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Edificio Centro Valores, local 2, Esquina de la Luneta, Caracas, Venezuela.

Crónica de una fiesta anunciada: La Merced (Obatalá)

La Merced

Jaime Palacio*

11:50. Con rapidez llego a la Iglesia “La Merced”. También, con algo de premura y preocupación busco al profesor Carlos y descubro que no ha llegado; respiro, me siento y descanso.

11:55. En cinco minutos ya había sentido el alivio del intenso Sol que me sofocaba. Es hora de empezar:

Sin títuloEn ese momento el templo está relativamente vacío. No es muy grande pero su altura causa un efecto visual interesante. Hacia el fondo, el altar principal muy mal iluminado, oscuro de hecho. Las bancas están dispuestas en la nave central y a los lados dos largos  pasillos en los que reposan diferentes imágenes. Una señora llora mirando a un Cristo y cerca de unas cuarenta personas sentadas esperan el inicio de la Eucaristía.

Pronto, mi atención se dirige hacia el ala derecha del templo. Allí, aproximadamente veinte personas, rodean la imagen de la Virgen de La Merced, patrona de los privados de libertad y cuya festividad la Iglesia la celebra cada 24 de septiembre. Como ya sabemos todos, los santeros celebran en ella al Orichá Obatalá[1].

La mayoría de las personas visten de blanco de pies a cabeza lo que indica que están en el proceso de iniciación o, como hemos señalado, se visten así para la ocasión de rendir tributo a este Orichá. Mezclados con ellos, también están los devotos de la Virgen quienes sin inmutarse también alzan sus plegarias a esta patrona. Hay otros practicantes de la Santería que no iban vestidos de blanco pero por sus collares coloridos y sus pulseras representativas pueden reconocerse. En medio de ellos, como si fuera poco, un mendigo de origen italiano cambia oraciones a la Virgen por alguna limosna.

Casi todos los que están sentados no dejan de mirar hacia el grupo que rodea a la imagen de la Virgen. Los asistentes toman múltiples fotos con sus celulares. Un practicante de la Santería con una guanábana en la mano izquierda le toma fotos en señal de ofrenda a Obatalá.

12:05. Entra el sacerdote acompañado probablemente de un diácono. Ambos lo hacen  cantando: “Qué alegría cuando me dijeron, vamos a la casa del Señor…”. Nos levantamos  y varios de los que estaban junto a la imagen de la Virgen se han acercado a las bancas para participar de la misa.

Dos personas llamaron mi atención en particular porque en la medida en que los santeros entraban, casi todos se dirigían a ellos con un saludo, seguramente tenían alguna autoridad. Mientras se llevaban a cabo las oraciones iniciales de la misa pude darme cuenta de que muchos de los santeros, iniciados o no, participaban de ella con total devoción, al punto que su actitud respetuosa cuestionó mi posición de observador. Sin embargo, también había otro grupo que permanecía frente a la imagen y durante toda la misa entraban y salían personas que venían a la Iglesia a buscar solo a Obatalá o a la Virgen de La Merced.

La Merced

12:14. Homilía. El sacerdote, una vez hecha las lecturas, se sentó y fue el mencionado diácono quien llevó a cabo la reflexión. Empezó resaltando el sentido de la fiesta y los beneficios de la Virgen de La Merced. Enfatizó el hecho de que era la patrona de la liberación y entonces pregunta. “¿De qué queremos que nos libere hoy a nosotros los cristianos?” Pues [pensé yo] de la idolatría. En las palabras cada vez más vehementes del joven seminarista notábase su indignación ante lo que ocurría a pocos metros del púlpito en el que se encontraba: “No entiendo cómo es posible que puedan hacer eso[2], el único poder verdadero es el de Dios. La mente los engaña, esa es la imagen de la Virgen no se trata de otra cosa[3]”.

