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Edificio Centro Valores, local 2, Esquina de la Luneta, Caracas, Venezuela.

“Centésimo quincuagésimo tercer aniversario del nacimiento del venerable Dr. José Gregorio Hernández Cisneros”

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Carta pastoral al presbiterio, diáconos permanentes, fieles cristianos laicos, religiosos, religiosas y personas de buena voluntad

José Luis Azuaje Ayala

Obispo de Barinas

Queridos hermanos y hermanas

Reflexionar sobre la vida de personas que han dejado huellas sensibles de virtud y amor en nuestra patria es un deber de conciencia, más cuando el país se ha hundido en un marasmo de incertidumbre e intolerancia, donde valores permanentes en la historia como la paz, la libertad, la dignidad humana, han pasado a ser piezas del museo de la desidia. ¿Qué nos ha pasado?, ¿cuáles son nuestros pecados como pueblo para que se genere tanto sufrimiento?. Serían muchos los cuestionamientos que de entrada podríamos hacernos en torno a una situación inédita que cubre todo el territorio de nuestra patria.

Dios no desampara. En cada época siempre suscita personas que con dotes singulares van proclamando el amor de Dios testimoniado en la cotidianidad como espacio para que realicemos la vida, tengamos las oportunidades de crecer como seres humanos y como responsables en distintas áreas de la sociedad, pero también nos permite proyectarnos y trascender a lugares donde nunca pensábamos ir.

Decir una palabra sobre la vida y el testimonio cristiano del Dr. José Gregorio Hernández Cisneros, es reconocer que Dios no nos ha abandonado. La devoción que manifiesta el pueblo Venezolano y muchas otras personas fuera del país, dan razón de la calidad humana, profesional y espiritual de este insigne médico. Por tanto, quiero que sea conocido en nuestra Diócesis por sus relaciones históricas con esta tierra que vio nacer a su señora Madre. Considero que conocerlo ayuda a sacar lecciones de vida para que sigamos esas huellas de bondad y caridad en este tiempo de tantas injusticias en nuestro país.

I.- UNA DEUDA HISTÓRICA.

Estamos celebrando con mucha esperanza los 153 años del nacimiento de uno de los hijos más preclaros y ejemplares de nuestro país, el Dr. José Gregorio Hernández Cisneros. Nació en un pequeño y humilde poblado del Estado Trujillo, en Isnotú, el 26 de Octubre de 1864. Durante su vida se distinguió por sus valores humanos, intelectuales, académicos, científicos, religiosos y culturales. Hombre probado en virtud y dechado de humildad en el servicio a los más necesitados, a la ciencia y a la formación de nuevos servidores de la salud.

Cuando nos acercamos a su biografía, que recomiendo leerla, nos damos cuenta que no conocemos integralmente la vida de este insigne médico. Muchas veces pensamos que solo fue un médico bueno, que atendía gratis a los pobres y les regalaba las medicinas, y esto que particularmente es admirable, viene a ser el resultado de una vida curtida en valores familiares, dotes humanas, exigencias personales y experiencia de Dios en la Iglesia.

Quienes hemos nacido en algún terruño de la geografía trujillana, debemos sentirnos “deudores” con nuestro paisano, porque no poseemos una visión integral de su vida, y lo que ella ha significado y sigue significando para la vida de fe y de servicio en el desempeño de un trabajo honesto en favor del pueblo. Por lo general hemos oído como referencia a “Isnotú”, su pueblo natal, que es visitado por un sinnúmero de peregrinos que van con esperanza para recibir un favor o expresar la gratitud por sentir que han recibido algo de él, principalmente salud. Siendo esto así, Isnotú debería convertirse en una cantera de espiritualidad y de caridad cristiana en visión de un mayor compromiso y responsabilidad por el prójimo. Igual se puede decir del templo de “Nuestra Señora de La Candelaria” en Caracas donde yacen sus restos mortales. Son dos espacios que se abren a la oración y la solidaridad con tantos necesitados que ahí acuden.

También nosotros en Barinas estamos en deuda con el Dr. José Gregorio Hernández C. Pocos saben que sus Padres vivieron en nuestra tierra barinesa. Su Papá Benigno María Hernández Manzaneda, oriundo de Boconó,  y su Mamá Josefa Antonia Cisneros Mansilla, nativa de la villa de Pedraza, vivieron en ella, pero por el peligro que corría Benigno Antonio al ser acosado por el caudillo Martín Espinosa por cuestiones políticas, decide trasladarse a otro lugar lejano siendo acompañado por Josefa Antonia. Llegaron a Isnotú, un poblado en medio de las montañas, donde se residenciaron y contrajeron matrimonio en el humilde templo del pueblito. Procrearon siete hijos: María Isolina, José Gregorio, María Isolina del Carmen, María Sofía, César Benigno, José Benjamín Benigno y Josefa Antonia.

