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Edificio Centro Valores, local 2, Esquina de la Luneta, Caracas, Venezuela.

Bruno Renaud: ¡Gracias, hermano Korta!

Hermano Korta: por fin suspendiste tu huelga de hambre. Nos alegramos mucho, porque uno podía temer por tu vida, y porque iniciar una aventura de esa índole a los 81 no es ningún jueguito de niños. Dicho sea de paso, asombra tu resistencia física al concluir un riguroso ayuno de ocho largos días. Nos damos cuenta de que la austeridad de tu tiempo en la selva no ha sido poca cosa para ayudarte a sobrevivir con bien. A Dios gracias.

Pero cuánto te agradecemos, hermano, el haber tenido la audacia de iniciar esa severa penitencia. Y sobre todo nos alegran los motivos por los cuales te lanzaste en ella. En estos momentos, nuestra Iglesia católica ya no sabe casi más nada de profecía (está más preocupada por la defensa de la institución), y por eso recibimos con alegría el hecho de que tu ayuno se debió a la defensa de los más pobres: nuestros hermanos indígenas. El respeto que les reconoce la Constitución nacional. La apropiación del derecho que les asiste en los cinco puntos importantes que defendiste con ellos, entre otros, la aceptación de la jurisdicción indígena para juzgar al cacique Sabino Romero, la autodemarcación territorial del pueblo yukpa en la Sierra de Perijá y, en fin, la autoridad del soberano indígena. Hermano universal, te has jugado la vida durante más de cuatro décadas con ye’kwana y makiritare, en el Alto Ventuari y en la Paragua, ahora con los pumé en el Capanaparo, y optas de nuevo por el pueblo yukpa. Estos 40 años han sido el soporte no improvisado de tu impresionante decisión de huelga de hambre.

Me parece que, desde la carismática y formidable protesta del padre Francisco Wuytack en los años sesenta y setenta en favor de los habitantes de La Vega, no se había presentado una acción tan limpiamente profética en nuestro país de parte de un religioso católico. Wuytack fue tristemente expulsado por la autoridad de la Iglesia y por el gobierno del tiempo. Hoy, toda la sociedad venezolana, unida en un mismo respeto, ha podido acompañarte con humildad y comprensión. Hemos podido sentirnos hermanados por tu acto valiente, y has permitido que nos sintamos, indígenas o no, portadores de la misma llama profética. ¡Gracias, hermano Korta!

Bruno Renaud / Sacerdote de Petare

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