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Carta del Papa Francisco al Foro de Davos

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Por Papa Francisco

Foto: Cortesía

El Papa Francisco envió una Carta al Presidente Ejecutivo del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab, con ocasión de la reunión anual que se lleva a cabo del 21 al 24 de enero en Davos – Klosters (Suiza).

Profesor Klaus Schwab

Presidente Ejecutivo del Foro Económico Mundial.

 

Mientras el Foro Económico Mundial celebra su 50 aniversario, envío mis saludos y mis buenos deseos a todos los que participan en la reunión de este año.  Les agradezco su invitación a participar y he pedido al Cardenal Peter Turkson, Prefecto del Dicasterio para la Promoción del Desarrollo Humano Integral, que asista como representante de la Santa Sede.

 

En estos años, el Foro Económico Mundial ha representado una oportunidad para que los diversas stakeholders se comprometieran a explorar formas innovadoras y eficaces de construir un mundo mejor.  También ha proporcionado un escenario para que la voluntad política y la cooperación mutua se orientasen y reforzasen para superar el aislamiento, el individualismo y la colonización ideológica que tristemente caracteriza buena parte del debate actual.

 

A la luz de los desafíos cada vez más numerosos e interrelacionados que afectan a nuestro mundo (cf. Laudato Si’, 138 ss.), el tema elegido para este año –Stakeholders para un mundo coherente y sostenible– apunta a la necesidad de un mayor compromiso en todos los ámbitos para abordar con más eficacia las diversas cuestiones que enfrenta la humanidad.  A lo largo de los últimos cinco decenios, hemos sido testigos de transformaciones geopolíticas y cambios significativos, desde la economía y los mercados laborales hasta la tecnología digital y el medio ambiente.  Muchos de estos acontecimientos han beneficiado a la humanidad, mientras que otros han tenido efectos adversos y han creado importantes lagunas de desarrollo.  Si por una parte los desafíos de hoy no son los mismos que los de hace medio siglo, hay una serie de características que siguen siendo relevantes al comenzar una nueva década.

 

La consideración primordial, que nunca debe olvidarse, es que todos somos miembros de la única familia humana.  La obligación moral de cuidar unos de otros surge de este hecho, así como el principio correlativo de situar a la persona humana -en lugar de la mera búsqueda de poder o beneficio- en el centro de la política pública.  Este deber incumbe, además, tanto a los sectores empresariales como a los gobiernos, y es indispensable en la búsqueda de soluciones equitativas a los desafíos que enfrentamos.  Por consiguiente, es necesario ir más allá de los enfoques tecnológicos o económicos a corto plazo y tener plenamente en cuenta la dimensión ética en la búsqueda de soluciones a los problemas actuales o en la propuesta de iniciativas para el futuro.

Con demasiada frecuencia, las visiones materialistas o utilitarias, a veces ocultas, a veces aplaudidas, conducen a prácticas y estructuras, motivadas en gran parte o incluso únicamente por el interés propio,  que consideran a los demás como un medio para alcanzar un fin y conllevan una falta de solidaridad y de caridad que a su vez da lugar a una verdadera injusticia, mientras que un desarrollo humano verdaderamente integral puede prosperar solamente cuando todos los miembros de la familia humana están incluidos en la búsqueda del bien común y contribuyen a él.  Cuando se busca el verdadero progreso, no hay que olvidar que atropellar la dignidad de otra persona es, de hecho, debilitar el propio valor.

En mi carta encíclica Laudato Si’, llamaba la atención sobre la importancia de una “ecología integral” que tenga en cuenta la totalidad de las implicaciones de la complejidad y de las interconexiones de nuestra casa común.  Este enfoque ético renovado e integrado requiere un humanismo “que de por sí convoca a los distintos saberes, también al económico, hacia una mirada más integral e integradora”.

 

Reconociendo los logros de los últimos cincuenta años, espero que los participantes en el Foro de hoy, y en los que se celebrarán en el futuro, tengan presente la alta responsabilidad moral que incumbe sobre cada uno de nosotros a la hora de buscar el desarrollo integral de todos nuestros hermanos y hermanas, incluidos los de las generaciones futuras.  Ojalá sus discusiones conduzcan a un aumento de la solidaridad, especialmente con los más necesitados, que experimentan la injusticia social y económica y cuya existencia misma está incluso amenazada.

A los participantes en el Foro renuevo mis fervientes deseos de un encuentro fructífero e invoco sobre todos ustedes las bendiciones divinas de sabiduría.

FRANCISCO

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