Algunos santeros descubren que la arenga es con ellos pero no por eso cesan en sus alabanzas silenciosas a su Orichá. Cuando parece que está a punto de terminar nuevamente acendra su discurso para insistir en lo inconcebible que le parece la idolatría. A pesar del hervor de su discurso nunca deja de pronunciar las “s” de todas las palabras cosa que me resultaba un tanto extraña dadas la común omisión de esa consonante en nuestro contexto. Con esta, ya son 15 veces que nombra la palabra “idolatría” en el impotente discurso.

La Merced1

12:31. Avanzamos en las oraciones de la Eucaristía. En ese momento noto la llegada de una familia completa que trae a una niña recién nacida a presentársela al dios africano, lo sé  por la pulsera en la mano izquierda de la bebita y por la vestimenta de sus padres. En ese momento descubrí que nada de lo que pasaba en el altar tenía que ver con lo que sucedía alrededor de la Virgen. Ni siquiera los que no eran santeros se acercaban a la Eucaristía: Nunca había estado en una Eucaristía en un contexto politeísta.

Nos tomamos la mano para rezar el Padrenuestro. “Venga a nosotros tu reino…”. Una camioneta con un Reggaetón a todo volumen apagó nuestras súplicas que de nuevo se escucharon en el “no nos dejes caer en tentación…”. Luego, el momento de la paz. Todos los santeros participan del saludo de la paz con mucha cortesía y respeto. La mayoría se integra a la feligresía con mucho regocijo.

la merced212:48. Comunión. La introducción característica a este momento es cuando el sacerdote o, uno de sus acólitos, señala quién puede y quién no puede recibir el Cuerpo de Cristo y, dadas las circunstancias, con mayor razón valía el aviso de excomunión. Después de la advertencia, nos ordenamos como dijeron: dos colas en el centro a la punta de las cuales estaban los celebrantes distribuyendo el Cuerpo de Cristo. Decido avanzar rápidamente cuando veo que una mujer morena, treintona y santera empieza a hacer el camino de la comunión junto a su hija de unos cinco años aproximadamente: la niña vestida de blanco de pies a cabeza. Muy cerca de la escena, puedo ver el momento en el que la morena y el sacerdote se encuentran: él para dar y ella para recibir el sagrado Cuerpo de Cristo. Los desafinados cantos de las fieles octogenarias impiden que escuche el diálogo entre esos dos seres vinculados por la historia y por la cultura más de lo que ellos mismos piensan.

El sacerdote se opone y ella insiste. Él le explica, ella atiende pero luego rebate sus palabras. Ella no entiende y él no entiende por qué ella no entiende. La discusión es muy intensa pero respetuosa, siempre en voz baja. Quienes están detrás de ella, después de varios minutos de espera, cambian de carril y reciben la Comunión de manos del acólito. La niña mira a su mamá y al sacerdote y, claro no entiende por qué el hombre no quiere darle “eso” a su mamá; pronto se entretiene con las líneas divisoras del piso.

Simultáneamente, alrededor de la Virgen y de Obatalá, sigue llegando gente: algunos permanecen solo unos minutos pero vi a varios que, durante toda la misa y con mucha piedad, han estado haciendo sus oraciones.

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Termina la escena entre el sacerdote y la morena. Ambos tomaron rumbos distintos, él hacia el altar y ella hacia la calle, acaso hacia el mundo. Ambos molestos, fatigados por la contundente discrepancia y agobiados por nuestra vulnerabilidad ancestral que hoy más que nunca le resta fuerzas a este manso pueblo.

Fijo mi atención en los rostros de la gente que rodea a la Virgen-Obatalá. Realmente me conmueven las formas piadosas, los ojos enternecidos y suplicantes, la docilidad de hijos vulnerables, golpeados por la vida, necesitados de tanto. Buscando elementos comunes en mi observación hallo uno, acaso el que más: la mirada. Todos los rostros comparten las mismas expresiones y la misma mirada de reconocimiento de la flaqueza personal y de ruego de auxilio divino. Si tuviéramos que definir la vida de los venezolanos de hoy a partir de las miradas a lo sagrado aquí podría hallarse buen material para diagnosticar lo que nos sucede.