Las virtudes y valores del Dr. José Gregorio Hernández C, fueron el resultado de la vida en familia. Las madres en ese tiempo se encargaban de inculcar en los hijos e hijas, las virtudes humanas y cristianas con una dedicación completa. Ese fue el cometido de su Mamá Josefa Antonia, quien a su vez recibió esa herencia de su familia en su tierra natal, Pedraza, por lo que deducimos que algo de especial había en esa población para que se exaltaran los valores y las virtudes humano-cristianas, a pesar de los problemas y la violencia esgrimida por líderes de grupos políticos; esto constata que el bien siempre se hace presente y camina por nuestros pueblos, a pesar de la presencia de quienes esgrimiendo una actitud arrogante y violenta, creen que son más fuerte que el bien y que el amor.

II.- EXIGENCIA FORMATIVA Y PROFESIONAL.

Cada época tiene sus exigencias para los ciudadanos. A los cristianos, la Iglesia nos pide pautas de comportamiento en las responsabilidades que nos toca desempeñar diariamente. José Gregorio Hernández C, como joven estudiante de medicina asumió con entereza y dedicación sus estudios. No era para menos. Su conciencia formada cristianamente le certificaba que la creatura más importante para Dios es el ser humano, tomando aquellas palabras del Señor en su corazón: “He venido para que todos tengan vida y vida en abundancia” (Jn 10,10); podríamos decir, una vida con calidad, con salud, con educación, con libertad; él vivió su época estudiantil con gran interés, responsabilidad y dedicación, para él el aprendizaje era fundamental, evitaba las distracciones  que le hicieran perder el norte de su vocación: servir a hombres y mujeres dándoles salud.

El joven estudiante se empeñó en conocer lo más novedoso que existía en las ciencias y en los laboratorios. Meticulosamente examinaba todo y aprendió de forma creativa aquella ciencia médica existente para ese entonces. Así aprobó de manera sobresaliente sus exámenes y se graduó de médico el 29 de Junio de 1888. Recordemos que el joven estudiante era de familia humilde del campo e ir a la gran ciudad comprometía su economía; pero su dedicación al estudio y a la investigación científica, compensó cualquier esfuerzo e inversión.

Ya graduado como médico, tuvo la oferta del Dr Dominici, para que montara su consultorio en Caracas, pero él regresó a Isnotú como le había prometido a su mamá, allí se desempeñó como médico rural en varias poblaciones: Isnotú, Betijoque, Valera, Boconó, San Cristóbal y Mérida. A pesar de encontrarse en el interior del país siempre se interesó por actualizarse. Uno de los medios fue suscribirse a un periódico Francés para conocer los adelantes científicos y médicos. También se interesó por lo que sucedía en el país, en la universidad y en los proyectos asistenciales. Él creía firmemente que los cargos públicos de relevancia dentro de la sociedad, deberían ser ocupados por personas altamente calificadas técnica y éticamente; esto no era excluyente, sino algo real que beneficiaría el desarrollo de la sociedad; esta creencia debería estar sembrada en todo el país en todos los tiempos. Lastimosamente todo ha cambiado y la meritocracia se ha desvanecido dando paso a las fidelidades políticas, antes que a las competencias profesionales, académicas y éticas

Como profesional de la medicina realizó cursos de especialización. Se dirigió a Francia donde se especializó durante dos años en algunas áreas de la medicina, que proporcionaría una mejor valoración y diagnóstico de algunas enfermedades; es así que trajo al país conocimientos en Bacteriología, Fisiología y Patología; también cursó estudios de histología patológica en Berlín y asistió a las clases del profesor Ramón y Cajal en Madrid. Esto imprimió un sello fundamental en la profesión de este insigne médico.

Con su llegada a Venezuela se instaló el primer laboratorio de Fisiología Experimental, así como la creación de las cátedras de Histología Normal, Patología y Bacteriología. Fue designado profesor en la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela en las cátedras de Histología, Bacteriología, Fisiología Experimental y Parasitología. Se desempeñó con destreza y responsabilidad. Fue un excelente profesor, transmitía todo su saber, no se reservaba nada porque era consciente de la responsabilidad que tendrían en el futuro sus alumnos para procurar salud a las personas; de esta manera, él contribuyó a mejorar la salud en el país, a través de las nuevas generaciones de médicos que siguieron su ejemplo y las enseñanzas aprendidas en sus clases en la Universidad Central.

