Margarita López Maya
El documental de Carlos Oteyza, CAP, dos intentos, ha sido recibido con gran interés por el público venezolano, que viene colmando las salas donde se está presentando. Ha hecho Oteyza, con este documental, una importante contribución a la necesitada reflexión sobre esos años, presentando una visión ponderada, sostenida con material gráfico excepcional y múltiples entrevistas, prácticamente todos de la vieja élite política venezolana, que interactuó con Carlos Andrés Pérez, uno de los dirigentes más carismáticos y polémicos de nuestra historia.
En dos horas, se pasa revista a los dos gobiernos de CAP, visualizándolos como casi antagónicos entre sí. Lo aseguran varios entrevistados. Carlos Blanco, ministro para la Reforma del Estado de su segundo gobierno, afirma que CAP quiso enmendar en ese gobierno lo que había hecho en el primero. Otros ministros como Moisés Naím y Miguelito Rodríguez, también parecen convencidos de que CAP adquirió conciencia de la necesidad de darle un giro radical al proyecto nacional, colocarlo en la senda que exigía la globalización. Que CAP hubiese reconocido los errores de su primer gobierno, y buscara rectificar en el segundo, es para mí aseveración polémica. Pienso que Pérez se dejaba llevar por las modas, y su principal objetivo era más bien pasar a la historia.
Un interesante aporte del documental son las numerosas similitudes que muestran el liderazgo y estilo de CAP, con las de Chávez y Maduro. La grandilocuencia es una. La Gran Venezuela, el Gran Viraje y el Socialismo del siglo XXI, son análogos en la manera de conducir el gobierno. Todo es desmesurado. Con CAP I y Chávez, el gobierno gozó de recursos ilimitados, pidieron facultades especiales para gobernar por decreto, invirtieron masivamente en el campo, condonaron deudas agrícolas, estatizaron empresas. Los Presidentes eran de una energía titánica, centralizaron y destruyeron instituciones.
Otra similitud de ambos líderes que el documental deja ver, es esa ciega confianza que tenían en sus dotes carismáticas. CAP estuvo convencido de que se bastaba a sí mismo para obtener apoyos políticos para sus proyectos. Tuvo una arrogancia que le fue fatal, no sólo para él, sino para las instituciones democráticas. Miguel Rodríguez, ministro de su segundo gobierno, afirma que después del Caracazo, él propuso en el gabinete bajar la celeridad de los cambios económicos. CAP rechazó tal idea. Blanco sostiene que CAP les decía que se ocuparan de lo que sabían, que él se ocupaba de la política. Craso error. CAP subestimó la necesidad de todo gobernante en una democracia de contar con amplias bases políticas, especialmente de su partido, pero también sociales, para sostenerse cuando hay actores poderosos que se verán afectados con los cambios. CAP no lo creyó necesario.
Las similitudes continúan en sus ambiciones de constituirse en líderes regionales y e internacionales, aunque Chávez tuvo más proyección. Me llamó la atención la acusación de colombiano a CAP, de parte de sus opositores, repetido hoy con Nicolás Maduro.
También hay diferencias, pero dentro de una continuidad más que de una ruptura. Las políticas de CAP I obedecieron a un plan modernizador. CAP seguía directrices del modelo industrializador cepalino, inscrito en un modelo de capitalismo de Estado. El de Chávez ha sido más bien un anti modelo, o un proyecto antidesarrollista, centrado en el reparto de renta petrolera. Ambos, sin embargo, tuvieron resultados análogos. Al bajar los precios petroleros, el proyecto no pudo seguir, el gobierno se endeudó masivamente y vino la crisis y el colapso.
El documental muestra durante CAP I imágenes de respeto a un personal administrativo profesional, maravillosas tomas del proceso industrial, de la construcción institucional. CAP, sin duda, un caudillo, como lo señala Felipe González, muestra con su acatamiento a la destitución que le hiciera el Congreso Nacional, un respeto al Estado de derecho y a instituciones como la Corte Suprema de Justicia, que Chávez y Maduro jamás han demostrado. El desprecio y la destrucción institucional es uno de los peores legados de la era chavista.
