Luisa Pernalete
La solidaridad es un valor. En las buenas escuelas se enseña para que los niños y niñas aprendan a ayudar a los demás. El Gobierno suele hablar de “economía solidaria”. Nadie pensaría que ser solidario pudiera ser algo “peligroso”, pero aquí en Venezuela sí lo es. Pues les cuento que PROVEA y la ONG Homo et Natura (del Zulia) están enfrentando un juicio por haber sido solidarios con el pueblo indígena yukpa, cuando el 21 de julio del 2010, ambas organizaciones, apoyaron una protesta de ese pueblo, para ser juzgados según sus propias leyes – tal como lo establece el artículo 260 de nuestra Constitución.
Como se dice coloquialmente, “eso se cuenta y no se cree”. Completo para que puedan ver nuestro asombro ante este juicio: los yukpas se habían trasladado a Caracas para protestar, como ya dijimos en el otro párrafo, y, como suelen hacer, se llevaron consigo sus hijos. ¿No han estado ustedes nunca en una reunión de indígenas no criollizados o poco criollizados? Siempre las madres andan con sus hijos para arriba y para abajo, y cuando van creciendo, los padres se los llevan a tumbar conuco o a las actividades de cacería. No hay guarderías en las comunidades indígenas. Los niños y las niñas están acostumbrados a andar con sus padres todo el tiempo. Pues bien, estos yukpas hicieron lo propio, pero las autoridades en Caracas consideraron que los niños y niñas debían ser devueltos a su lugar de origen porque estaban siendo utilizados como escudos humanos.(¡a quién se le ocurre que una madre indígena haga eso¡). Pues en esa ocasión, en julio del 2010, Provea- Programa Venezolano de Educación y Acción en Derechos Humanos- y Homo et Natura, apoyaron aquella protesta, y dos años después, se les informa que tienen un juicio en su contra por apoyar una protesta que ponía en peligro a los niños y niñas yukpas.
Realmente una no sale del asombro. No sólo por lo tarde de la notificación a las dos organizaciones defensoras de lo se DDHH sino, sobre todo, por el desconocimiento de las costumbres indígenas ¿Algunas vez habrán ido a una comunidad yukpa? ¿Realmente les preocupa la situación de los niños yukpas? ¿No ven de manera permanente pequeños indígenas warao de diferentes etnias pasando trabajo, por ejemplo, en las principales avenidas de Ciudad Guayana? ¿Será que si me ven dándoles frutas me enjuician a mí también? Digo porque esos niños están en las esquinas pidiendo limosna y – según el criterio utilizado en contar de los yukpas en el 2010– pudiera pensarse que los chicos corren mucho peligro en avenidas que son vías rápidas. Realmente es riesgoso. ¿Y los niños wayúu que pernoctan en pleno centro de Maracaibo –a media cuadra de los tribunales – pidiendo al lado de sus madres? ¿A quién se enjuicia ahí? ¿Y dónde quedan los niños warao de Cambalache? Ya varios han muerto por desnutrición. Esos también recogen basura… acompañando a sus padres. ¿A quién le sale juicio en ese caso?
Una se pregunta, ¿de verdad les preocupa tanto la suerte de los niños indígenas? Lo único que se me ocurre es repetir la exclamación que en dos ocasiones hace el protagonista – el español Luis Fuica, de la película venezolana La Ley– dirigida por Pablo de la Barra – “¡No entiendo este país!”. Me la apropio y digo. ¡No entiendo la justicia de este país! ¿Será que lo que les preocupa es que la solidaridad exista y se active?
Esperemos que el 18 de febrero, cuando continuará este extraño juicio, la sensatez se imponga y alguien de la Fiscalía diga que ese juicio no procede.