Por Luisa Pernalete | @luisaconpaz.
La pandemia que nos afecta, a veces no nos deja ver las manos extendidas que van surgiendo para ayudarnos unos a los otros. En esta columna compartimos diversas historias de gente solidaria que generosamente trabaja por otros sin esperar pago de ningún tipo.
Franklin es Psicólogo, ha trabajado en formación de maestros de educación especial, y tiene experiencia en manejo del estrés. Decidió organizar unos “foros chat” (por WhatsApp) con el escaso equipo que tiene en casa. Nadie le va a pagar, y él está contento de ayudar a otros. ¡Solidaridad de la buena!
La maestra Maylin trabaja en un centro educativo de Fe y Alegría, vía El Junquito. “Doy tercer grado. Cuando comenzó la cuarentena, empecé a mandarle mensajes a mis alumnos con eso de las tareas, las orientaciones… Pero ahora, también les mando mensajes de voz de otro tipo, saludándoles, con afecto”. Lo hace para que sepan que ella está pendiente, que les quiere. Son 23 alumnos. Comenta que a veces ellos le mandan noticias de lo que hacen en su casa, fotos de lo que hacen con su familia. En fin, puro cariño. Nadie la obliga a este otro acompañamiento afectivo. Lo hace porque les tiene cariño a los niños, porque es realmente una “madrina”, una segunda madre para sus estudiantes.
Yralis vive en el estado Aragua, es maestra jubilada, pero está en otros proyectos formativos comunitarios. En esta cuarentena ha estado cooperando con la parroquia católica de su sector con el “arepazo solidario”. Hacen arepas para entregar a los más vulnerables. Me comenta que esos niños si no van a la parroquia no comen.
Vía carretera vieja de Caracas – La Guaira hay una escuela de Fe y Alegría, la única de la zona que tiene cobertura del PAE. El comedor no se ha parado en esta cuarentena. Los niños no se reúnen, pero se les cocina, y las madres buscan su comida y se la llevan a su casa, para evitar aglomeraciones. El equipo directivo se turna, cada día va uno, siguen teniendo la responsabilidad. No sería obligatorio que fueran, pero quieren garantizar que todo se haga bien.
Belkis es maestra del núcleo rural El Pao, de Fe y Alegría, en el estado Bolívar. Vive en un caserío donde no hay internet, tampoco cobertura de telefonía celular, pero la maestra conoce muy bien a los niños y niñas que van a la pequeña escuela, conoce los propios y los de las otras docentes. Consideró que los estudiantes merecían estar atendidos en esta cuarentena. Así que, escribe a mano las orientaciones para los pequeños y se las lleva casa por casa. Llega a casi 60, los propios y los de otras docentes. Nadie le va a pagar ese esfuerzo, nadie la está obligando, lo hace por pura solidaridad con los niños. Los sectores rurales suelen ser olvidados dentro de los olvidados.
La señora Rosbelly vive en San Félix, al frente de una escuela de Fe y Alegría, que abarca una cuadra. Hace dos meses robaron el plantel. Ella tiene sus hijos en ese colegio. Decidió que ese lugar había que protegerlo, por sus hijos y por la comunidad, sabe lo que significa que desvalijen el plantel. ¿Cómo se repone lo perdido? Entonces, pone su despertador cada hora en la noche, se levanta y chequea. Su esposo le ayuda en la tarea. Vigila desde su casa. En Semana Santa, en plena cuarentena, pudo frustrar otro robo. Vio algo extraño, alertó a los vecinos y entre todos evitaron el hecho. Nadie le paga, nadie la obliga. Pura responsabilidad ciudadana y solidaridad.
“No los hemos olvidado” Ese es uno de los mensajes que los docentes de la escuela “Monseñor José Alí Lebrum” de Fe y Alegría de Puerto Cabello han mandado a sus alumnos. Pensaron que la relación no podía ser solo de “mandar tareas y orientaciones escolares”, lo afectivo también es muy importante. Así que cada uno hizo su cartel, se tomó una foto y han estado mandando saludos y expresiones de afecto a los estudiantes. Vi unas fotos, me encantó la idea. Cerebro creativo al servicio de la educación a distancia y de la solidaridad.
Beatriz es médico, gastroenterólogo, desde hace unos años está, entre otras cosas, en un grupo de médicos que hace consultas en línea. En esta cuarentena se preguntaron qué podían hacer para aliviar los dramas, y estuvieron de acuerdo en seguir con las consultas, pero gratis. El Dr. Ricardo, el coordinador de Médicos Venezolanos On Line, como se llama el grupo, informa que son más de 100. Pura solidaridad.
María Auxiliadora es venezolana, pero la cuarentena la agarró en Winchester. Su hijo es médico en esa ciudad. El hospital en donde trabaja pidió a la comunidad que cooperara con mascarillas, porque la situación es apremiante. Del hospital enviaron un tutorial explicando cómo se hacen los tapabocas y ella decidió cooperar. Consiguió unos retazos y le prestaron una máquina de coser. Ya entregó su colaboración a los compañeros de su hijo. Nadie la obligó, le pareció que tenía que cooperar con ese personal que trabaja por los demás.
Finalmente, tenemos a Rena, ella es periodista. Le mandé el Padrenuestro de la cuarentena que escribí en Semana Santa, le gustó y como es muy habilidosa, montó la oración en una lámina para que pudiera ser enviado por WhatsApp. ¡Le quedó lindo! Y ahora yo he podido difundirlo por esa vía. Yo no sé hacer eso. Tampoco se lo pedí, lo hizo por buena gente. Agradecí el gesto. En estos tiempos, cualquier ayuda digital se recibe con mucha alegría por su gran utilidad.
Y así, pudiera seguir compartiendo historias de “velitas en medio del apagón”, manos extendidas en medio del distanciamiento físico que impone la cuarentena.
Me he conmovido escribiendo cada historia recogida y me refuerza el convencimiento de la posibilidad de crecer en medio de la adversidad, la posibilidad de que nazca una sociedad más humana, la posibilidad de hacer las paces con el necesitado. ¡Ojalá los que toman las grandes decisiones se dejen inspirar por los ciudadanos solidarios!