Scroll Top
Edificio Centro Valores, local 2, Esquina de la Luneta, Caracas, Venezuela.

#ConstructoresDePaz: Reconciliación en tiempos de cólera

MATERIALES PARA LA RED SOCIAL DE LA IGLESIA: CONSTRUCTORES DE PAZ

(seleccionados por Jesús María Aguirre s.j.)

Nota.- Con motivo de la participación de la Iglesia Católica en la Mesa de Paz en Venezuela a través de su Nuncio Aldo Giordano, traemos a la memoria de nuestros lectores algunas recomendaciones realizadas por Monseñor Juan María Uriarte.

uriarte reconciliacion

Monseñor Juan María Uriarte, obispo emérito de San Sebastián, presentó su nuevo libro ‘La reconciliación’ en Barcelona (Sal Terrae 2013). Es un obispo que vivió en la última etapa de Pastor las convulsiones de una ciudadanía vasca fuertemente dividida.  En la presentación declaró: Desde el ejercicio de mi ministerio he vivido larga e intensamente el dolor de percibir y sentir una sociedad desgarrada; he participado en intentos de pacificación y reconciliación; he reflexionado sobre esta temática; he aprendido de estudios que la tratan con rigor intelectual. Este es el fondo subyacente a mi aportación”.

A continuación exponemos algunas ideas que transmitió siendo aún Pastor en ejercicio sobre la reconciliación el 10 de mayo de 2006 en la XIV Semana Social “Ricardo Alberdi”:

RECONCILIAR

Introducción

La trilogía «pacificar-normalizar-reconciliar» es para muchos la triple tarea capital que le espera a nuestra sociedad. En términos muy genéricos, la pacificación entraña el fin definitivo de la violencia. La normalización comporta el acuerdo sobre el futuro marco jurídico-político de nuestra sociedad. La reconciliación alude a la recuperación de una convivencia basada en el respeto y la aceptación mutua de las personas y de los grupos. La comunidad cristiana se siente especialmente llamada por Jesucristo a contribuir a la reconciliación. Para responder a esta noble vocación necesita comprender bien qué es reconciliar y cuál es el cometido eclesial específico en esta amplia y delicada misión.

(…)

I. RETICENCIAS Y RESISTENCIAS ANTE LA RECONCILIACIÓN

Desde varios y contrapuestos flancos ideológicos la reconciliación es, al menos, objeto de sospecha en nuestra sociedad. Sin la pretensión de ser exhaustivo, agrupo en cinco rúbricas las prevenciones que despierta.

