La idea que moviliza este libro es la de dar cuenta del conjunto de relaciones–autoritarias en su mayoría– que se han tejido entre el gobierno de Nicolás Maduro y el sector de los medios de comunicación y sus profesionales. Esas relaciones parten de lo que dejara instituido el proceso encabezado, desde 1999, por el entonces presidente Hugo Chávez Frías hasta su desaparición física en marzo de 2013, es decir casi catorce años. Esos primeros diagnósticos están muy bien reflejados en algunos libros del cual este es heredero o se fundamenta en las bases que ellos establecieron en su momento.
Debemos mencionar, en primer lugar, Hegemonía y control comunicacional (Editorial Alfa, UCAB, 2009). Vendría después el ensayo de Andrés Cañizález: Hugo Chávez: la presidencia mediática (Editorial Alfa, 2012). El otro libro que es de obligatoria mención es Saldo en rojo. Comunicaciones y cultura en la era bolivariana (UCAB, Fundación Konrad Adenauer, 2013
Esos textos nos hablan del surgimiento de un nuevo régimen comunicativo. La comunicación social -léase mejor información- y los medios por donde ella circula han ganado en estos dieciséis años un papel estratégico para el poder instaurado desde 1999. La idea casi exclusiva de la comunicación dentro de una economía abierta y competitiva empezó a cambiar desde los inicios del régimen chavista. Pero en el tiempo también empezarían a cambiar las comunicaciones libres, abiertas y plurales. En la denominada era bolivariana la subordinación de los medios y sus comunicaciones con respecto a la política, ha venido siendo una constante impuesta desde la cúspide del poder. Hoy, el debate político para el mundo oficialista se juega en y desde los medios, de ahí que el gobierno haya querido imponer lo que denominamos un nuevo régimen comunicativo. Este nuevo modelo de estructura comunicacional ha intentado, con éxito, la ruptura, reorientación y reorganización del régimen comunicativo anterior, especialmente de los llamados medios públicos –nunca tan gubernamentalizados y partidizados como en el presente– con la única función de asegurar un orden fundado en controles oficiales para inducir en la sociedad la idea de que el hombre nuevo está naciendo y, al mismo tiempo, llevándose por el medio la memoria del pasado político, la historia del país, su cultura, su identidad y hasta las actitudes de tolerancia y pluralismo.
El tiempo ha transcurrido y en estos años, hasta el presente, las comunicaciones y las políticas públicas impuestas para ellas han sido de mayor control y regulación; de creación de mecanismos jurídicos que han significado intimidación y autocensura; de diseño de una amplísima plataforma mediática de carácter hegemónico y el establecimiento de una narrativa y arquitectura simbólica que ha logrado convencer a la mitad del país. En definitiva, la operación que se puso en marcha desde los sucesos de 2002 se conecta con la idea expuesta en el Brasil de 1934, plena dictadura de Getulio Vargas, cuando un grupo de intelectuales cobijados en el gobierno le dijeron a este que “los medios de comunicación no deben pensarse como simples medios de diversión, sino como armas políticas sometidas al control de la razón del Estado”.
Este libro, del periodista e investigador de la comunicación Marcelino Bisbal, es un diagnóstico y reflexión acerca del Autoritarismo comunicacional que nos está tocando vivir a los venezolanos, procura dar a cuenta de cómo el régimen chavista ha puesto de manifiesto, como ningún otro gobierno de los que hemos tenido, lo que dijera Antonio Pasquali en cierta oportunidad: “El chavista es el primer gobierno del país que comprende la importancia capital de las comunicaciones para modelar sociedades, y es una lástima que haya aplicado esa comprensión a la causa equivocada”.
El libro pone en evidencia la idea de que el objetivo del Gobierno es silenciar a los medios, no permitirles visibilizar lo que ocurre. No dejar que los hechos sean contados tanto dentro como fuera del país. Los gestos y prácticas que se han venido desarrollando en estos dos años de Nicolás Maduro y su grupo han demostrado crudamente que la censura se ha vuelto a instalar entre nosotros. Qué decir de la autocensura que se ha hecho presente en gran cantidad de medios y periodistas. El resultado final del libro es conclusivo: estamos ante un Gobierno, en funciones de Estado, que esquizofrénicamente profesa una idea del poder que alienta acciones y procesos en diversos ámbitos de la vida que van en una dirección muy distinta a la de considerar a la libertad de expresión como una pieza fundamental y clave de la democracia.