Por Sergio Monsalve*
“Conclave” es lo que fue “El Nombre de la Rosa” en su momento, salvo que el impacto global de la novela de Umberto Eco y su posterior adaptación audiovisual diseñaron el género, del cual se nutre la historia conspirativa del thriller eclesiástico del 2024, a su vez una suerte de réplica del fenómeno de “El Código Da Vinci” por otros medios más discutibles, hacia su absurdo final que luego diseccionaré críticamente.
Puedo dar fe del tema, en muchos casos, porque cubrí el último Conclave, como documentalista y corresponsal de prensa en Roma, a lo largo de las décadas del milenio.
Así que los ambientes realistas, los capelos, las sotanas y los espacios lustrosos del largometraje, me resultan no solo verosímiles, sino convincentes, fruto de una investigación de campo que no pierde detalle para descubrir los espacios secretos del Vaticano, sus dormitorios austeros, sus bóvedas, sus laberintos, sus entradas y salidas, sus centros de reunión y deliberación.
Donde encuentro mayor lugar para el debate, es en el guion, apegado a un formato de suspenso y de totalidad como complot, donde se profundiza poco en los personajes, sus contextos y matices.
Por regla general, el libreto asume un enfoque binario, de buenos y malos, de héroes y villanos, de mesías y demonios, cuyos conflictos se exponen con consignas trilladas de un libro de manual progresista contra la curia.
Por tal motivo, la conclusión fuerza una opción inclusiva, una alternativa de la corrección política, más pensada para complacer a una audiencia woke, que para ilustrar el devenir cierto de las reformas moderadas que persigue la actualidad del nuevo Papa.
Observo que es como implantar, a juro, la revelación de la película “Craying Game” en el desenlace del filme “Conclave”, con el objetivo de generar polémica.
En lo que sí acierta el contenido, es en plantear varios de los dilemas que se vienen conversando en los Cónclaves de Ratzinger y Francisco, las dos tendencias filosóficas que se enfrentan, grosso modo, desde la muerte de Juan Pablo Segundo y su cierre de consenso, que logró reconciliar a la Iglesia, tras diferentes pugnas y escándalos.
Por un lado, tenemos la representación de candidatos conservadores de línea dura, como el Cardenal Tedesco, fiel a la tradición que quiso recuperar el prelado de Benedicto XVI, al volver a rituales y liturgias de una escuela clásica, signada por la ortodoxia y la rigurosidad en las formas, imaginando el retorno del latín en pos de la unificación y de cara a la tesis de la dispersión del rebaño de feligreses, a merced de los relativismos contemporáneos.
En el mismo sentido, se presenta la postulación de un Cardenal Tremblay, señalado por distintos expedientes e informes sobre abuso y corrupción, lo mismo que el entorno de Adeyemi.
Son las cartas de una especie de Juego de Tronos, que va barajando el filme, para llamar a la conciencia y reflexionar en los claroscuros del Cónclave, buscando que se imponga la mejor versión para salirle al paso a las ovejas descarriadas, a las manzanas podridas y a los lobos envueltos en piel de cordero.
Por su parte, las concepciones reformistas, tienen al menos cuatro variantes, demostrando cómo se inclina la balanza en el campo del poder de la película “Conclave”: el liderazgo justo del Cardenal Lawrence(magníficamente interpretado por Ralph Fiennes), la participación del típico Cardenal ungido antes de tiempo(el egocéntrico y manipulador Bellini), la intervención de una mujer impoluta con la imagen de una santa María llena eres de gracia(la hermana Agnes que Isabella Rosellini encarna a la perfección), y el ascenso de un mesías inesperado que cambiará el rumbo de los acontecimientos.
Lo más interesante del Cardenal Benítez, será su pasado como un misionero al servicio de buenas causas en zonas de conflicto y guerra.
Pero su revelación final, y posterior elevación a los altares, supone un contrasentido en relación con los factos y las elecciones de un Cónclave.
Es un “gimmick”, el estereotipado “plot twist” que nunca falta a la cita de una noveleta que busca explotar el morbo por los asuntos de la iglesia.
Una concesión con el cine de Hollywood, que fantasea algoritmos y quimeras del gusto de la academia del Oscar, en lugar de narrar el escenario veraz.
Lamento mucho pinchar el globo. Pero toda la arquitectura realista y el poder de seducción del realizador, que supo traducir el drama de la primera guerra mundial en “Sin novedad en el frente”, se va cayendo y diluyendo, conforme avanzan los minutos del tercer acto, dando pie a un tropo que parece sacado de un filme de terror psicológico, de aquellos que la industria produce como churros, para distraer a las masas, con ficciones pesadillescas, en vez de brindar focos de luz en el túnel del mundo.
En palabras cristianas, la realidad es más convencional y normal de lo que pinta la película “Conclave”.
Si usted está buscando emociones fuertes de un seriado, tipo True Crimen, seguramente la cinta cumplirá con sus expectativas.
Pero la verdad capaz le decepcione, porque se trata de más gente buena que se reúne, para aportar y buscar soluciones, por amor y respeto a la fe.
El vaticano que conozco, no se parece al de “Conclave”, de pronto en la fachada.
Es el de pastores que trabajan en silencio, veinticuatro por siete, durante toda una vida de sacrificios.
Creo que semeja más al retrato empático de una vida útil que hizo Nanni Moretti.
Pero ya saben, hay que vender tickets y titulares sensacionalistas, apelando al falseamiento histórico de un amarillismo de tebeo, de folletín.
Ahí sí “Conclave” funciona y sacará réditos en la temporada de premios.
Mi mensaje es que usted no se conforme, y que contraste con su experiencia como feligrés, como católico, como ser humano.
Después de todo, cabe destacar de “Conclave” la intención de ir al rescate de las buenas formas de la Iglesia, bajo el contexto de una elección.
Por tanto, un filme que apuesta a la democracia, como manera de encontrar una salvación al trastorno del planeta, caracterizado por guerras religiosas y políticas de secta totalitaria.
En medio del humo del terrorismo, seguimos a la búsqueda de una fumata blanca que anuncie la paz y la reconstrucción.
- Crítico, profesor de cine y documentalista