobierno a la sociedad se van deteriorando, lo que genera una creciente insatisfacción que a su vez se traduce en actitudes de violencia en distintos ámbitos (violencia en la familia y en la escuela, violencia de género, falta de urbanidad y cortesía en las relaciones interpersonales, pérdida de valores éticos…).
Ese contexto presenta, pues, una fuerte demanda de lo que las ESPERE se proponen trabajar: la oferta de experiencias de sanación de heridas, de procesos de perdón y reconciliación, que capaciten a la gente para hacer un camino personal en ese sentido, proceso que resulta también en beneficio de la comunidad en que viven. Es por ellos que el objetivo general de las ESPERE en Cuba es promover una cultura que fomente la paz a través de la práctica del perdón y la reconciliación. Para ello, se ofrecen talleres y otras actividades en las que aprenden a tratar de manera activa y positiva el tema de la resolución de conflictos, a prevenir o evitar la agudización de situaciones conflictivas y a construir la paz.
Una Pastoral Juvenil activa
Cuba, a partir del momento en el que adoptó un modelo político-económico que pretendía trasformar la sociedad (enero de 1959), impulsó durante décadas un ideal de vida en toda la nación, hoy cada vez menos atractivo para las nuevas generaciones. Diversos factores han llevado en los últimos tiempos al desencanto de la población y especialmente de los jóvenes. El elemento fundamental ha sido la crisis económica de las últimas dos décadas después de la caída del bloque socialista de Europa del Este, la cual no ha podido ser solucionada; la válvula de escape para una parte elevada de la población, fundamentalmente la juvenil, ha sido la migración externa o el exilio interno (desentendiéndose por completo de la suerte de su país aunque resida en él). Este comportamiento ha configurado la sociedad cubana actual, acentuando la fractura familiar, el individualismo exagerado, la apatía por generar cambios sociales y finalmente el deterioro ético y antropológico del cubano y la cubana contemporáneos.
La presencia juvenil en la Iglesia Católica en Cuba es porcentualmente baja, aun teniendo en cuenta que la población cubana actual envejece con mucha rapidez. Los jóvenes católicos comparten las mismas inquietudes, sueños y frustraciones que el resto de sus congéneres, pero no resulta claro tampoco para ellos cómo la fe en Dios puede convertirse en impulso que les ayude a asumir opciones encaminadas a trasformar su entorno y a convertirse en protagonistas de su historia. La espiritualidad ignaciana se va convirtiendo poco a poco en herramientas para vivir la fe como un horizonte de sentido para la vida ahondando en la experiencia de un Dios que trabaja en este mundo y nos invita a colaborar con Él para transformarlo en un lugar más humano y por ello más divino.
Los jesuitas hemos hecho la opción de trabajar activamente en el mundo juvenil ofreciendo los recursos intelectuales, espirituales y pastorales de la Compañía de Jesús y aprovechando nuestra presencia en todas las regiones del país. Actualmente la Red Juvenil Ignaciana se extiende por todo el país y es coordinada en sus distintos niveles por jóvenes que se han formado en este proyecto. Hoy esta propuesta resulta atrayente para jóvenes cristianos y no cristianos prometiendo influir positivamente en la Iglesia y en la sociedad cubana del presente y del futuro.