Norberto Alcover
La repetición hecha estilo
Una necesaria y breve introducción. Desde hace unos diez años, el pequeño judío norteamericano y enamorado de Nueva York, comenzaba a reproducir un esquema narrativo en sus siempre interesantísimas películas. Antes, inmediatamente antes, nos había entregado su última gran historia: Match Point, realizada en 2005. Aquella sugestiva indagación en la doblez humana, que, por otra parte, también lleva un largo tiempo latente en sus filmes. Nadie es lo que parece, pero además, los vaivenes de la vida todavía lo complican más. Todo resultaba simpático y los toques de humor negro excelentes, pero percibíamos una especie de vuelta de tuerca al insistir tantísimo en lo que parecemos ser y lo que realmente somos… o conseguimos. De ahí, ese dulce escepticismo que baña la filmografía de Allen, necesario para conocer el espíritu norteamericano de la clase media, aunque sus historias transcurran en otros ámbitos sociales. Todo muy judío agnóstico. Todo, como se dice en nuestro film, entre la vida terrena y el grave interrogante sobre la vida eterna. Pero pasemos a la tarea crítica.
Allen lleva toda su vida preguntándose por la naturaleza de los judíos en cuanto colectivo creyente o sencillamente cultural. Intenta esconder sus preocupaciones auténticas sobre esta cuestión bajo un manto sutil de media sonrisa y personajes casi patológicos, pero la preocupación aflora. Puede que este Café Society encuentre en esta dimensión judía su más íntima excusa, puesto que su protagonista, ese Bobby al comienzo aparentemente tontito y más tarde adaptable a cuanto se le presenta, pertenece a un ámbito social incapaz de quitarse de encima sus raíces judías y, en consecuencia, su permanente pregunta por el sentido ulterior de las cosas y personas.
Y de hecho, cuantas cosas y personas se cruzan en su vida, acaban por ser algo diferente a lo que en un principio representaban: su primera novia, Vonnie, rompe con todas sus convicciones y acaba engañándole, pero la chica es cristiana, detalle que sulfura a su familia. Y para mayor inri, acaba por marcharse con el tío de Bobby que, al comienzo, le proporciona trabajo en el Hollywood de los años 30, explosionado de estrellas carcomidas y gerifaltes cinematográficos de medio pelo. Y su hermano mayor, aparentemente un grandullón apacible, es un gánster de cuidado, aficionado a sepultar a sus adversarios en pozos de hormigón armado. Y sus compañeros judíos, que son una gran parte de la clase dominante hollywoodiense, cultivan las dobles vidas sin el menor pudor religioso, entregados como están al cultivo del dinero sin tregua. Una cosa es Bobby y otra lo que acaba por ser toda vez que es abandonado por Vonnie y comienza a vivir con una conocida actriz, voluptuosa y un tanto abandonada, a la que acabará traicionando cuando reencuentra al verdadero amor de su vida.
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