Por Félix Arellano*
En estos momentos Colombia, desde una perspectiva política, se presenta como un laboratorio, con diversas y complejas tendencias y creciente incertidumbre. Nos encontramos con un Gobierno que ha alcanzado importantes avances, particularmente en materia económica, pero no ha logrado superar la imagen de burbuja que tiende a caracterizar el progreso colombiano. Una minoría competitiva y exitosa, con un entorno de altos niveles de pobreza, exclusión y resentimiento social; detonantes de episodios de explosión social, como las protestas del 2019. Un escenario que el radicalismo y la geopolítica del autoritarismo aprovechan para promover inestabilidad y avanzar en el desmantelamiento de valores liberales e instituciones democráticas.
Entre los aspectos positivos en la complejidad colombiana encontramos una interesante inserción en la economía global, con diversos acuerdos de libre comercio que permiten una mayor exportación de bienes y servicios, atracción de inversiones, inserción en cadenas de valor y, en consecuencia, oportunidades de empleo y un potenciable mayor bienestar social.
Pero el efecto multiplicador de la inserción internacional no ha resultado tan amplio e incluyente, y la capacidad del Gobierno para promover la equidad y evitar los potenciales efectos negativos de la apertura, que se tienden a expresar, entre otras cosas, por la exclusión de los más débiles y vulnerables ha sido deficiente. De hecho, el cuestionamiento a la inserción en la economía global, en particular a los acuerdos de libre comercio, constituye una de las banderas de los sectores críticos.
El Gobierno del presidente Iván Duque reproduce la tendencia de los Gobiernos que logran avances económicos –con un marcado déficit social– que luego tiene sus consecuencias en los procesos electorales. En efecto, los resultados de las elecciones legislativas del pasado 13 de marzo lo evidencian, pues entre los perdedores destacan los grupos políticos vinculados al presidente Duque y al expresidente Álvaro Uribe, el Centro Democrático y los partidos Cambio Radical y de la U (Unión por la Gente), que se mantienen en el Congreso, pero han reducido significativamente el número de curules.
De tales elecciones un aspecto positivo a resaltar es la interesante conformación del nuevo Congreso, ya que ninguna fuerza política ha logrado una mayoría, lo que ofrece la oportunidad de fortalecer la democracia, utilizando sus herramientas fundamentales del diálogo, la negociación y la cooperación. El próximo presidente tendrá en el Congreso un límite para pretensiones autoritarias y una oportunidad para promover inclusión y conectarse con la realidad política del país.
Otro elemento relevante en el marco del laboratorio político que se desarrolla en Colombia, tiene que ver con el renacimiento de los partidos tradicionales, conservador y liberal; que en los últimos años han enfrentado un creciente debilitamiento y, sorprendentemente, han recibido un importante respaldo en las elecciones, al punto que el partido conservador se ubica como segunda fuerza después del Pacto Histórico de Gustavo Petro con 16 curules, y el partido liberal ha logrado 15 curules. Posicionándose como fundamentales para la futura construcción de gobernabilidad.
Debemos reconocer que las denuncias de fraude en los resultados han empañado la jornada electoral, afectando, en alguna medida, la credibilidad del órgano electoral; empero, por lo apresuradas y mediáticas, pudieran inscribirse en expresiones autoritarias que se ha presentado en otros países para debilitar la democracia. Cabe recordar que el presidente Donald Trump no reconoció su derrota electoral.
Por otra parte, ante la pérdida de apoyo popular, el presidente Jair Bolsonaro de Brasil ha adelantado duras críticas al sistema electoral de su país y recordamos el cuestionamiento del partido Fuerza Popular de la señora Keiko Fujimori, anunciando fraude en los resultados que conllevaron el triunfo de Pedro Castillo en Perú.
En el laboratorio político que está experimentando Colombia también encontramos zozobra e incertidumbre. Que Colombia pueda estar experimentando el avance de tendencias iliberales, que buscan aprovechar las oportunidades que ofrece la democracia para alcanzar el poder, con narrativas manipuladoras y guerras hibridas, para luego avanzar en el desmantelamiento de las libertades, la democracia y los derechos humanos, representa una de las preocupaciones fundamentales que se están posicionando en el escenario político colombiano.
