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¿Cuál es el verdadero Pacto Social en Venezuela? ¿Podremos rehacerlo?

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Por Erick Daniel Camargo

A los estudiantes les dicen que la Constitución es el pacto social en el que se establecen las reglas del juego en una sociedad.

Pero en Venezuela esto no es así. En Venezuela las palabras de José Tadeo Monagas, el 24 de enero de 1846 siguen vigentes y con fuerza, cuando siendo Presidente de la República declaró “La Constitución es un papel que sirve para todo”.

El pacto social se suscribe generalmente entre los grandes actores políticos y las fuerzas vivas del momento. A la caída de la oprobiosa dictadura militar perezjimenista, se firmó el Pacto de Puntofijo, ese fue el verdadero Pacto Social, no la Constitución de 1961. Este pacto dejó unos por fuera, que recurrieron a las armas, hasta que fueron incluidos en otros acuerdos; hubo modificaciones y nuevos acuerdos, algunos tácitos; pero las reglas del juego las circunscribieron los actores políticos. Lo fundamental y que mantuvo estos pactos o Pacto vivo, fue la Renta Petrolera, cuando esta agotó sus posibilidades y el modelo se empezó a derrumbar, el Pacto se disolvió, no de golpe, pero si progresivamente, con eventos que marcaron un antes y un después, tales como el 27 de febrero 1989, las intentonas de golpe de 1992, el juicio político a CAP y la victoria del chiripero en 1993.
El Pacto se había quebrado.

Chávez apareció como el “refundador”, su propuesta más atractiva y que le ganó la mayoría de aliados, que luego romperían tempranamente con el, fue precisamente la Constituyente. Hacer una nueva Constitución, un nuevo Pacto Social; lo que escondía el anhelo popular era precisamente un nuevo acuerdo y nuevas reglas de juego, pero sobre todo recuperar esa base de estabilidad que había tenido el pacto anterior, la renta petrolera y su justo reparto. Chávez encarnó los principios del “octubrismo”, era la renovación del espíritu de AD, pero, con un elemento militar que hasta ahora no actuaba de frente, sino a las sombras y con correas. Se desataron las Furias del militarismo.

Se pensó que la nueva Constitución, la de 1999, sería ese pacto social que arreglaría todos los problemas del país y reacomodaría los acuerdos básicos. Pero empezó todo mal, la Asamblea Nacional Constituyente y su método de elección excluyo a quienes no formaban parte del bando vencedor, el de Chávez, además de la actitud de los nuevos gobernantes, empeñados en acordar únicamente ellos con la base popular del país, excluyendo a los demás actores políticos y sociales, incluyendo a la clase media y la burguesía, pensando en reemplazarlas al tiempo por nuevos actores. Esto claramente determinó que desde el principio se diese una fuerte polarización entre el chavismo y el llamado anti-chavismo, pero además un nivel de conflictividad olvidado, desde el principio de su gobierno, llegando hasta el golpe de estado del 2002.

La polarización y la conflictividad siguen vivas. Chávez logró sobrevivir gracias a un inesperado boom petrolero que le permitió hacer un reparto de la renta a discreción y sin necesidad de acuerdos políticos con otros sectores, que oportunamente habían abandonado los espacios políticos justo antes del inicio del mencionado boom. La mesa estaba servida.

Ahora la renta volvió a fallar y el chavismo, que había creado una poderosa base social a través de aquel reparto, vio como la misma se desmoronó aceleradamente y regreso la conflictividad. La oposición se envalentono y supuso una victoria fácil; pero la trama de poder del chavismo fue muy bien tejida y ha soportado los embates de sus contrarios. Hoy día, el desgaste en ambas fuerzas es abismal, la sociedad está harta y desesperada por una solución y un pacto social incluyente. Pero ninguno de los dos sectores en pugna parece entender o querer eso. El chavismo aspira a pacificar a sus rivales, sin ceder centímetros en los espacios de poder; la oposición quiere llegar al poder y gobernar sin acordar ni otorgar concesiones al chavismo. La partida esta trancada, ninguno reconoce al otro como sujetos políticos para llegar a un acuerdo social. Las fuerzas vivas están desarticuladas, debilitadas y divididas en la misma pugnacidad estéril.

Ahora se abrió una nueva mesa de diálogo entre algunos sectores de la oposición y el Gobierno, quienes aspiran a una derrota y destrucción del chavismo, improbable en cualquier escenario, desestiman y hasta se burlan de estas negociaciones, sin siquiera atender el problema de fondo a discutir allí; sin saber si se discute o no; cuál será el pegamento de ese pacto social que pueda derivarse de allí, la renta no da más y no dará más ¿Intentarán usar el Arco Minero con todas sus catastróficas consecuencias para la vida humana y la naturaleza? ¿Cómo incluirán a los sectores beligerantes que no aceptan la convivencia y buscan la erradicación del contrario? ¿Cómo construir un Estado nuevamente con bases sólidas, con los mismos métodos intentados en el pasado y medianamente funcionales? ¿Cuál será la base del nuevo pacto social y se entenderá que en este se deben incluir a todas las fuerzas vivas, pero a la vez se debe dar a los niveles más básicos de una sociedad quebrantada y dividida desde sus células familiares? ¿Cuál será el signo de esa Venezuela que se debe configurar en esos acuerdos? ¿Cómo el Estado volverá a tener control territorial y credibilidad en la sociedad venezolana?…

Esos son los principales retos y cuestionamientos sobre el proceso de negociación y formación de un Pacto Social en la actualidad. Lo que hoy se debate, más allá de la salida o no de un Gobierno y de la transición política, es la viabilidad de Venezuela, como la conocemos hoy, como Estado; o su posible desintegración y deconstitución. Es mucho lo que está en juego.

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