Israel David Velásquez
Venezuela se prepara para iniciar un nuevo año escolar, tristemente con un porcentaje de deserción escolar desalentador y con muchos niños, niñas, adolescentes y jóvenes que han abandonado el país. Sin embargo, hay otra realidad que en medio de tanto desasosiego y desesperanza el venezolano es incapaz de ver y que no suelen ser titulares en los medios de comunicación. Esa realidad es anónima a pesar de que sus protagonistas son los que más sufren y llevan consigo el mayor peso de la situación político-social y económica del país. Este artículo está dedicado al esfuerzo que realizan tantos jóvenes estudiantes, venezolanos de a pie en la construcción de país.
La historia venezolana, especialmente a partir de 1958 hasta el día de hoy, ha evidenciado que poco importa la persona que esté gobernando, el régimen político, sus proyectos e ideología y sus políticas económicas, si la sociedad en general no comprende cuál es su función dentro del Estado. Ciertamente hoy el país atraviesa la mayor crisis de su historia, urge un giro político-ideológico, no obstante en la convivencia ciudadana, en el día a día, en la relación con el otro, el venezolano debe ser capaz de darse cuenta que ese giro tan anhelado y necesario carece de sentido si el ciudadano no rompe las barreras de comodidad, apatía, egoísmo y desinterés ante los problemas públicos del país, que cabe destacar sirvieron de aliado perfecto para que los que han destruido al país llegaran y se mantengan en el poder.
En una república siguiendo al filósofo y político romano Cicerón, el pueblo no puede ser “un grupo de personas agrupados en rebaño”, uno de los cambios en la mentalidad del venezolano debe ser el dejar de ver los asuntos públicos como responsabilidad única de los gobernantes, es imperdonable creer que los problemas del país se solucionan en el Palacio de Miraflores o en el hemiciclo de la Asamblea Nacional. El problema público va más allá de la práctica política, para solucionarlos se necesita más que política, lo necesario es la construcción de país y esa es una responsabilidad de todos los ciudadanos, a quienes les toca en lo ordinario de su día a día aportar su granito de arena, aún en situaciones extremas como la que se vive en Venezuela donde el gobierno es incapaz de garantizar estándares mínimos de salud, alimentación, educación y seguridad.
Cuando cumplía con una asignación laboral fui privilegiado por conocer a un grupo de estudiantes y me llenó de ánimo el ver a jóvenes que siguen en las aulas de clases a pesar de que muchas de ellas están sin electricidad, son inseguras, los pupitres apenas se mantienen y que el efectivo para asistir a la universidad o al instituto es cada vez más escaso. A pesar de estos obstáculos, a pesar de que las noticias que abundan es que cada vez hay más deserción escolar (en todos sus niveles) ver a venezolanos que deciden seguir estudiando es una luz entre tanta oscuridad. Me impactaron dos historias de vida; Una de ellas es la de una joven que no pudo seguir estudiando en una universidad de las más reconocidas en el Zulia por no tener cómo pagar la matrícula, sin embargo, eso no fue una excusa para dejar de estudiar, ella hoy sigue estudiando con el objetivo de graduarse y poner a disposición del país sus talentos y dones. Esa es su manera de aportar su granito de arena en la construcción de país, la resignación y el conformismo no existe en su mente, es un gesto para con Venezuela que enamora. La otra historia es de una joven que ya es madre de un niño y ella comentaba; “por mi hijo me niego a dejar de soñar en este país que tanto me ha dado, por eso sigo en el instituto para salir adelante”. A pesar de la situación país, esta joven sigue soñando con un mejor país, donde ella quiere ser protagonista, por eso se mantiene estudiando, aunque hoy la lógica del país indicaría que abandone sus estudios para trabajar y así mantener a su hijo. No se conforma, quiere progresar y su acto se resume en la frase coloquial del venezolano “es una mujer echada pa’lante”, eso es lo que necesita hoy Venezuela y por eso ¡Bendito granito de arena, están aportando estas dos jóvenes!
Hoy existen muchos héroes anónimos como estos jóvenes que no saben ¿cómo Venezuela saldrá de la crisis?, ni tampoco si la salida está cerca o aún hay mucho camino y sufrimiento por vivir, pero la incertidumbre no los paraliza, se preocupan por hacer lo que creen deben hacer, aportan su granito de arena, construyen país y entienden que hay que tratar de vivir el día a día con “normalidad” en un escenario nada normal, lo que no los absuelve de sentir y experimentar todos los cambios de ánimo y frustraciones que experimenta el venezolano, pero es allí donde surge la heroicidad, porque siguen caminando y soñando en medio del duelo social, pesimismo, resignación, conformismo, sumisión y vulnerabilidad predominantes en Venezuela ya que han comprendido que todos tenemos una misión que cumplir-seamos oficialistas, opositores, católicos o protestantes- o vivamos en tiempos de bonanza o de tempestad.
Para el pesimista el granito de arena que aportan estos héroes anónimos es insignificante, para los medios de comunicación son hechos que no impactan y por lo tanto no merecen estar en los titulares. No obstante, para el país y quienes mantienen su esperanza en un futuro mejor, estos actos son una luz en medio de tanta oscuridad. Toda hazaña, todo milagro nunca llega si antes no ha existido la maravilla del granito de arena de cada día, “Granito de arena pareció el sí de María y en Nazaret cambió el destino del mundo” (Javier Garrido). Nosotros ponemos el granito de arena y Dios, el destino, la vida, la patria o cómo cada quien lo quiera nombrar se encargará de lo demás. Como católico para mí será Dios y por eso a Él le pido nuestro pan de cada día para que estos héroes sigan aportando su granito de arena.