El Dr. José Gregorio Hernández C, fue un intelectual de primera. Conocía varios campos del saber: filosofía, artes, literatura y por supuesto las ciencias médicas. Se empeñó en mantener una recia formación dejando de lado ciertas distracciones y hechos que no trajeran bienestar a la persona. Como hombre de su época mantuvo la buena presencia en el vestir e igualmente en su vida social, cultivó el arte del baile y de la música, principalmente el piano. La vida espiritual y religiosa no excluye la alegría y las sanas diversiones; por el contrario, éstas animan la vida y se abren a la esperanza.  

La faceta que con mayor cariño recuerda el pueblo venezolano al Dr. José Gregorio Hernández, es la atención médica a los pobres y necesitados. En un pequeño cuarto donde vivió en la Pastora, Caracas, puso su consultorio médico. Atendía a quien

llegara a pedir sus servicios, pero se distinguió en curar a los pobres y ayudar con alimentos a los indigentes. Eran largas las colas de pacientes para que los examinara y les enviara un tratamiento que tantas veces él mismo les compraba. Amó y curó a los pobres a imitación de Cristo. Era meticuloso, responsable y puntual en su trabajo. Los pobres no pueden esperar. También estaba disponible para todos aquellos que acudían a sus competencias médicas.

III.- ENSEÑANZAS HACIA EL FUTURO.

a.- El valor de la Vida.

Venezuela actualmente sufre una crisis de valores humanos y éticos: la viveza, la corrupción, la trampa, el saltarse lo legal en orden a los intereses personales o por constricción, la falta de visión de futuro en tantos jóvenes; en fin, hay una crisis generalizada, que aunque podemos estar de acuerdo o no sobre sus matices, no se puede negar. Un elemento fatídico como consecuencia de esta crisis que vive la sociedad venezolana, es el desprecio por la vida por parte de quienes han optado por la violencia o la han gestada por diferentes intereses. Existe, por tanto, una voracidad que como huracán sin control se lleva a gran parte de la sociedad sucumbiéndola en la desidia y en la polarización, con decenas de pérdidas de vidas humanas  que no se justifican en ninguna medida. El desabastecimiento de medicamentos, la intransigencia gubernamental de no permitir la entrada de medicinas por parte de organismos de ayuda humanitaria, certifica la grave situación en que se encuentra la salud en el país. 

En estos 153 años del nacimiento del Dr. José Gregorio Hernández C, debemos enarbolar los valores provenientes de este insigne médico venezolano. El primer valor es el respeto y promoción de la vida, de la dignidad humana. Un médico hace el juramento hipocrático de tratar por todos los medios de salvar vidas sin distinción de ninguna especie. Esto focaliza una instancia de responsabilidad de todos los venezolanos: salvar vidas. Creo que toda la sociedad debe hacer ese juramento, remozado a la tendencia del jamás violencia, jamás pérdidas de vidas.

El valor de la vida es el fundamento de la existencia de una sociedad. Si no se respeta la vida es imposible pensar en un desarrollo integral sustentable. La vida es el regalo divino que viene a través de los seres humanos; es una hechura a imagen y semejanza de Dios; por tanto, debemos reconocerla y valorarla, defenderla y promoverla. Jamás se puede justificar actos violentos que cercenen el futuro de persona alguna. Todo ser humano tiene valor en sí mismo; este no es un valor derivado sino dado por su propia naturaleza y por Dios. A la sociedad lo que le toca como responsabilidad es reconocer este valor.

El Dr. José Gregorio Hernández C, valoró la vida al extremo. Con su práctica médica también indicaba un camino espiritual: la recreación de las personas; aquello que se había deteriorado por cualquier razón, vuelve a su cauce natural. ¿Por qué no seguir este ejemplo y tantos otros que defienden y promueven la vida?, ¿cuál es el sustrato que impide respetar la vida del otro, el verlo como un compañero de camino en la plenitud de sus facultades?, ¿por qué las políticas públicas no dejan de estar parcializadas y se abren a las necesidades del pueblo?, ¿por qué no se respetan los presupuestos para la salud y dejan de ser campo para la corrupción?. Tenemos el deber humano y moral de defender y promover la vida desde la concepción hasta la muerte natural.

b.- Dedicación cabal en el ejercicio de sus responsabilidades.