13:05. Palabras finales y bendición. Los avisos parroquiales anuncian misa solemne a las 18:00. Además, una vez finalizada la misa habría rezo del Santo Rosario hasta esa hora. Invitados todos. “La bendición de Dios….”. La mayoría de los participantes recibimos la bendición con docilidad y sólo unos pocos no prestaron atención al cierre. Salen los celebrantes y se cierran las puertas tras ellos.

13:10. Me asomo a la calle para ver si el profesor Carlos está por ahí. Salgo del templo y justo en la acera, encuentro a los buhoneros haciendo su agosto. Sobre todo la señora de las flores se veía que le iba muy bien porque prácticamente todos los santeros entraban a la Iglesia con su respectivo ramo, nada económicos por cierto. Al cruzar la calle hay un restaurante de apariencia nefasta pero muy concurrido. Intento comprar algo de beber porque el calor es intenso pero me alejan de allí el bullicio y las moscas. Camino hacia la Av. Urdaneta y en el trayecto descubro un restaurante chino. Entro, pido agua mineral y no hay. Pido una cerveza helada. Mientras me la tomo reparo en la deidad central del mesón principal de la tasca: regordeta, roja, con varas de incienso a medio quemar. Pregunto a la joven asiática: “¿Quién es ese?” Me respondió: “No lo sé”. Su nerviosismo fue evidente aunque todavía no sé por qué.

13:15. Salgo del deprimente lugar y regreso a la Iglesia. Noté que el flujo de personas había aumentado considerablemente coincidiendo en general con lo que ya había observado. El detalle nuevo fue ver a un santero con un gorro rojo y a una chica con uno amarillo. Sintiendo que he cumplido mi objetivo decido marcharme rumbo al centro. Me abro paso entre la gente, la contaminación y el bullicio, dejo atrás las imágenes de La Merced, Obatalá, el buda chino para toparme con las de Hugo Chávez: nuestro politeísmo ancestral está más vivo que nunca.

Notas sobre la Santería y la situación venezolana

Al terminar la experiencia pensaba en la complejidad del aciago momento que vivimos los venezolanos: estamos tan fragmentados como sociedad; hay tantas razones para no encontrarnos; tenemos tantos motivos para no reconciliarnos; son tantas las ganas de ensimismarnos que la angustia ya ha hecho morada en nuestros corazones y el renacer como sociedad se disipa rápidamente. Confío en que, de tanto que rezamos, del cielo nos venga pronta ayuda.

La Santería es una religión que está en franco crecimiento[i] en nuestro país. Cada vez es más común toparnos con personas que la practican y eso, además de llamar la atención, debe llevarnos a preguntar por qué de unos años hacia acá es particularmente notorio dicho aumento.

Apuntamos razones de dos tipos que podrían explicar a qué se debe este rápido aumento del número de practicantes de la Santería en nuestro país. El primer grupo de razones versa sobre el contexto nacional, la Venezuela de los últimos años. El segundo grupo tiene que ver con lo que propiamente ofrece esta Religión, así podríamos hablar de razones extrínsecas y razones intrínsecas.

Sobre las primeras es claro que Venezuela está en crisis. La realidad es tan infausta que hasta quien use los “lentes de la ideología” puede verla: después se podrá hacer el loco pero no podrá negarla. Esa crisis está caracterizada por un vacío institucional[ii] político y religioso cuya principal consecuencia es una incertidumbre radical. No se sabe hacia dónde nos dirigimos, toda planificación deviene en un ejercicio de prestidigitación por lo que las instituciones y las personas navegamos a la deriva aferrados a los pocos maderos que impiden que sucumbamos. Ante eso la estrategia económica y social e incluso familiar pareciera que es: arriesgar lo mínimo y, en esa lógica, es imposible avanzar.

