Por Cardenal Baltazar Porras Cardozo
Las pandemias son de muy variadas características. El Covid-19 pone en evidencia la fragilidad ante un enemigo invisible que encuentra a la humanidad toda contra la pared. Pero ha servido también para poner en evidencia las fragilidades de los seres humanos que se dejan seducir por políticos pico de oro, pero sin contenido real. Solo les interesa el poder y no la gente, generando una creciente pobreza material y espiritual que sume al país en la peor crisis de su historia.
Cómo cuesta aceptar que somos creaturas, por tanto, limitados en todo; aunque nos preciamos de ser los reyes de la creación, constatamos que no lo somos. Como paja que lleva el viento o como flor del campo que florece por la mañana y se marchita por el calor del sol por la tarde. La libertad de la que nos jactamos, la usamos para intereses bastardos, creando esclavitudes que laceran a la humanidad por regímenes que no aprecian la vida de los demás, sino la de los suyos.
¿A quién le echamos la culpa? Nunca a nosotros mismos, siempre a otros. El más socorrido es preguntarse y dónde está Dios, porque guarda silencio ante tanto mal. Está ausente o ajeno… Entresaco unos párrafos del libro Palabra y silencio de Dios y sobre Dios que invito a leer por lo iluminador, teniendo en cuenta que el misterio no tiene explicación racional y nunca satisface a quien busca explicación total y definitiva.
Es paradójico que quienes más sufren la ausencia de Dios sean precisamente los creyentes, y quienes más lamentan su presencia sean algunos no creyentes. Los creyentes quisieran sentir y gozar siempre su presencia. Algunos no creyentes quisieran hacer desaparecer a Dios de la vida pública y privada, del discurso y del vocabulario, del imaginario colectivo. Pero eliminar todo rastro de Dios no es tarea fácil, ni siquiera en los ambientes más secularizados.
Se cuenta la siguiente historia de un conocido político: él se declaraba ateo confeso y practicante. Presidía una reunión del partido en la que se debatía la propuesta de eliminar toda referencia a Dios en los discursos, documentos y manifiestos del partido. Un camarada llegó tarde a la reunión y entró saludando: Buenos días nos dé Dios. El presidente de la reunión, enfurecido, le reclamó su retraso y sobre todo su referencia a Dios, precisamente en aquel momento, cuando se trataba de borrar toda huella de Dios en el lenguaje del partido. Después de recriminarle seriamente, le imperó: y ahora salga usted de la sala y luego entre como Dios manda. Ni para los ateos resulta fácil borrar todo vestigio de la presencia de Dios en la cultura ambiental.
En nuestro medio, muchos ateos que se dicen creyentes, pretenden domesticar a Dios y lo nombran e invocan como si se tratara de una marioneta. Es un tema al que hay que meterle los dientes, para no dejarnos manipular burdamente por quienes solo creen que ellos son la personificación de Dios. Que para todo da el lenguaje de los populistas. Reflexionemos y no nos dejemos engañar tan fácilmente.
Fuente: Arzobispado de Caracas | Oficina de Información