Por Carlos Ochoa Ruiz
Los resultados de las elecciones en EE.UU indican el triunfo extraoficial del demócrata Joe Biden. Ha creado intranquilidad en los partidarios de Trump, republicanos militantes y simpatizantes, con alusiones de fraude en el conteo de votos.
Donald Trump marcó la pauta desde el inicio del proceso electoral. No avala los resultados y, por tanto, iniciará las demandas de impugnación ante las cortes estatales. La demanda está enfocada por los momentos en Pensilvania que le reportó 20 votos electorales a Biden. En el supuesto de un cambio en ese estado a favor de Trump, no modificaría la victoria de Biden por la amplia ventaja que mantiene.
El 14 de diciembre los colegios electorales certificarán el ganador. Hasta el momento varios líderes republicanos reconocen el triunfo del demócrata. Es un ambiente político inédito, donde además de la duda de los resultados están las expectativas del fantasma de un gobierno socialista.
En este grupo se encuentran venezolanos residenciados en EE.UU y los que están en Venezuela, con la exacerbación de esa preocupación, por cuanto observan en la figura de Biden la reedición de ese socialismo tan particular del siglo XXl chavista, anti democrático, totalitario, corrupto, narcotraficante, hambreador de la población, secuestrador de las instituciones democráticas y violador de los derechos humanos, certificado por la ONU.
Esa trágica situación de Venezuela, del socialismo de “nueva generación” del régimen de Maduro, asociada con la cultura islámica y su grupo terrorista Hezbolá, no se puede extrapolar a Estados Unidos, el país que tiene el liderazgo de la democracia institucional en el mundo. El diseño y la fortaleza de sus instituciones lo blindan.
El Estado norteamericano no tiene empresas. El sector privado y la economía de mercado son el motor de su actividad económica. Ese modo de producción define el Sistema Capitalista, no hay espacio para regímenes comunistas. El Estado bajo el imperio de la ley, establece las reglas que rigen la competencia de los mercados sectoriales.
La irrestricta alternabilidad del poder Ejecutivo y la separación de los poderes públicos forman parte de la institucionalidad democrática representativa.
La representatividad se ejerce a través del Colegio Electoral, en cada uno de los 50 estados federales. Los Colegios Electorales están conformados por los legisladores representantes de la población de cada estado, elegidos directamente por sus habitantes. El total de representantes o electores de los colegios son 540, el mismo número de miembros demócratas y republicanos del Congreso de los Estados Unidos. Son los votos electorales que eligen al Presidente, el voto popular es transferido a sus representantes por su elección indirecta.
La institución del voto está diseñada para que, en la competencia electoral, sólo un candidato gane todos los votos electorales en cada estado. La opción para el candidato alternativo es otro estado, hasta acumular un total de 270 votos necesarios para elegir al nuevo presidente. Desde 1852, sólo los candidatos Republicano o Demócrata han ocupado el primer o segundo lugar en las elecciones presidenciales. Es la expresión del bipartidismo institucional del sistema político, del “Status quo” del país, con el respeto absoluto a la independencia, autonomía y funcionalidad de los poderes públicos: Ejecutivo, Legislativo y el Judicial.
En este contexto institucional pudiera estar uno de los factores que determinaron que Donald Trump perdiera la reelección. Él ha señalado que no es político. Es decir, que tal como lo definen los politólogos, es un Outsider (personajes que incursionan en la política por su prestigio en otros ámbitos). La normativa institucional en la relación con los otros poderes públicos, en ocasiones, le ha causado impases en su acción ejecutiva. En la campaña electoral se conformó un grupo de republicanos: Republicanos con Biden, sumándose a las críticas de los Demócratas por el manejo poco ortodoxo de Trump en su relación institucional.
Otro factor que pudo afectar la reelección de Trump fue el manejo político de la pandemia ante una curva de contagios y fallecidos en ascenso. Sus anuncios de la disponibilidad de la vacuna contra la Covid-19 ,antes de las elecciones presidenciales, fue una oferta sanitaria que no contaba con la aprobación de su equipo médico asesor en el manejo de la pandemia, liderado por el experto inmunólogo Dr. Anthony Fauci, a quien Trump anunció que despediría al ganar las elecciones.
Fue el gran dilema entre la salud y la economía, entre el confinamiento y la apertura de la actividad económica. Para Trump, no se podían prolongar más los confinamientos, en especial en los estados donde se había logrado reducir el impacto de la pandemia. Era el momento de reactivar la economía, de retomar la senda de crecimiento sostenido que interrumpió la pandemia.