  1. Para muchos la reconciliación contraviene la «justicia». Quien ha herido gravemente debe pagar sus deudas ante la sociedad. Ahora bien: la reconciliación supone que el pago de esta deuda queda anulado o, al menos, sensiblemente rebajado. Al actuar de esta manera, la sociedad no respeta ni hace respetar el orden moral sobre el que debe asentarse. El riesgo de que los delitos se repitan queda abierto. A esta injusticia social se añade una injusticia personal para con las víctimas de tales acciones delictivas. Su memoria no queda reconocida, sino difuminada y encaminada a la fosa de un olvido injusto y precipitado.
  2. Hay personas y grupos para quienes la reconciliación es, al menos como fenómeno social, «innecesaria». Los grupos sociales enfrentados no tienen por qué reconciliarse. Lo importante es que queden claras y firmes unas reglas de convivencia futura, respetuosas con los derechos humanos de todos. Pretender una convivencia de mutuo aprecio y mutuo perdón es subjetivizar en exceso la vida social. Reconciliarse puede ser una demanda religiosa o a lo sumo válida para el ámbito de las relaciones privadas. Pero resulta ingenuo pretender la reconciliación de grupos sociales que han sido enemigos y seguirán siendo, al menos, adversarios y, en parte, extraños.
  3. Una porción no desdeñable de la opinión pública estima que, además, la reconciliación es, en la práctica, «imposible». Si se quiere que sea auténtica hay que ir a la raíz de la confrontación. Pero al acercarnos a ella nos encontramos con concepciones ideológicas antagónicas que interpretan la confrontación de modo muy diferente y reclaman salidas muy opuestas entre sí. Las personas y grupos que albergan tales convicciones no se apearán ni tienen por qué apearse de sus postulados. Es más realista conformarse con un «arreglo» y renunciar a un verdadero «acuerdo» que pueda llamarse honestamente reconciliación.
  4. Aquellas personas que más han sufrido las consecuencias de la confrontación por haber perdido irremediablemente seres queridos o por haber quedado gravemente marcadas por agresiones incalificables (mutilaciones, torturas, etc.) tienden a considerar la reconciliación como una «infidelidad» personal a sus deudos. Ellos se merecen que sus familiares o amigos luchen por que no se borre su memoria ni se olvide el precio que han tenido que pagar. Se sienten en el deber de resistirse a ella en la medida de sus posibilidades. Si no lo hicieran, tendrían la sensación de estar traicionando a los suyos.
  5. La reconciliación es mirada con sospecha e incluso con hostilidad por personas y grupos que la conciben como una «imposición obligatoria». Bastantes víctimas se resisten a la idea de una reconciliación que les obliga a perdonar a sus agresores, sobre todo si éstos no les muestran indicio alguno de lamentar y reprobar las acciones cometidas. Otros estiman que la reconciliación postularía de ellos poco menos que la humillación de pedir perdón en la plaza pública y temen que bajo la aparente apelación a la justicia estricta quiera pasárseles la factura de una venganza más o menos solapada.

(…)

1. Estructura de la Reconciliación

1.1.Caracteres de una relación destructiva

1.2.Reconstruir el pasado reparándolo

1.3.Edificar el presente no repitiendo el pasado

1.4.Preparar el futuro: prevenir el retorno del pasado

2. Los presupuestos de la reconciliación

  1. La aceptación de los «otros» como semejantes

2.2.Reconocer a «los otros» como diferentes

2.3.Aceptar el carácter invulnerable de la dignidad humana

3. Los objetivos de la reconciliación

3.1.Restaurar la desgarrada humanidad de las víctimas

3.2.Desactivar la espiral violenta y propiciar así «un nuevo comienzo»

3.3.Facilitar la autocrítica del agresor, su acercamiento a la víctima y su reinserción social

3.4.Reconstruir relaciones personales, grupales e institucionales

4. El diálogo, vía de reconciliación

El instrumento fundamental de la reconciliación es el diálogo. Se inicia el camino cuando cesa la fuerza y comienza el diálogo. Éste «se manifiesta siempre como instrumento insustituible de toda confrontación constructiva, tanto en las relaciones internas de los Estados como en las internacionales» (J.P.II).

Dialogar es calificado con excesiva frecuencia como un signo de debilidad o de ingenuidad. Otras veces es contemplado como un ejercicio extenuante e improductivo. En ocasiones, como una añagaza de los violentos.

La experiencia individual y colectiva, contemporánea y secular, nos dice algo muy distinto. El diálogo ha prevenido, suavizado, neutralizado un número inmenso de conflictos. Lleva en sí mismo una dinámica que aproxima a los interlocutores. En él se muestran no sólo sus posiciones sino sus personas. Entre estas puede y suele crearse muchas veces un movimiento de empatía mutua que favorece la concertación. Quien cree en el diálogo muestra creer en las personas y confiar en ellas.

No hay reconciliación sin un diálogo paciente, esperanzado, abnegado, flexible en lo negociable y firme en lo innegociable.

V Encuentro de Constructores de Paz. 27 de junio en la UCAB.

Entradas relacionadas
Subscribe
Notify of
guest
0 Comentarios
Oldest
Newest Most Voted
Inline Feedbacks
Ver todos los comentarios
0
Me encantaría saber tu opinión, por favor comenta.x
()
x
Nuestros Grupos