Todo desarrollo humano y social está ligado a la educación. Podríamos preguntarnos: ¿Cómo está el nivel de la calidad educativa hoy en Venezuela?, ¿las profesiones o cargos públicos son ejercidos por personas probas, con excelente calidad profesional y virtudes éticas o todo lo contrario? El Dr. José Gregorio Hernández C, fue un excelente profesional en la medicina y en el cultivo de la vida intelectual. Hombre reflexivo que plasmó en varios escritos sus inquietudes y abrió camino para la comprensión en la relación fe-ciencia, fe-ejercicio profesional. Lamentablemente en nuestro país ha bajado la calidad educativa; hoy día para muchos jóvenes la educación no es significativa para sus vidas, y, ante esta actitud, olvidan el cultivo de los valores humanos, intelectuales y espirituales que permiten vivir como ciudadanos en medio de una comunidad. Por eso, observamos con tristeza en el país que la ignorancia es premiada y los fracasos son enarbolados como éxitos, tanto así que muchas veces se premia con cargos directivos de instituciones públicas a personas que no reúnen competencias profesionales ni éticas para ello, o han sido cuestionadas moralmente.

Para los seres humanos el tiempo es un valor sin discusión; somos personas que nos realizamos en el tiempo; éste es determinante en nuestro vivir y morir. La vida se vive en el tiempo; nuestra formación, socialización y nuestra vida profesional la realizamos en el tiempo y por un tiempo determinado. Ejercitar el intelecto, ejercer una profesión, entrar en la dimensión del misterio religioso, dejar huellas para que otros la sigan, son acciones dadas en el tiempo. Valores como la responsabilidad, el cuidado del otro, el diálogo participativo, están inmersos en el tiempo que nos toca vivir. La responsabilidad en gastarnos o desgastarnos en el tiempo, con los elementos y factores que habitan en él, depende de decisiones personales y actitudes ante la vida.  

c.- Opción por los pobres y los jóvenes.

Actualmente hablar de la opción por los pobres y los jóvenes es común. La Iglesia en América Latina y El Caribe ha hecho esta opción y la ha ratificado permanentemente. El Dr. José Gregorio Hernández hizo esta opción en su desempeño cristiano y profesional en la atención a los desposeídos, a los enfermos de aquella Caracas, a los que atendió, los curó y hasta le facilitó las medicinas; pero también a los jóvenes estudiantes de la Universidad Central los guió con profesionalismo y les facilitó todo el conocimiento posible para que se formaran integralmente.

Los Pobres y los jóvenes eran los sujetos que convirtieron la vida de este insigne médico en un candil encendido en medio de la oscuridad. Su referencia fundamental era el mandamiento del amor de Jesucristo con una medida que va más allá de nuestro amor natural para entrar en la dinámica de la Revelación: el amor que Cristo nos ha tenido, ésta era la medida. Su fe en Cristo Jesús y en la persona humana le llevó a una atención privilegiada a los pobres de su época y los jóvenes universitarios. Es fundamental entender esto para aspirar a entrar en una dimensión humano-espiritual de mayor profundidad que evite cualquier manipulación de lo humano en orden a intereses de cualquier clase.

Actualmente en nuestro país, los pobres son utilizados como contingentes electorales manipulando el sagrado valor de su libertad con dádivas y promesas que sólo llegan mediatizadas por instrumentos de dominación. La gran mayoría de los jóvenes en el país sienten que no tienen cabida ni futuro en las actuales circunstancias que vivimos, por lo que salen del país en búsqueda de un mejor futuro; pero si protestan reclamando sus derechos son brutalmente reprimidos, perseguidos, enjuiciados y encarcelados; muchos de ellos ya han entregado su vida por los ideales que creyeron se les debía.

d.- La Vida religiosa que anima la cotidianidad.

La vida religiosa hay que entenderla como una vida en el Espíritu, una experiencia de Dios. Nuestra respuesta al amor de Dios solo la podemos dar con la confianza puesta en el Espíritu del Señor. Ciertamente el Dr. José Gregorio Hernández C, mantuvo desde niño una actitud de mucho respeto y admiración a Dios a través de la Iglesia y de los signos sacramentales; hay que recordar que para aquella época el primer cometido de la Iglesia era catequizar y sacramentalizar, conocer la fe y plasmar este conocimiento en los sacramentos. Esto lo realizó cabalmente desde temprana edad.