Y, efectivamente, en los primeros tres años de gobierno de Donald Trump la economía, medido en términos del Producto Interno Bruto (PIB), tomó nuevo impulso y la tasa de desempleo se redujo a niveles históricos de pleno empleo. Con perspectivas de mantener el crecimiento de la economía en los próximos años.
Las políticas económicas, a inicios del presente año, como la aprobación de la reforma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) entre México, Estados Unidos y Canadá, así como el nuevo Acuerdo Comercial con China, entre otras, garantizaban ese crecimiento que interrumpió la pandemia. Sin embargo, este escenario económico favorable, posiblemente, debilitó su ponderación electoral frente al factor institucional y el manejo político de la pandemia.
Al igual que Trump recibió de Obama una economía en crecimiento, Biden recibirá una economía con capacidad de respuesta de corto plazo para reiniciar el crecimiento de la economía, tan pronto puedan atenuar la curva de la pandemia. Ya la farmacéutica norteamericana Pfizer anunció el día 9 de noviembre la finalización de la fase tres de su vacuna contra la Covid-19, con una efectividad superior al 90%. Estiman que para finales de diciembre se inicie la vacunación para las personas más vulnerables en Estados Unidos.
El anuncio de esta vacuna, seguramente, ajustará en positivo las estimaciones del PIB realizadas por la Reserva Federal de EE.UU, institución autónoma, conocida también como Banco Central. En ese objetivo la institución contempla utilizar todos sus instrumentos de política monetaria y financiera orientados a la estabilidad de precios, crecimiento económico y disminución de la tasa de desempleo en 2021.
Ese fantasma del socialismo en la futura gestión ejecutiva del equipo de Joe Biden, se desvanece también en las expectativas del mercado bursátil. Este es el indicador mediante el cual las inversiones anticipadas en la bolsa proyectan el comportamiento y perspectivas de la actividad económica real en el corto y mediano plazo. Hasta los momentos, el mercado no muestra volatilidad asociada a la percepción negativa de inversores. La orientación de la política macroeconómica, el anuncio de la vacuna de Pfizer y la preservación del equilibrio institucional en las cámaras del Congreso, con los republicanos liderando el senado y los demócratas la cámara de representantes, proporcionan tranquilidad al mercado bursátil y al ambiente económico en general.
En la política exterior de Biden, específicamente con Venezuela, donde se ha exacerbado el fantasma del socialismo por el trauma que significa el régimen de Maduro para la población, se vislumbran cambios que no abonan a las expectativas esperadas.
En ese sentido, es importante destacar que las sanciones al régimen tienen dos orígenes: las políticas de Estado y las Ejecutivas o de Gobierno. Las de Estado, son las relacionadas con la seguridad de EE.UU, no se modifican con los cambios de gobierno. Tales como narcotráfico, lavado de dinero y terrorismo. El Departamento de Estado, de Justicia y el Departamento del Tesoro, a través de la Oficina de Control de Activos Extranjeros, tienen una larga lista de personas del régimen de Maduro sancionadas.
En la política del Gobierno es donde pueden producirse algunos cambios. Biden es partidario de que las acciones contra el régimen de Maduro se realicen en coordinación con la Unión Europea, el Grupo de Lima y la OEA. Las acciones estarían “sobre la mesa”, a diferencia del gobierno de Trump que no descartaban la posibilidad de una intervención armada, que estaba “bajo la mesa”.
En el ámbito comercial, es probable que se flexibilicen las sanciones, especialmente en el tema petrolero, por el dramático impacto que tiene la escasez de gasolina en el transporte de la producción de bienes en general, el transporte público y personal.
Probablemente, Biden seguirá con la estrategia política de Obama en Cuba. Buscar el cambio del régimen en Venezuela, desde adentro hacia afuera con el apoyo internacional. Es un camino largo, pero consideran que es la “solución” menos traumática para la población.
Una parte del liderazgo de la oposición venezolana pudiera sumarse a esta estrategia. Ello a la luz de las declaraciones recientes de Leopoldo López, líder fundamental del gobierno interino. Manifestó que, en una eventual transición política, no se podría descartar la participación de los disidentes chavistas y algunos personeros del régimen. Considera que el chavismo es una realidad política. En este contexto, el “mantra” se modificaría. El cese de la usurpación desaparecería, quedando: La Negociación, Gobierno de transición “colegiado” y las Elecciones verificables. Es uno de los escenarios, cuya factibilidad se definiría el próximo año.