En ese contexto es motivo de inquietud las contradicciones, ambigüedades, vinculaciones y algunas de las propuestas radicales del candidato Gustavo Petro, quien ha recibido el mayor apoyo en la consulta electoral del pasado 13 marzo al ser electo como el candidato del bloque Pacto Histórico y, adicionalmente, encabeza las encuestas para la primera vuelta de las elecciones presidenciales que tendrán lugar el próximo 29 de mayo.
Algunos estiman que el señor Petro ha llegado a su límite de apoyo y, la posibilidad de atraer nuevos votantes resulta remota. Al respecto, se destaca la reciente decisión del expresidente Cesar Gaviria, de cerrar las negociaciones sobre un posible respaldo del partido liberal. Luego, para atraer al importante número de ciudadanos que han optado por el voto blanco o a miembros del Centro Verde Esperanza, conlleva realizar cambios en sus propuestas y narrativas a posiciones de centro y de mayor mesura, lo que podría representar perder el apoyo de radicales y fanáticos que le han acompañado por mucho tiempo.
Preocupa el papel que debe estar desarrollando la geopolítica del autoritarismo con sus ejércitos del teclado en la generación de falsas noticias, desinformación y manipulación para promover el radicalismo, es un hecho y tienen recursos. Tenemos presente los casos de la conexión rusa en la descalificación a la señora Hillary Clinton, o en el apoyo al Brexit para el retiro del Reino Unido de la Unión Europea.
Por otra parte, el centro de investigación Diálogo Político del Uruguay ha profundizado sobre la participación de laboratorios ubicados en nuestra región en la promoción de la guerra hibrida contra las instituciones democrática.
Ahora bien, no debemos perder el foco, el trabajo se debe concentrar en el electorado colombiano para presentar propuestas concretas de cambio a las condiciones de exclusión y desigualdad, en lograr la más efectiva conexión con la grave situación que enfrentan los más vulnerables…
También preocupa que se reproduce en Colombia la tendencia de polarización entre izquierda y derecha, un debate que se podría calificar de anacrónico e ineficiente, que estimula pasiones y radicalismos, pero no aporta nada para la construcción de soluciones efectivas y sustentables. Al construir las políticas se debe lograr adecuados equilibrios entre los aspectos técnicos, la racionalidad y el bienestar social. Descuidar las diversas variables que forman parte del proceso de toma de decisiones, en particular los efectos sociales, constituye garantía de fracaso.
Las debilidades del sector democrático defensor de los valores libertarios, constituye otro elemento de preocupación, situación que se presenta en otros países de la región. Entre sus debilidades destacan: su fragmentación, desconexión con los graves problemas sociales, ausencia de propuestas concretas para superar los problemas estructurales del país y la concentración en un debate estéril de descalificación en términos personales menospreciando la magnitud de la crisis que se enfrenta.
Las pasadas experiencias electorales de Bolivia y Perú ilustran claramente la situación. En el caso de Bolivia, el sector democrático participó con siete candidatos frente a un candidato del partido MAS de Evo Morales; el resultado estaba cantando. En el caso de Perú, en la primera vuelta participaron 17 candidatos, en su mayoría defensores de los valores libertarios, lo que facilitó el triunfo de Perú Libre, un partido de orientación marxista.
En estos momentos, en Colombia se observa que el Pacto Histórico de izquierda, con su candidato Gustavo Petro, se presentan para la primera vuelta frente a seis candidatos que promueven valores libertarios y que, en su mayoría, están desarrollando una campaña de descalificación personal entre ellos, la cual solo contribuye a facilitar el camino a los radicalismos.
Matemáticamente, los defensores de los valores libertarios cuentan con una importante mayoría para lograr el triunfo en la primera vuelta; sin embargo, la experiencia indica que privan los personalismos sobre la unidad. La reciente renuncia de Óscar Iván Zuluaga a su candidatura presidencial fortalece su liderazgo al destacar al país que es momento para sumar y no restar.
Los desafíos que enfrenta Colombia son grandes en un contexto de autoritarismo que ha crecido en el mundo. No son tiempos para protagonismos personalistas, ni liderazgos clientelares; se requiere una profunda conexión con la crisis social, los excluidos y vulnerables. Las divisiones de los defensores de la democracia constituyen el éxito del autoritarismo.
Fuente:
Arellano, F. (29 de marzo de 2022). Colombia: ¿laboratorio político? TalCual Digital. talcualdigital.com