A través de su ejemplo y sus enseñanzas nos damos cuenta que entre la ciencia y la fe no hay rivalidad, sino complementariedad; es decir, la Revelación de Dios no está peleada con el ingenio humano, sino que se ayudan mutuamente. Hay elementos espirituales que no tienen explicación, pero se sienten, se viven plenamente y vienen en la ayuda de lo humano; y hay elementos científicos que siempre tienen explicación pero que necesitan la fuerza espiritual de quien lo realiza o de quien es el destinatario de la misma. El Dr. José Gregorio Hernández C, supo calibrar esta realidad con una intensa vida espiritual y sacramental. Esta experiencia de Dios le ayudó a alcanzar las conquistas científicas y de investigación a través de su intelecto y pericia. La Eucaristía fue para él, el alimento perenne que le permitió servir con amor y dedicación a los enfermos, siendo fiel a la Iglesia.

Las primeras enseñanzas familiares, la cultura religiosa en su pequeño pueblo y el nutrirse de buena literatura religiosa en su tiempo, bastaron para intensificar esa vida espiritual en la gran ciudad de aquel tiempo, Caracas. Su vida como estudiante, profesional, servidor de la salud y como investigador, estuvo impregnada por esa gracia especial de Dios: el Espíritu Santo que habitaba en él. Y lo hizo como laico, aunque varias veces intentó llegar a ser sacerdote, su misión fue laical, en medio del mundo, de las realidades humanas y sociales.

La vida de fe de este insigne médico le llevó a pensar en asumir la Vida Consagrada como monje. Conoció la vida de San Bruno, fundador de la Orden de los Cartujos, canonizado en el año 1514, y pidió entrar en la Cartuja de Farneta en Lucca, Italia. Reparte todas sus pertenencias a sus hermanos llevándose sólo lo necesario. Es el mes de Junio del año 1907. En la Cartuja fue llamado Fray Marcelo; ahí compartía la oración, la penitencia, el silencio y los fatigosos trabajos físicos diarios. Esto le ocasionó problemas a su salud. Su superior le recomendó experimentar en otra congregación. Volvió a Venezuela pidiendo ingresar en el Seminario Metropolitano de Caracas. El Arzobispo de ese entonces, Mons. Juan Bautista Castro, su gran amigo, aceptó esa solicitud y el Dr. José Gregorio entró a realizar estudios superiores. El pueblo de Caracas supo de su retorno y era visitado por numerosas personas; a los pocos días el Sr. Arzobispo lo disuadió de este nuevo intento, de tal forma que pudiera seguir su vida de laico profesional. Vuelve nuevamente a sus cátedras en la universidad y a la atención de sus enfermos, para regocijo de muchos.

Estos dos intentos no le merman sus fuerzas espirituales, él continúa su vida de fe asistiendo todos los días a misa y comulgando, además de realizar sus obras de caridad como médico. Unos años más tarde hace un nuevo intento trasladándose a Roma, ingresando en el Pontificio Colegio Pio Latino Americano para estudiar Teología. Por su actuar, su inteligencia y sus dotes intelectuales gana fama. Pero nuevamente se resquebraja su salud diagnosticándole una pleuresía que después de algunos tratamientos en algunos países europeos, se le recomienda volver al país en agosto de 1914. Retomó sus actividades académicas y acompañaba a éstas con sus manifestaciones de fe y caridad. Después de estos intentos supo que su lugar era en medio del mundo laical, testimoniando el amor de Dios en su profesión médica y docente, como forjador de nuevas generaciones de médicos para preservar la vida.

El final de sus días llegó haciendo el bien. Muere el 29 de junio de 1919, cuando después de visitar y recetar a una señora enferma, salió a comprarle los medicamentos y volviendo para entregárselos e iniciar el tratamiento fue arrollado por un vehículo. La ciudad de Caracas se conmovió y hubo grandes manifestaciones de dolor al perder a un hombre cabal, ciudadano comprometido, médico excelente y un cristiano católico ejemplar. Su sepelio fue concurrido, la Ciudad de Caracas se hizo presente para manifestarle una gran devoción a este hombre caritativo y amante de la vida humana y de Dios.

e.- El Dr. José Gregorio Hernández C, camino a los altares.

La santidad es un don, no es algo adquirido, o algo que se nos debe a los creyentes, sino un don de Dios a través del Espíritu Santo. La santidad como don se pide, se experimenta, se cree, se valora. Ella tiene que ver con nuestra vida, con nuestra fe y nuestra experiencia de Dios; pero tiene que ver también con nuestro obrar, nuestra actitud, nuestra forma de vivir y experimentar la existencia. Es un don a la realidad humana. El Señor Jesús nos ha pedido ser perfectos “como el Padre celestial es perfecto” (Mt 5,48); es decir, ser santos. Este debe ser el mayor anhelo para los creyentes, cosa que entendió muy bien el Dr. José Gregorio Hernández y lo expuso a todos sus contemporáneos.

