Por Numa Molina, s.j.
Adentrarse en los vericuetos de la vida de un héroe para mirarlo desde un punto de vista, siempre resulta una tarea compleja y apasionante a la vez. Más arriesgado es aún si se trata de la figura de un personaje universal como Simón Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios.
Comienzo por considerar que la comunicación en el ser humano no es solo la palabra, sino que este comunica con su gestualidad, con su caminar, con su mirada; comunica desde la hondura de su espíritu. Una sonrisa, un guiño de ojos, un suspiro, todo es comunicación. Pero ciertamente la palabra hablada y escrita es el elemento fundamental de expresión y de comunicación. Un historiógrafo de Bolívar como fue el profesor Rumazo González describe esa comunicación gestual de la siguiente manera:
Los hondos surcos de su frente eran a manera de base de una nariz larga, recta, firme, que ponía autoridad soberana en el rostro. Las ternillas se inflamaban a menudo, a cada golpe de pasión, y sólo permanecían serenas a la hora del peligro o en el desarrollo de la batalla. Detalle curioso: lo que desconcertaba y seducía a las mujeres era la suave ondulación del cabello, negrísimo, y la finura de las manos y los pies.
Bolívar era eso y mucho más, su espíritu inquieto y su temperamento urgido por pasiones violentas hacían de él una cascada de ideas y de palabras. Era poeta, escritor y su prosa era adornada con las más cálidas y respetuosas expresiones. Me atrevo a decir que era, además, un diplomático por naturaleza en el uso de la lengua.
“Ningún general de América pronunció más sublimes discursos y proclamas, ni nadie dictó más en el Nuevo Mundo, al par de cumplir obra titánica de otro orden, miles de cartas inmortales, en su mayoría iluminadas por la inspiración poética” (Rumazo González, A. 2006)1.
Bolívar era un inquieto comunicador, podía dictar cinco cartas a la vez a sus amanuenses lo que nos confirma su lucidez y su capacidad para gerenciar el mundo de las ideas. No se sabe con exactitud el número de su epistolario, pero sabemos que pasan de veinte mil las cartas escritas por el Libertador. Basta pensar qué haría hoy Bolívar inmerso en el mundo de las mil oportunidades de comunicar que nos ofrece la tecnología, seguramente no perdería el tiempo enviando mensajes sin un contenido sólido. Sería el mayor productor de contenido y la palabra más leída en medios y redes.
En su viaje como delegado diplomático a Inglaterra para ganar adeptos a la causa independentista, se presenta en Londres como un joven extremadamente inquieto y con una capacidad de convencimiento.
Bolívar seducía con su palabra, que la acompañaba de su pasión por lo que vivía, era una palabra pensada que se gestaba en la intimidad de su alma. Comunica quien ama con pasión lo que hace. En aquel viaje londinense era tal la vehemencia con que comunicaba que sedujo a Miranda de regresar a América para incorporarse de nuevo a la causa independentista.
Prosa y poesía en la comunicación de Bolívar
Un elemento en la comunicación de todo ser humano es lo que suelo llamar las tonalidades del espíritu. Cada ser humano comunica desde sus profundidades espirituales. Esta vez solo me aproximaré al Bolívar poeta —que lo fue—. Su prosa es una constante poesía, pero hay un momento en que se hace más evidente su epistolario poético y es en las cartas con la mujer que más amó, “su loquita Manuela”, como él la llamaba.
Tú me nombras y me tienes al instante. Pues sepa usted, mi amiga, que yo estoy en este momento cantando la música y tarareando el sonido que tú escuchas. Pienso en tus ojos, tu cabello, el aroma de tu cuerpo y la tersura de tu piel y empaco inmediatamente, como Marco Antonio fue hacia Cleopatra. Veo tu etérea figura ante mis ojos, y escucho el murmullo que quiere escaparse de tu boca, desesperadamente, para salir a mi encuentro.
Hay algunos autores que, plagados de prejuicios o empujados por una concepción puritana de sus creencias religiosas, ven en un texto como este un rasgo de morbo sin caer en la cuenta que expresiones como esta son propias también de un género poético bíblico como es libro del Cantar de los Cantares.
Bolívar eleva la elocuencia de su prosa hasta lo más alto de su delicadeza para expresar con gratitud a Manuela por su valentía en Quito frente a una de las tantas revueltas generadas por la causa independentista. La corrige con dulzura y la ama a la vez:
Tú has escandalizado a media humanidad, pero solo por tu temperamento admirable. Tu alma es entonces la que derrota los prejuicios y las costumbres de lo absurdo; pero Manuela mía, he de rogarte: prudencia, a fin de que no se lastime tu destino excelso en la causa de la libertad de los pueblos y de la república. Prefiero que vengas a Lima, a fin de hacerte cargo de la secretaría y de mi archivo personal, así como los demás documentos de la Campaña del Sur.
