Piero Trepiccione
Resulta paradójico lo que está ocurriendo en Brasil por estos días. La tierra donde más fanatismo existe por el fútbol y en plena Copa Confederaciones, que es el antecedente inmediato a la realización del mundial el próximo año, ha sido escenario de masivas protestas en diversas ciudades del país.
La verdad es que nadie se lo esperaba. El ritmo de crecimiento de Brasil en la última década ha sido apoteósico, llegando a ocupar una posición privilegiada en el marco de la economía mundial; tanto así, que le ha dado argumentos más que suficientes y además apoyo internacional, para solicitar un escaño permanente en el consejo de seguridad de la Organización de Naciones Unidas en el mediano plazo. Sus dimensiones geográficas, su población y el ritmo de salida de una parte importante de su gente de los estadios más crueles de la pobreza, le han dado un protagonismo comercial, económico y político en toda América Latina.
Hoy por hoy, la voz de Brasil es escuchada ampliamente en diversos foros regionales y mundiales. Por esas particularidades y otras no mencionadas acá es que le está produciendo ruido a mucha gente en el mundo lo que ha venido ocurriendo en la tierra de la samba y la alegría. Y más aún, con una presidenta que ronda altos niveles de popularidad y un ex presidente cercano a ella que ha sido modelo en toda la región y además que sigue gozando de mucho aprecio entre sus coterráneos.
Ya abundan las explicaciones superfluas sobre el fenómeno. Hay quienes lo atribuyen a la “derecha continental” que busca desesperadamente tumbar gobiernos progresistas en América Latina.
Otros hablan de la utilización perversa de las redes sociales en fines inconfesables. Algunos mencionan la posibilidad de brotes de grupos anárquicos. Pero pocos ahondan sobre las verdaderas causas en realidad. Hasta en eso, los analistas terminan polarizándose y a poco, se termina enterrando la verdad de las cosas y desde diferentes perspectivas sólo captamos una parte de la verdad.
Triste realidad la que vivimos y que no nos permite divisar sin “gafas” los hechos que sacuden nuestro entorno y el de muchos, alrededor del mundo…