Antonio Pérez Esclarín
La autoestima es la valoración que una persona tiene de sí misma. Un adecuado nivel de autoestima es la base de la salud física, mental y espiritual de la persona. Una buena autoestima supone confianza en nuestra capacidad de enfrentarnos a los desafíos básicos de la vida, y confianza también en nuestro derecho a triunfar y ser felices. El valor de la autoestima radica no sólo en que nos permite sentirnos mejor, sino en que nos permite vivir mejor, responder a los retos y oportunidades con mayor ingenio.
Una autoestima saludable se relaciona con la creatividad, la independencia, la flexibilidad y la capacidad para aceptar los cambios, con el deseo de admitir (y corregir) los errores, con la benevolencia y con la disposición a mejorar. Una autoestima baja se relaciona con la rigidez, con el miedo a lo nuevo y a lo desconocido, con estar a la defensiva, con la sumisión o el comportamiento reprimido y el miedo a los demás. Cuanto más sólida es nuestra autoestima, mejor preparados estamos para hacer frente a los problemas en nuestra vida privada y en nuestro trabajo. Cuanto más saludable sea nuestra autoestima más nos inclinaremos a tratar a los demás con respeto, benevolencia y justicia, ya que no los consideraremos como amenazas, pues el respeto a uno mismo es el fundamento del respeto a los demás.
Algunas veces la autoestima se confunde con ser jactancioso, fanfarrón o arrogante; pero tales rasgos no reflejan una gran autoestima, sino más bien una débil. Las personas con alta autoestima no se comportan de una forma superior a los demás, ni humillan a los otros. Su alegría se debe a ser como son, no a creer que son superiores o mejores que los demás.
Quien se estima suficientemente posee, en mayor o menor grado, estas características:
-Valoración de sí mismo como persona, independientemente de lo que pueda hacer o tener.
-Aceptación tolerante de las propias limitaciones. Es decir, responsabilidad sin culpabilidad. Afortunadamente, todos tenemos fallos y defectos, y en consecuencia, necesitamos de la comprensión y el perdón de los demás. Las personas que se creen perfectas se convierten en unos tiranos.
-Actitud comprensiva y cariñosa hacia si mismo. No utiliza nunca expresiones negativas cuando se refiere a su persona o a los demás. Arthur Miller pone en labios de uno de sus personajes estas palabras: “Uno debe terminar por tomar la propia vida en brazos y besarla”.
-Sentido del humor para relativizar la importancia de algunos sucesos, aprender a reírse de uno mismo y no permitir que nadie le amargue o haga perder la calma.
-Atención a las necesidades reales, tanto físicas, como psíquicas, intelectuales o espirituales: “Porque me amo, me valoro y cuido mi salud, mi cuerpo, mi cultura, mi libertad, mi futuro, mi relación con los demás y con la naturaleza. Mi amor me lleva a sentirme cada vez más a gusto conmigo mismo, a esforzarme por ser mejor y por hacer mejor lo que debo hacer. Por ello, vivo en formación, me construyo a mí mismo, hago el bien, lo hago bien y así lo paso bien”.