Por Mariángela Velázquez
Una medida humanitaria tiene el objetivo de salvar vidas, aliviar el sufrimiento y mantener la dignidad humana durante crisis causadas por el hombre o por desastres naturales.
¿Si en Venezuela no existe una guerra civil, no ha sufrido una fuerte sequía ni la ha arrasado un huracán cómo se explican las insistentes denuncias de que existe una emergencia humanitaria?
¿Por qué países como Estados Unidos, Francia y Canadá han enviado cargamentos de alimentos y medicamentos para salvar de la muerte a unos 300.000 venezolanos cuando en las principales ciudades del país los centros comerciales están repletos golosinas y artículos suntuarios?
Esa es la duda razonable que se plantean los que miran desde el extranjero al presidente interino de Venezuela, Juan Guaidó, quien ha llamado a los venezolanos a trasladarse masivamente a las fronteras el 23 de febrero para recibir comida no perecedera y fármacos esenciales en los centros de acopio en Colombia y Brasil.
También se lo preguntan los que han tenido la oportunidad reciente de dar un paseo fugaz por Caracas. No es fácil comprender cómo existen venezolanos que gastan dinero en restaurantes o en artículos de tocador estadounidenses si hay una crisis humanitaria sin precedentes en esa nación sudamericana.
La crisis venezolana es realmente inédita.
Hasta 2012, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) elogiaba a Venezuela por haber mejorado la calidad de la alimentación y haber reducido el hambre. Pero en un lapso de 5 años, la situación cambió de manera dramática, al punto de que la misma FAO dijo que la desnutrición se había triplicado en 2017 hasta alcanzar el 11 por ciento de la población.
Según esa proyección, unos 3,2 millones de venezolanos (de un total de 32 millones) estarían recibiendo una alimentación inadecuada.
La hiperinflación que, según el Fondo Monetario Internacional, podría cerrar en 10.000.000% a finales del 2019 ha erosionado el poder adquisitivo de tal manera que el 94% de los venezolanos no tiene ingresos suficientes para cubrir los costos de vida, según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi), divulgada por la Universidad Católica Andrés Bello en noviembre de 2018.
En medio de este contexto, los niños se han visto severamente afectados. La ONG Caritas informó en junio de 2018 que el 65% de los infantes venezolanos evaluados tenían algún grado de desnutrición.
El declive de la calidad de vida y el incremento en las restricciones políticas y civiles dispararon la conflictividad social. Las manifestaciones del 2014 y el 2017 dejaron cientos de muertos y miles de heridos y encarcelados. El Observatorio Venezolano de Conflictividad Social (OVCS) registró entre enero y diciembre de 2018 al menos 12.715 protestas, equivalente a 35 protestas diarias en todo el país.
Fuente: Yahoo Noticias