El informe del Observatorio Nacional de Violencia[iii] sobre la realidad venezolana en esa materia estima (porque no se puede hacer otra cosa ante la ausencia de cifras oficiales) que la relación es de 82 muertes por cada 100 habitantes lo que supuso un aumento respecto del 2013 y ser merecedores del espectacular segundo lugar en la categoría de la tasa más alta de homicidios en el mundo solo superados por Honduras.

A lo antes señalado hay que sumarle el tema de la Salud en Venezuela[iv]. Los servicios de respuesta y atención primaria, la infraestructura hospitalaria, el éxodo de profesionales del área, el aumento de las tarifas de los seguros y el desabastecimiento de medicamentos de diversa índole son algunos elementos que han contribuido a la crisis en este sector tan importante. Es suficiente tener en cuenta la noticia de los 13 fallecidos por falta de atención médica en el Hospital Clínico de Caracas a principios de año.[v]

Un reciente artículo detalla las complejidades del tema económico[vi]. El debate que empieza a circular en el mundo de la economía es aterrador. La cuestión es poder determinar si hay o no hay Hiperinflación. Más allá de las consecuencias terminológicas del asunto lo crucial es lo que viven las familias y las instituciones sometidas a una economía de posguerra en la que no se vislumbran cambios esperanzadores.

Esos tres aspectos (hay muchos más) muestran la vulnerabilidad del venezolano en las actuales circunstancias. Pues bien, esa crisis y esa vulnerabilidad forman el caldo de cultivo ideal para la búsqueda de respuestas en el plano trascendental:

“Este discurso [el religioso] revela, sin ambages, cuánto se ha desatendido y excluido a la mayoría de la población, y revela también la influencia que esa desatención y exclusión han tenido en la expansión de la religiosidad popular, sobre todo en el caso de la religión de María Lionza. Cuando las instituciones sociales y los gobernantes no ofrecen respuestas a los problemas y a las frustraciones personales de los grupos sociales desfavorecidos, los espíritus hablan por ellos, como lo revelan las investigaciones de Yolanda Salas. Si el Estado condena a gran parte de sus ciudadanos a la indigencia, si los sucesivos gobiernos han excluido o son indiferentes a la salud y bienestar de la mayoría de los venezolanos, los venezolanos, hombres y mujeres, buscan a los dioses para obtener ayuda y protección. Si no hay seguridad en las calles, si el desorden pulula y la amenaza de disolución es constante, lo sobrenatural ocupa cada vez más espacio y empaña la realidad.”[vii]

Entonces, la crisis nacional causada por la crisis institucional ha desamparado al venezolano haciéndolo en consecuencia cada día más vulnerable. Eso ha hecho que en vez de exponerse a otros se cuide y recule, que en vez de relacionarse con otros para superar los problemas tienda a ensimismarse a tal punto que la ciudadanía en Venezuela posiblemente esté pasando por su momento más oscuro. Lo cual viene a ser el Talón de Aquiles de este gobierno socialista que en vez de lograr la conformación de verdaderas comunidades, según su espíritu original, ha generado un tremendo individualismo  apoyado en formas subrepticias de dominación neoliberal que hoy campean más felices que nunca. El venezolano trata de enfrentar la crisis solo, a lo sumo la familia y los amigos más cercanos participan en las cadenas de trueque que se han implementado pero esta experiencia no trasciende de una estreñida solidaridad y claramente no contribuye en la solución del problema, evidentemente también hay heroicas excepciones.

Pero hay un detalle importante y tiene que ver con la crisis de la Institución eclesiástica en nuestro país. Dicha crisis se nota en dos ámbitos: en el número de vocaciones a la vida consagrada y, unido a eso, las distancias cada vez mayores entre el discurso de los sacerdotes y la realidad de la gente, entre el discurso oficial y el mundo popular. En este sentido urge una pastoral específica, una pastoral que entienda las dinámicas del mundo popular: “Desabsolutizar la religión de la institución eclesiástica es hacer lugar para el catolicismo popular.”[viii] Algunos de los elementos que, ante esta crisis y vacio, ofrece la Santería: “Hoy en día, la Santería, el Candomblé y la Umbanda son religiones que cuentan millones de adherentes en muchos países, hasta en Europa. Por un lado se nota una progresiva desafricanización, para hacer los ritos más aceptables al gusto de la clase media (p. e: abstención de sacrificios de animales)”[ix]

