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Bauman: un pensamiento que incomoda

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Imagen de: Xulio Formoso

Este recién inaugurado 2017 ya ha mostrado su lado más trágico llevándose las vidas de algunos destacados protagonistas de la cultura universal. Aún no habían transcurrido ni diez días desde el comienzo y ya contabilizábamos las muertes de los escritores John Berger y Ricardo Piglia y ahora la del filósofo Zygmunt Bauman, quien murió el día 9 de enero en Leeds a los 91 años.

Polaco de origen judío, su familia, perseguida por los nazis cuando Hitler tomó el poder en Alemania, huyó a la Unión Soviética cuando los alemanes invadieron Polonia. Al finalizar la guerra Zygmunt Bauman regresó a su país, donde ejerció como profesor en la Universidad de Varsovia. Pero la política antisemita del régimen prosoviético le obligó a abandonar de nuevo Polonia en 1968, después de la llamada Primavera de Praga (a pesar de su militancia en el Partido Comunista) y refugiarse en Tel Aviv, Estados Unidos y Canadá hasta que en 1971 decidió fijar su residencia en Leeds (Inglaterra), en cuya universidad ejerció como profesor y donde acaba de morir.

La talla intelectual de Bauman se manifestó en la amplia temática de su pensamiento y en el análisis de los temas de actualidad que preocupan a la sociedad contemporánea, desde el Holocausto a la posmodernidad, del socialismo a la globalización y el neoliberalismo.

Bauman, Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 2010, es conocido por haber acuñado el término ‘modernidad líquida’ para definir la sociedad actual, basada en el modo de producción capitalista y en el consumo. Frente a la modernidad sólida, de estructuras fijas, valores permanentes, límites inalterables, donde la paciencia, el trabajo duro, la abnegación y el sacrificio eran los presupuestos para el éxito, en la modernidad líquida éste depende de valores mutantes y principios que se alteran constantemente.

Si la modernidad sólida vivía enfocada hacia lo perdurable, lo único permanente en la modernidad líquida es la fugacidad. Ya no hay nada que pueda durar, y menos de manera permanente. Los Estados cambian su configuración, se debilitan las fronteras, se adoptan procesos de desregulación y privatización, se precariza el mercado de trabajo… compromisos y acuerdos firmados con solemnidad se cambian o se anulan de un día para otro. La modernidad líquida rinde culto a la velocidad, a la novedad, al cambio por el cambio y al consumo por el consumo; es una civilización del exceso, la redundancia, el despilfarro y la eliminación de desechos.

El pensamiento de Zygmunt Bauman se resume en uno de sus últimos ensayos, “¿La riqueza de unos pocos nos beneficia a todos?”, publicado en España por la editorial Paidos coincidiendo con una de sus últimas visitas a nuestro país en 2014, donde pronunció una conferencia en Madrid (volvió al año siguiente a Burgos para participar en un Foro de la Cultura).

Contra el neoliberalismo

El título de su último libro, “¿La riqueza de unos pocos nos beneficia a todos?” (Ed. Paidós), es una interrogación que ya provoca el debate en el que actualmente se encuentra la sociedad en crisis. Bauman sostiene que, con la connivencia de los gobiernos, cuyas leyes les favorecen, la mayor parte de los beneficios del progreso económico acaban en manos de quienes tienen rentas más altas: “los ricos, y especialmente los muy ricos, son cada vez más ricos, mientras que los pobres, y especialmente los muy pobres, son cada vez más pobres”.

Bauman tiene una explicación para esta situación. Dice: “La desregulación de los bancos y de sus movimientos de capital permite a los ricos moverse libremente, buscar y encontrar los mejores terrenos para obtener los mayores beneficios, lo que les hará más ricos; mientras que la desregulación de los mercados de trabajo hace que los pobres no se puedan beneficiar de las mejoras y por tanto estarán condenados a empobrecerse”.

Para Bauman, la supuesta existencia de una mano invisible del mercado es otra falacia: “puede que sea invisible pero no hay duda de a quién pertenece esa mano y quien dirige sus movimientos”. Pero lo interesante es encontrar una respuesta al título del libro: si realmente la riqueza de esos pocos ricos beneficia a todos. Bauman dice que no, pero lo dice con argumentos de peso.

Uno de los cambios que se han producido en estos últimos años ha sido la degradación de la clase media al nivel del “precariado”. El dogma de que el enriquecimiento de los ricos acaba revirtiendo a la sociedad y de que pagar a los ricos altos salarios porque su “excepcional talento” beneficia al resto de la sociedad es, según Bauman una mezcla de mentira intencionada y de ceguera moral.

Realidades incuestionables

Zygmunt Bauman desmitifica algunas de las “realidades incuestionables” sobre las que se mueve la economía. Una de ellas es la del crecimiento económico. Bauman dice que este concepto no es consustancial a los humanos y que tal crecimiento lo que asegura es la creciente opulencia de unos pocos frente a una caída del nivel de vida de gran número de personas. Porque, después de todo lo dicho, se ha demostrado que un incremento de la riqueza total revierte siempre en los más ricos y supone una profundización en la desigualdad social. Por lo tanto, la solución no está en el crecimiento económico sino en una mejor distribución de la riqueza.

Lo único que se ha demostrado es que el daño hecho hasta ahora por la desigualdad ha sido más desigualdad, según Bauman, quien transmite a la sociedad la urgencia de salvar al mundo de la ceguera en la que se encuentra y de sus consecuencias suicidas. Y advierte: la primera víctima de la desigualdad será la democracia. Lo está siendo ya.

http://periodistas-es.com/zygmunt-bauman-desaparece-filosofo-la-posmodernidad-80418

 

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