En una oportunidad, le preguntó Perú de Lacroix a Bolívar por Manuela, y le respondió con tal transparencia, entre otras cosas, la siguiente:
¡Todos, todos la conocen! No, no hay mejor mujer. Ni las catiras de Venezuela, ni las momposinas, ni las… ¡Encuentre usted alguna! Esta me domó. Sí, ¡ella supo cómo! La amo. Sí, todos lo saben también. ¡Mi amable loca! Sus avezadas ideas de gloria… Siempre protegiéndome, intrigando a mi favor y de la causa, algunas veces con ardor, otras con energía.
Se nota con diafanidad lo que significaba Manuela en la vida de Bolívar, al punto que su recuerdo en la distancia lo hace capaz de las notas más sublimes en su modo de comunicar.
Bolívar es único entre los grandes de la historia como maestro de la palabra en su expresión epistolar o en la redacción de documentos tan trascendentales como la Carta de Jamaica, el Congreso de Angostura o el Manifiesto de Cartagena, por mencionar solo tres. Todos sus escritos estaban inspirados por su pasión y su vivencia interior como las cartas a Manuela.
Podemos entonces afirmar que en Bolívar la comunicación, mediante la palabra hablada o escrita, se hizo arma para la causa independentista, de ello hablaremos más adelante.
Breve reseña histórica del primer periódico venezolano
La Gazeta es el único periódico que existe en Caracas dos años antes del primer grito emancipatorio del 19 de abril. Su primer tiraje de cuatro páginas a doble columna salió por primera vez un 24 de octubre de 1808 y duró su publicación semanal hasta enero de 1822. Mientras que la primera hoja impresa en América tuvo lugar en México, y durante el siglo XVIII fueron apareciendo impresos en otras ciudades de América como Lima, La Habana, Bogotá, Buenos Aires, Quito y Montevideo, Venezuela permaneció al margen de tales publicaciones, al punto que algunos libros clásicos del viejo continente fueron prohibidos y perseguidos como contrabando. En 1797, el Tribunal de la Real Audiencia de Venezuela sostiene que uno de los motivos provocadores de la rebelión fue “la introducción de papeles de las islas extranjeras y del viejo continente, a pesar de la activa vigilancia de las autoridades”. Debían seguir al pie de la letra el infeliz decreto de Carlos IV: “No conviene que se ilustre a los americanos”, y Venezuela fue la que más sufrió los efectos de ese oscurantismo de cuño real.
La influencia de Inglaterra, a la que le interesaba mantener en Venezuela la hegemonía española, hizo que se creara la Gazeta de Caracas siguiendo la tradición de otras “gazetas” como la de México, La Habana y Buenos Aires, lo cual tiene su origen en la Gazzetta de Venecia, en honor al periódico que desde el siglo XVI circulaba en la ciudad del Véneto.
El generalísimo Francisco de Miranda, en el Leander durante su segunda expedición en agosto de 1806, traía una imprenta mediana que le permitió publicar el Manifiesto de Coro y otros documentos sueltos. Fue el primer intento sin éxito de establecer una imprenta en suelo venezolano.
Bolívar frente a lo decisivo de la comunicación de su tiempo
El Libertador fue un comunicador en todo el sentido de la palabra. Los medios que existían para el momento, él los aprovechó al máximo en favor de la causa política de independencia.
También fue un crítico frente a las publicaciones que faltaban a la verdad. Bolívar, diríamos hoy, fue un perfecto diplomático respetuoso de los tratados y acuerdos internacionales.
Era el mes de febrero de 1814 y la Gazeta de Caracas publicó dos noticias en sus números 39 y 40 correspondientes a las primeras semanas de febrero, en las que falta a la ética porque hizo pública una carta anónima de un amigo desconocido a otro2. No aparece ni el nombre de quien envía la carta ni del destinatario. Es un anónimo a todas luces en el que se ataca de modo sarcástico al Gobernador de Curazao, a quien se le acusa de haber recibido con salvas de júbilo al general español Monteverde, quien fue a refugiarse en la isla. La nota está dirigida por Bolívar al redactor de la Gaceta de Caracas, que para entonces era Vicente Salias:
Los números 39 y 40 de la gaceta que usted redacta contienen avisos, tanto oficiales como particulares, que han desagradado al Libertador; Sobre todo una nota y una carta de un extranjero donde se ofende injustamente al Excmo. señor Gobernador de la isla de Curazao, olvidando las consideraciones que se deben a un jefe de su carácter y perteneciente a la nación británica (…) Acusar al Gobernador de Curazao por haber saludado con salvas de artillería a Monteverde no solo es impropio en los términos en que se hace, sino además es un absurdo chocante. Está mandado por todas las ordenanzas del mundo civilizado, y es el uso constante de las naciones, tributar a los jefes militares y ministros diplomáticos extranjeros, los honores que les corresponden; y bajo este concepto no hizo más que llenar un deber de su autoridad el Gobernador de Curazao, haciéndolos a un general español. Insinuar que en vez de estos honores debió ser puesto en un consejo de guerra por no haber defendido a Venezuela es una represión que puede más bien dirigirse a la nación española, que debe juzgar de la conducta de Monteverde, y no a un jefe de la nación británica que únicamente debe atender a las decoraciones de aquel.