Se trata de una Religión que ha sabido adaptarse a las distintas circunstancias, mimetizarse en el mundo religioso oficial para permanecer en el tiempo y hoy, como se ha señalado, cuenta con millones de adeptos en todo el mundo, de hecho se afirma[x] que después de Cuba, Venezuela es el país con mayor número  de creyentes.

La Santería, podría decirse, es una Religión de la naturaleza (telúrica): nace, como muchas, de la contemplación de los fenómenos naturales y la respetiva antropomorfización de esos hechos revistiéndolos con narración mítica. Hay un Dios supremo (Olodumaré) quien se ha retirado a su cielo y corresponde a los Orichás el gobierno de todo lo que acontece en el plano terrenal: “Quizás convendría hablar de un politeísmo dentro de un marco monoteísta.”[xi] Para pertenecer a la Santería es menester un largo (aunque cada vez más corto) proceso de purificación en el que se procura empezar una nueva vida. Así, la vida del nuevo practicante se ve sometida a la más estricta observancia en el que son cuidados todos los detalles: desde el modo de vestir, lo que se bebe, lo que se come, dónde se anda, con quien se relaciona, etc. Los rituales constan de muchos detalles al punto que sea fundamental la figura del sacerdote o babalao quien es responsable de todo.

He aquí lo primero que hay que destacar: ante un contexto caracterizado por la anomia más radical la Santería se presenta como una Religión del orden del cosmos ante el caos reinante. Ofrece a los practicantes una estructura vital que regula todos los aspectos de su vida, por eso, no es de extrañar que muchos de quienes han ingresado hayan tenido una vida desordenada y al fin encuentren en ella el mundo que por sí mismo no han podido construir y que la descomposición del entorno también ha impedido. Este férreo conductismo, que recuerda en cierta medida a los evangélicos y a los musulmanes, tiene un impacto tremendo en la vida moral de las personas cuya experiencia interna es que han sido partícipes de una transformación radical aunque desde afuera puedan verse ciertas contradicciones.

El objetivo de esta transformación es agradar. Este esfuerzo por agradar a los santos-orichás es la condición de recibir de ellos: seguridad (protección), salud, prosperidad, entre otros, justamente las necesidades más grandes que tenemos los venezolanos. Como la incapacidad de las instituciones es abrumadora entonces se buscan esas necesidades terrenales en lo celestial. Además de ese camino de purificación, corresponde estar en adoración permanente a los orichás-santos para obtener determinados bienes, así, son necesarios los sacrificios-ofrendas que están determinados por los gustos de los santos y que deben ser bien administrados para granar su favor. En ese sentido se trata de una Religión transaccional cuya ritualística está basada en una dualidad: adoración-interés. Esa dualidad es vivida intensamente desde el practicante y desde la deidad para quienes en el rito esperan dar para recibir y recibir para dar respectivamente.

Con lo anterior la persona toma el atajo más esquivo de la realidad y logra “obtener” lo que desea vía los santos. Además de la catarsis que logra experimentar el practicante una y otra vez en las danzas, bailes y otras vivencias sobrenaturales y de los lazos afectivos-paternos-familiares que se desarrollan sobre la figura del padrino está la firme creencia de recibir los bienes de “manos” de los santos. En ese sentido, la Santería es una Religión útil, práctica e incluso pragmática que parte de las carencias más dramáticas y específicas de las personas y las eleva moral y afectivamente a horizontes insospechados, pero ya recorridos por otros. Así, como consecuencia colateral, se relativiza el papel de las autoridades gubernamentales como garantes de esos bienes y marca un distanciamiento del practicante con su entorno haciendo difícil, aunque no imposible, su participación en ámbitos de construcción socio-comunitaria.

