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Construcción de paz como gran desafío de la sociedad venezolana

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Foto: Archivo Web

Por María Teresa Urreiztieta V.*

@mturreiztieta

Construir la paz hoy, en Venezuela, constituye un desafío personal, familiar, comunitario, ético, político, de toda la sociedad. Quiero puntualizar que, cuando digo que es un desafío personal, quiero decir que sería ideal empezar por procurar o preservar la paz en nuestro interior, esto es, estar en paz con uno mismo como virtud y fuerza primordial para emprender acciones de paz. Sabemos que no siempre puede ser así, muchas veces la realidad nos sobrepasa, nos golpea, las tensiones sociales alteran nuestras emociones y sentimientos anegando la serenidad, la calma necesaria, impidiendo la armonía y el bienestar interior. Sin embargo, sabemos también que cuando nos comprometemos con una causa para la paz, suele suceder que ésta nos va transformando poco a poco mientras intentamos transformar el mundo. Se establece entonces una relación que se realimenta mutuamente entre la paz interior que se procura y la paz que intentamos construir. La ganancia personal es doble, valiosísima, sobre todo porque la paz requiere que desde nosotros vayamos hacia los otros, con los otros, por todos nosotros, lo cual se va convirtiendo en una realidad y en un anhelo colectivo que deriva en un inmenso bien para la persona y para la humanidad.

Y toco este punto, porque me parece que es de lo que menos se habla en estos tiempos como desafío -el desafío personal-, tiempos en los que circulan, en las redes sociales, por ejemplo, profundas heridas expresadas abiertamente por muchas de las personas que participan en ellas. Los resentimientos, los odios, los deseos de venganza, las descalificaciones ofensivas, los linchamientos morales abundan, retrasan la causa democrática y obstruyen la paz anhelada

Esto nos obliga a pensar en cómo sanar, en cómo protegernos y fortalecernos en el camino de convertirnos en constructores de paz en medio de los actuales contextos venezolanos, teniendo en cuenta que la libertad y la paz se libran tanto en el corazón, como en las calles.

Sobre los contextos y las contexturas.

Estamos en un país con una profunda crisis humanitaria compleja que se ha convertido en la emergencia de todas las emergencias, con niveles de pobreza y desamparo alarmantes, un país ahora azotado por la pandemia de la Covid-19, en medio de un prolongado conflicto político, sometido a un ejercicio del poder de manera autoritaria y sin control que ha trastocado, y muchas veces quebrado, nuestros mundos de vida y nuestras relaciones. Esta situación nos está sobrepasando y está obligando a la sociedad civil a hacer un alto en el camino para concentrar todas nuestras capacidades, talentos, recursos, fuerzas y voluntades para crear una oportunidad, mediante el esfuerzo conjunto, a la justicia, a la verdad, a los acuerdos y entendimientos posibles para la recuperación de la institucionalidad democrática y del Estado de derecho en Venezuela.

Estamos pues, también, delante de un desafío histórico que nos convoca a todos los ciudadanos a actuar en clave de paz para conseguir la paz. Está claro que, en clave de guerra -de confrontación, de la lógica del todo o nada-, conseguiremos más guerra, más división, más violencia y sufrimiento colectivo.

Constructores de paz en la Venezuela de hoy

Ante este panorama, la buena noticia, la muy buena y esperanzadora noticia es que donde quiera que uno va, en cualquier rincón de la geografía de nuestro país nos tropezamos con venezolanos y venezolanas que han decidido actuar contracorriente a la cultura de la guerra, contracorriente a la división, a la desesperanza, al fatalismo, contracorriente a la resignación y al miedo. Han decidido intervenir la realidad para transformarla, han decidido ser actores constructores de paz, protagonistas de bien, actores fundamentales del cambio profundo que está a las puertas de la Venezuela que nos espera.

El país hierve por todos lados de iniciativas ciudadanas impulsadas por nuestros constructores de paz. Gracias a ellos Venezuela está sembrada de gestos de reconocimiento, de reencuentros, de solidaridad, de trabajo conjunto para alcanzar objetivos comunes, a pesar de las diferencias; de pasos e iniciativas de paz para la convivencia democrática. No podemos dejar que desmayen.

Ernesto Sábato, el insigne escritor argentino, dijo una vez: ¨Lo admirable es que el hombre siga luchando y creando belleza en medio de un mundo bárbaro y hostil¨. Y cómo luchan y dan frutos los venezolanos en medio de las más difíciles circunstancias ¡Hay que ver! Ahí los tenemos, sembrando esperanza en medio de la nada, creando oportunidades y atendiendo a los más desfavorecidos, promoviendo la defensa y protección de los DDHH, fundando comedores populares, clínicas jurídicas, red de farmacias, canchas deportivas, espacios para las artes, medios de comunicación y noticieros alternativos, reparando las escuelas de las comunidades, impartiendo cursos, diplomados, cátedras sobre cultura de paz; abriendo caminos para el reconocimiento de la diversidad, presionando por la atención de los conflictos sociales con enfoque de género, formando a líderes sociales en la resolución pacífica de los conflictos y en la lucha no violenta activa, interpelando a los políticos y dirigentes a favor de la recuperación de la política, creando espacios de diálogo y entendimiento, en fin, construyendo tejido social y promoviendo valores que empoderan a la gente como protagonistas fundamentales del cambio que se está gestando.

Como vemos, son diversas las formas como se expresa nuestra resiliencia más creativa y también, nuestra manera de resistir en paz e insistir en la paz como camino y cultura para el logro de nuestras metas y nuestros sueños.

En estos momentos, en estos acuciantes contextos, nos toca seguir multiplicando estas acciones, fortaleciendo a los constructores para seguir respondiendo en clave de paz a los enormes desafíos que tenemos por delante los venezolanos.

¿Cómo lo hacemos? Formándonos, organizándonos, articulándonos. Seguir preparándonos para intervenir en las tareas que exigen estas emergencias y en las tareas del periodo postconflicto que vendrá, actuando como (y aquí destaco los roles claves de los constructores de paz):

Mediadores entre las partes ofreciendo herramientas de mediación y resolución constructiva y pacífica de los conflictos.

Conciliadores y articuladores generando procesos de reconocimiento y entendimiento entre las partes. Identificando valores y objetivos comunes, para el reencuentro, la conciliación y la reconciliación.

Reparadores de las heridas abiertas, para generar procesos de reparación integral a los afectados o víctimas de los conflictos.

Formadores y líderes en cultura de paz y acción no violenta activa como forma de resistencia civil y ciudadana.

Constructores de la paz esencial mediante la búsqueda de la justicia y la verdad en defensa y protección de los DDHH.

Sembradores – animadores – creadores de vida y paz donde no la haya.

En una palabra: Estamos llamados a ser PACIFICADORES en procura de un cambio profundo de la sociedad venezolana, de los ambientes y de las relaciones en donde nos desenvolvemos para democratizarlos.

Una gran tarea, ética y política, se desprende de estas palabras que les he presentado hoy: Se trata de humanizar, de pacificar y democratizar al país para que retome su camino hacia la restitución del Estado de derecho, la democracia y la paz sostenible y duradera. Allí nos veremos.


* Psicóloga social | Profesora Titular Universidad Simón Bolívar

Fuente: Ponencia presentada en el Foro “Construcción de paz, el desafío de la sociedad venezolana”.

Evento organizado por Oportunidad AC en el marco del Programa ReconciliACCIÓN

 

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