Y agrega la nota dirigida por Bolívar a la redacción de la Gazeta de Caracas, después de hacerle otras correcciones, que “un periódico, que continuando así, más bien sirve a destruirnos por la opinión, que a hacer conocer el verdadero espíritu del gobierno”. Agrega el Libertador que “le es permitido manifestar en ella las opiniones que quiera, si no compromete el crédito de la república con sátiras contra las autoridades de las naciones más respetables” (se refería a Inglaterra, de la cual dependía Curazao). Además, piensa Bolívar, que siendo la Gazeta de Caracas el único periódico que nos da a conocer en el mundo, “es menester que nos represente fielmente, no que nos desfigure con perjuicio de nuestra opinión”3.
Los documentos que he citado anteriormente son dignos de un estudio más profundo, imposible de abarcar en un artículo como este.
Hoy cuando vivimos inmersos en el mundo de las noticias falsas, de escribir o afirmar con ligereza lo que puede hacer tanto daño a la sociedad, el Libertador nos deja en este documento, poco conocido, un desafío digno de seguir profundizando en la dirección de una ética bolivariana de la comunicación.
El Correo del Orinoco
Hablar de Bolívar y la comunicación como arma de emancipación es hablar del primer periódico patriota creado con inmensas dificultades. Bolívar está en Guayana, desde donde escribió un primero de septiembre de 1817 a su amigo Fernando Peñalver en Trinidad, para pedirle apoyo a la causa en medio de grandes carencias.
Por ahora sólo necesitamos de los objetos que he pedido a usted antes, porque sin ellos estamos perdiendo el tiempo que es lo más precioso en estas circunstancias. Yo querría bien mandar mulas y ganado a Trinidad, para que usted nos comprase todos los elementos de guerra necesarios, pero, amigo, son tantas las dificultades qué hay para que el gobierno sea comerciante, que casi me parece mejor entrar en un laberinto. Primero, nos faltan embarcaciones propias para este tráfico; segundo, se necesita de un gran cuidado para que no perezcan estos animales; y, en manos ajenas es lo mismo que tirarlos al agua… pues tal es el imperio del desorden y de la desorganización en que nos hemos hallado hasta ahora… Sobre todo mándeme usted de un modo u otro la imprenta que es tan útil como los pertrechos.4
En medio de las mayores dificultades, con la patria hecha añicos y paupérrima a causa de la guerra, el Libertador ve en la imprenta, que era lo más avanzado para el momento en cuanto a medios de comunicación, un instrumento tan útil en la guerra como los pertrechos. Ya para ese año la Gazeta de Caracas tenía casi diez años y los vicios de la mentira se habían hecho costumbre en aquel medio de comunicación. Bolívar quiere crear un nuevo y necesario periodismo para ganar antes que todo la batalla de las ideas.
Trasladaron entonces, con sacrificios extremos desde Trinidad, una pesada imprenta movida a brazo que dio a luz la primera edición del Correo del Orinoco un 27 de junio de 1818, con el lema: “Somos libres, escribimos en un país libre y no nos proponemos engañar al público”.
Estaba en juego la salvación de la Tercera República, y el pertrecho del que Bolívar había hablado era un nuevo lenguaje ético y libre que se hizo arma de batalla y se hizo independencia trece meses después en Boyacá en los primeros días de agosto de 1819.
Bolívar echó las bases del nuevo periodismo venezolano libre y ético. Apegado a la verdad, sin la malicia intrínseca de la mentira. Esto debería servir de ejemplo para la historia de ayer y de siempre en cualquier hecho comunicacional que se genere en territorio venezolano: somos libres, escribimos en un país libre y no nos proponemos engañar al público. Qué mejor mandamiento que éste hoy, en medio de la selva de mensajes que nos circunda, para descollar como algo nuevo, distinto, humano y apegado al mensaje del moreno de Nazaret: “Conocerán la verdad y la verdad los hará libres” (Jn. 8,32).
Notas:
- Rumazo González, A. (2006). Simón Bolívar (Biografía). Ediciones de la Presidencia de la República.
- Tomado de las Obras completas de Simón Bolívar, correspondencia, tomo I, pp. 90-92.
- Carta al médico y poeta Vicente Salias, redactor de la Gazeta de Caracas desde el cuartel general de San Mateo el 22 de febrero de 1814.
- Resaltado del autor.