Por Carlos Torrealba Rangel
Un ejemplo sencillo que permite corroborar la dramática caída del consumo que afecta a la mayoría de las familias venezolanas, con mayor intensidad en los sectores populares, es ver los estantes de algunos supermercados (Plaza, Patio y Excelsior Gama, por señalar tres ejemplos), lleno de víveres y alimentos frescos, incluyendo aquellos alimentos que originaban en fechas recientes largas colas para obtener acceso a los llamados productos regulados, como la harina precocida, el aceite vegetal y el arroz.
Esos estantes ahora llenos pudieran hacer creer que se incrementó y normalizó el abastecimiento, pero la realidad es muy cruel. Lo que en verdad sucede es que el venezolano promedio cada vez más compra menos, por la caída persistente del poder adquisitivo de su salario. Por ello es que el inventario de los supermercados rota a mucho menor velocidad.
Otra forma de corroborar lo arriba dicho es a través de datos que confirman que el venezolano está consumiendo menos alimentos y con menos calidad. Algunos datos, son:
-En 2018 el consumo de carne de res se redujo en más del 80%, pues la población está comiendo 4 kilos por persona al año, cuando en 2012 la ingesta era de 23 kilos por persona al año. La tendencia en 2019 es que siga cayendo el consumo de esta proteína animal que es fundamental en la dieta alimenticia del venezolano, debido a la hiperinflación y a la pérdida del poder adquisitivo (Cifras de Fedeagro).
-Otros alimentos que son esenciales en la mesa del venezolano son el pollo, la gallina y los huevos, por la versatilidad de estos rubros que permiten comerlos durante el desayuno, almuerzo y cena, pero la situación está cambiando aceleradamente a causa de la escasez y su elevado precio en el mercado. Un cartón de huevos, por ejemplo, oscila entre Bs. 24.000 y Bs. 30.000, es decir, el equivalente a un poco más de dos tercios del actual salario mínimo.
El pollo, que solía ser una proteína al alcance del bolsillo del venezolano por su precio accesible, hoy su consumo es inalcanzable. Mientras que en junio de 2015 con el salario mínimo para esa fecha (Bs. 6.746) se podía comprar 11 pollos de 2 kilos cada uno, en mayo de este año con el nuevo salario mínimo (Bs. 40.000) sólo se pueden comprar, aproximadamente, 3 pollos y medio igualmente de 2 kilos cada uno. (Cifras de Fenavi).
En conclusión: el venezolano está sobreviviendo, no alimentándose. Optó por sustituir con alimentos de menor calidad nutricional. De hecho, está pasando hambre, lo que obviamente afecta a la salud de la gente. En los sectores populares esta situación es más dramática. La mayoría ha reducido su talla y se acuesta con hambre. Un poco más de la mitad de la población ha perdido, en promedio, 11 kilos de peso, según ENCOVI-2018. Con el consumo cayendo, se intensificará el hambre en Venezuela y el país seguirá en 2019 al borde de la crisis humanitaria.