En los venezolanos de hoy pareciera haber un movimiento ¿existencial? de lo comunitario a lo familiar-personal, de lo social a lo individual y que se manifiesta de diversas formas, una de ellas es en el incremento de creyentes en la Santería que, como hemos visto muy brevemente, ofrece todo de lo que carecen los integrantes de este manso pueblo. Pero además, habría que señalar las incursiones en diversas prácticas también de tendencia intimista y catártica, algunas religiosas, que protegen a la persona ante un país que se nos viene encima y donde la desconfianza gobierna: la oferta religiosa es amplísima. Las razones internas y externas señaladas aquí abren un amplio panorama de investigación académica que puede arrojar luces sobre la compleja situación venezolana. En este sentido, Hugo Chávez, alzado a los altares de la religiosidad popular venezolana, representa una figura de obligada interpretación por el enclave politeísta al que se vinculó sagazmente  y del que obtuvo cuantiosos dividendos.

*Profesor de la Escuela de Filosofía de la UCAB e investigador del Centro de Investigaciones de la Comunicación de la misma institución.

Fotografías: Luis Rahamut y Jaime Palacio

Notas:

[1] Obatalá nació de la transformación de Odduá y en la que se convirtió en juez y abogado de todas las criaturas, encargado de hacer cumplir las leyes y de poner a funcionar todas las cosas en el reino. Oloddumaré (Dios) le dijo: “De hoy en adelante vestirás Ochó Fun Fun (blanco), pues, como podrán ver todos los aquí presentes es el color con el cual yo me destaco –este se refería a los rayo de color plateado que brotaban de su cuerpo- ; toda persona que quiera venerar y pedirme será conveniente que use el color con el cual sea más identificado conmigo.” Pérez, Cecilio. (1986). (ITA) Mitología de la religión Yorubá. Impresión de Gráficas Maravillas. P. 147.

[2] Pensé en obsequiarle uno de los libros del profesor Samuel Hurtado pero recordé que no era mío.

[3] Nunca pronunció el nombre del Orichá en cuestión.

[i] “Hoy día Venezuela es, después de Cuba, el país con más creyentes en la Santería”. Olivero, Omar. (2005). Santería: huellas de una teogonía africana en nuestras costas. En: Lengwinat, Katrin & Suniaga, Ruth. (2013). Op. Cit. P. 165.

[ii] La colección Comunicación y Democracia publicó en el 2014 un material de primera en el que distintos especialistas analizan la compleja crisis venezolana. Con miras a lo que se afirma aquí es digno de mención el artículo: Trak Vásquez, Juan M. (2014). ¿Déficit republicano? Significaciones y valoraciones de la democracia en Venezuela. En: Delgado F., Carlos. (Editor). El nosotros venezolano. UCAB: Caracas.

[iii] http://observatoriodeviolencia.org.ve/ws/wp-content/uploads/2015/02/OVV-INFORME-DEL-2014.pdf

[iv] http://avch.org.ve/emergencia-sanitaria-analisis-de-la-situacion-del-sector-salud-en-venezuela/

[v] http://www.el-nacional.com/sociedad/personas-murieron-cirugias-hospital-Clinico_0_554944674.html

[vi] http://www.el-nacional.com/economia/Economistas-Nicolas-Maduro-resolvera-inflacion_0_714528651.html

[vii] Ascencio. M. (2012). De que vuelan, vuelan. Editorial Alfa, Caracas, Venezuela.

[viii] Trigo, Pedro. (2004). La cultura del barrio.  Fundación Centro Gumilla: Caracas. P. 161

[ix]  Pollak-Eltz, Angelina. (1994). Religiones afroamericanas hoy. Planeta: Bogotá. P. 6.

[x] Olivero, Omar. (2005). Santería: huellas de una teogonía africana en nuestras costas. En: Lengwinat, Katrin & Suniaga, Ruth. (2013). Op. Cit. P. 165.

[xi] Pollak-Eltz, Angelina. Ob. Cit. P. 48

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