Hay ausencias que llaman la atención. Voces de AD, por ejemplo. Voces de la izquierda de la época. Apenas el detalle de Andrés Velásquez al tomar posesión como gobernador del estado Bolívar. Terry Karl es en su país una académica de izquierda, pero en este documental, ha sido escogida por su reconocida sapiencia sobre Petroestados, sus debilidades, sobre la maldición del petróleo. Dice grandes verdades. Y es la única mujer entrevistada. Por ejemplo, que la corrupción es inmensa en países petroleros, no porque los políticos son más corruptos, sino por la mayor cantidad de incentivos para robar que se da en este tipo de Estado. Y algo, que ninguno de los ministros de CAP II dijo, que cuando vienen los ajustes, porque no hay dinero, los pobres, o sea, los que no usufructuaron de esos dineros, son los que pagan los platos rotos.
Aunque convengo que la corrupción, como señala Naím, suele sobrestimarse y ocultar los problemas estructurales producto del rentismo, creo que en este documental se rebajó el tema más de lo debido. En El Estado Mágico de Fernando Coronil, hay casos notables, estudiados con rigor que pudieron haber sido tomados en cuenta. Los desarreglos de la vida privada de CAP, que se exponen, escandalizaron más por las facilidades del tráfico de influencias, peculado y corrupción que permitió, que porque Cecilia Matos fuera su amante. El rol de los llamados notables también pareció simplificarse, señalándolos como parte de la ceguera de élites resentidas, siendo que su rol iba más allá de eso. Claro, los tecnócratas quizás no lo podían apreciar. El Consejo Consultivo, por ejemplo, nombrado por CAP después de la crisis política desencadenada por el golpe del 4 de febrero, presidido por Ramón J. Velásquez y nutrido con otros notables, presentó propuestas para gradualizar los cambios, y rectificar ciertas políticas, que CAP desestimó.
Las imágenes de los dos golpes de 1992 son tremendas, algunas creo inéditas, y anticipa el carácter radical y violento que ha terminado caracterizando la élite chavista. Los videos de la efervescencia rentista de los años locos del primer gobierno son también excelentes. Los safaris me recordaron a Pablo Escobar y su zoológico. Los del Caracazo, muy pertinentes, como también, que se nos recuerde las masivas movilizaciones populares que convocaba el otrora partido del pueblo y su líder.
El documental logró sortear la tentación de la nostalgia fácil, propios de estos tiempos de desesperanza y frustración. Hay frases de reflexión muy para hoy. Naím, por ejemplo, afirma estar seguro de que lo hicieron mal, pero inmediatamente afirma también que cree que, aunque lo hubieran hecho bien, también habrían fracasado porque el país no estaba preparado para un cambio como el que proponían. Naím y Rodríguez son muy duros con los sectores empresariales de Venezuela.
Me parece bastante polémico decir que, si se hubiese hecho de otra manera, tampoco hubiera prosperado. Claro, no es posible polemizar sobre un futuro que no se dio. Pero, sigue revelando cierto desprecio por la política. Pienso que los líderes carismáticos, como CAP y Chávez, piensan en las personas que componen la sociedad son como una masa amorfa, una plastilina que pueden moldear a su antojo… y a veces se equivocan. Y la equivocación es fatal, como ocurrió con CAP II.
El final me pareció magistral. Esa llamada de teléfono de CAP, hablando del rencor y odio con que se hace política en nuestro país. Esa conversa sin destinatario, como el Mensaje sin destino de Mariano Picón Salas, quien sostenía que Venezuela, todavía a mediados del siglo XX, seguía sin poder hacerse nación, que era apenas un conglomerado de gente que vivía sobre un campamento petrolero. Ahora, ante el agotamiento de la mina, sale por los aeropuertos hacia otros destinos, dejando atrás ciudades fantasmales, basura, viejos e indigentes.
Fuente: https://politikaucab.net/2017/01/20/cap-y-el-estado-rentista/