La santidad no implica hacer cosas extraordinarias, sino vivir la cotidianidad impregnada del amor a Dios y a los hermanos, siendo hijos de la historia pero poniendo nuestra confianza en el Dios que es amor y misericordia. Jesús nos enseña el camino al Padre, un camino muchas veces pedregoso, con muchas cruces en el camino, pero siempre con el auxilio divino. La fuerza de la santidad es la fuerza de Dios mismo que hace historia en medio de nosotros, nos ayuda a caminar entre rocas, nos apoya en el esfuerzo de superación, y nos acompaña en nuestro sentir cotidiano por el hermano que sufre.

El Dr. José Gregorio Hernández C, va camino a los altares. Para la gente de nuestros pueblos, es un ser muy especial al cual se acude para que interceda a Dios por la salud de tantos enfermos. Esto indica que la faceta más visible de él, es el reconocimiento de su fe en Dios, fe que es compartida por el pueblo, por cada persona que lo invoca. Fue declarado Venerable en enero del año 1986; es decir, tenemos 31 años buscando el testimonio fidedigno de un milagro como hecho sobrenatural, de esta manera puede ser declarado oficialmente Beato de la Santa Madre Iglesia. El haber sido considerado Venerable implica el reconocimiento de haber vivido heroicamente la fe, la esperanza y la caridad, y demás virtudes cristianas.

En nuestra Diócesis, desde donde salieron sus progenitores hacia nuevas tierras, es un deber cultivar el conocimiento de la vida y virtudes de este insigne médico; por eso, su presencia se debe sentir entre los niños y jóvenes, entre los profesionales y trabajadores, entre los docentes y alumnos, entre los enfermos y profesionales de la medicina, entre los laicos católicos. Se trata de aprender de su vida, de fomentar su forma de ver la vida, su profesión, su espiritualidad. Por eso, las parroquias y las comunidades eclesiales deben incentivar el conocimiento de sus virtudes, sin tener culto público, pero sí fomentando su adhesión a las cosas divinas, actitud tan necesaria en nuestros días.

Se necesita un milagro. Esta debe ser la consigna. Pedir a Dios que por intercesión del Dr. José Gregorio Hernández C, se realice un signo milagroso. Todo está en la libertad de Dios, pero recuerden que El Señor Jesús nos dijo: “pidan y se les dará, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá. Porque todo el que pide recibe; el que busca, encuentra; y al que toca, se le abre” (Mt 7,7-8). La fe es fundamental en esto. Quien pide no por un simple interés humano, sino para glorificar a Dios por la obra salvífica, recibe favores y prodigios con certeza. No se trata de querer violentar las leyes de la naturaleza, sino reconocer que El Señor está presente ahí, que es el origen y el fin, el alfa y la omega. Pero ante la pregunta angustiosa de tanta gente: ¿Por qué Dios no me escucha?, ¿dónde se encuentra?, la respuesta la tenemos en las mismas Palabras del Señor: “Y les dijo: por la poca fe de ustedes, porque en verdad les digo que sí tienen fe como un grano de mostaza, dirán a este monte: ´Pásate de aquí a allá`, y se pasará; y nada les será imposible” (Mt 17,20).

Queridos hermanos y hermanas. Pidamos incesantemente a Dios que nos dé el consuelo de tener al Dr. José Gregorio Hernández Cisneros en los altares, así será un modelo y signo para los venezolanos y para el laicado patrio en estos momentos de tantas fatigas e incertidumbres. Él habló con claridad ante las autoridades de su época manifestando la rectitud de conducta que deben tener los servidores públicos, pero también nos enseñó a amar profundamente a Dios en el servicio a los más pobres, su devoción a la Santísima Virgen corroboraba este servicio de amor.

El Señor Jesús y María Santísima, guíen nuestras vidas para aprender de aquellas personas que a lo largo de la historia han sabido testimoniar en medio de las realidades humanas lo que el Señor Jesús nos ha enseñado: Amar hasta entregar la vida por los otros.

Barinas, a los veintiséis días del mes de Octubre de 2017, conmemoración de los 153 años del natalicio del Dr. José Gregorio Hernández Cisneros.

Con mi bendición.

 

 

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