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Con la iglesia hemos topado

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Noel Álvarez*

En estos días se ha recrudecido el enfrentamiento entre Nicolás Maduro y la Iglesia católica por las homilías de 2 obispos en los actos de la Divina Pastora en Barquisimeto, sobre la corrupción que carcome los huesos de algunos funcionarios del gobierno, reconocida por el propio Maduro cuando pasó el cepillo en PDVSA. Este enfrentamiento entre iglesia y gobierno nos recuerda lo sucedido durante la dictadura de Pérez Jiménez, hecho que precedió a la caída del dictador tachirense.

Cronistas de la época señalan que las relaciones de la Iglesia con “el régimen de Pérez Jiménez fueron convenientes”, hasta que prelados como Monseñor Rafael Arias Blanco, llamado ”El obispo de la resistencia” decidieron que era hora de entrar en sintonía con las necesidades del país y lanzó una bomba de tiempo que explotó en la cara del autócrata:  “… la Iglesia no solo tiene el derecho, sino que tiene la gravísima obligación de hacer oír su voz para que todos, patronos y obreros, Gobierno y pueblo, sean orientados, para que todos los principios eternos del Evangelio en esta descomunal tarea de crear las condiciones puedan disfrutar del bienestar que la Divina Providencia está regalando a la nación venezolana”.

La Pastoral presentada por Monseñor Arias el 1ro de mayo de 1957, cumplió una función de anuncio de una visión global del hombre y de la humanidad, y también de denuncia del pecado de injusticia y de violencia que de diversos modos atravesaba la sociedad. No entró en aspectos técnicos, ni se presentó como una tercera vía para sustituir sistemas políticos o económicos.  Su propósito fue religioso, siendo materia del campo de la teología moral. Su finalidad era interpretar las realidades de la existencia del hombre, examinando su conformidad con las líneas de enseñanza del Evangelio. Fue una doctrina dirigida en especial a cada cristiano que asumía responsabilidades sociales, para que actuara con justicia y caridad.

En el  documento Pastoral se criticó la situación social del momento: “Nadie puede afirmar que la riqueza venezolana se distribuye de manera que llegue a todos los venezolanos, ya que una inmensa masa de nuestro pueblo está viviendo en condiciones que no se puede calificar de humanas. El desempleo que hunde a muchísimos venezolanos en el desaliento y que a algunos empuja hasta la desesperación; los salarios bajísimos con que una gran parte de nuestros obreros tienen que conformarse, mientras los capitales invertidos en la industria y el comercio que hacen fructificar esos trabajadores, aumentan a veces en forma inusitada”, decía monseñor Arias Blanco.

Ese mensaje, repetido en las homilías de todo el país, provocó la furia del gobierno y Monseñor  fue citado al Ministerio del Interior y su titular, Laureno Vallenilla-Lanz Planchart, lo recriminó y le recordó las “excelentes relaciones del clero con el Gobierno, así como su deber de mantener una posición no política”. La Iglesia venezolana dio la espalda a Pérez Jiménez, debido a la persecución de la que fue víctima. La Pastoral derivó en una guerra de artículos de prensa entre el padre Hernández Chapellín, director del diario La Religión, y Laureano Vallenilla, de la cual el sacerdote salió en desventaja, quedando detenido en la sede de la Seguridad Nacional.

¿Será este el camino de los monseñores Basabe y Castillo, quienes llamaron a erradicar el hambre y la corrupción? ¿Denunciar los hechos es incitar al odio como dice Maduro? ¿El Presidente conoce el Evangelio? ¿Cuántos Vallenilla-Lanz hay en el Gobierno? Nueve meses después de la Pastoral que tanto enfureció a Pérez Jiménez, comenzó la caída de su régimen. Fue un parto que llegó a su término el 23 de enero de 1958.

*Coordinador Nacional de IPP-GENTE

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