Alfredo Infante sj
El día de ayer, lunes 21 de mayo, a las 9 am, al pasar por plaza Caracas, en pleno centro de la ciudad capital, me topé con la plaza llena de equipos de sonidos, tarimas, camiones cavas cargados con refrigerio y una pequeña concentración estudiantil con batas médicas; los jóvenes venían de la universidad bolivariana y estaban formados cual milicianos sin el espíritu rebelde del estudiante. Sobre la tarima una mujer con voz potente e hipostasiando la voz y el estilacho del Sr Presidente, convidaba insistente a gritar con alegría odas a la revolución. La respuesta de los jóvenes era tibia, desganada, como de resistencia pasiva. La mujer del micrófono desde la tarima insistía: “Están fríos estos gritos, vamos, todos, todos, con alegría revolucionaria”. Pero aquellos jóvenes, vestidos de bata blanca, sin pasión, gritaban su cumplido revolucionario. Tal vez, en algunas de esas mentes se atravesaría un peregrino grito rebelde a esta revolución asesina. Una mujer, transeúnte como yo, indignada comento: “Esta gente perdió la vergüenza”. Yo, susurré entre los labios “Si, han perdido la vergüenza y la humanidad”.