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Autócratas corruptos

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Foto archivo WEB

Por Noel Álvarez*

El título de este artículo fue tomado de la novela satírica Rebelión en la granja, publicada en 1945. Esta obra es una fábula mordaz sobre la corrupción del socialismo soviético en los tiempos de Iósif Stalin. En la ficción de la novela un grupo de animales de una granja expulsa a los humanos y crea un sistema de gobierno propio que acaba convirtiéndose en una tiranía brutal. Es una parodia aplicada a las tiranías que han azotado a la humanidad, algunas de las cuales todavía persisten en ciertos países, debido a que accedieron al poder por la vía electoral.

Eric Arthur Blair, mejor conocido por el pseudónimo de George Orwell, fue un escritor y periodista británico, nacido en la India, cuya obra lleva la marca de las experiencias personales vividas por él. Blair nos describe su trabajo en Rebelión en la granja con un sencillo lenguaje. A modo de fábula nos narra los fundamentos del comunismo, a la vez que efectúa una rotunda crítica a cualquier tipo de totalitarismo.

Los animales de la granja de los Jones se sublevan contra sus dueños humanos y los vencen. Pero la rebelión fracasa al surgir entre ellos rivalidades, envidias, y al aliarse algunos con los amos derrocados, traicionando su propia identidad y los intereses de su clase. El carácter universal de su mensaje hace de este libro un extraordinario análisis de la corrupción que engendra el poder, una furibunda diatriba contra el totalitarismo de cualquier especie y un lúcido examen de las manipulaciones que sufre la verdad histórica en los momentos de transformación política.

Se lee en la fábula que la Revolución Rusa, al igual que la rebelión de los animales, empezó bajo unos principios de libertad, lucha contra el poder, defensa del proletariado, de los que Lenin, identificable con el Viejo Mayor, se hizo portavoz. La corrupción de esos principios, el abuso de poder de la mano de Stalin, y la consecuente dictadura, son fácilmente comparables con lo que pasa en la granja bajo el control de Napoleón.

El proletariado está representado por Boxer, el caballo más fuerte de la granja, que ante cualquier problema suele decir “trabajaré más duro” o “Napoleón siempre tiene razón”. Benjamín, el burro, es el personaje más cínico de la granja, y podría identificarse con los intelectuales, conscientes de lo que está sucediendo, pero incapaces de oponerse a ello. El cerdo Snowball ha sido identificado con León Trotsky, mientras que el campesinado lo constituyen las ovejas y las gallinas, incapaces de tomar una posición crítica ante la realidad. También existen otros personajes en el desarrollo de la fábula.

El señor Jones era un amo cruel, aficionado a la bebida, mantenía descuidada la granja y a sus animales; en la fábula representa a Nicolás II de Rusia y a toda la realeza de la época. Rebelión en la granja es una pieza clave en el pensamiento crítico occidental del siglo XXI.  El progresivo declive de la fábula termina en el momento en que los cerdos se convierten en humanos, cuando ya han adquirido todas las acciones atribuidas a las personas; sus costumbres: dormir en la cama, comer en la mesa, caminar sobre dos patas; sus vicios: beber alcohol, usar la violencia, matar; también sus deseos de poder y riqueza.

Siempre es el mismo cuento, los comunistas llegan al poder, bien sea, por medio de las armas o por el voto, denostando de las perversidades del sistema imperante. Gritan a voz en cuello contra la corrupción, la violación de los Derechos Humanos, el excesivo presidencialismo, la pobreza extrema y la debilidad en la defensa del territorio patrio, pero una vez en el poder, exponencian los vicios que antes criticaban. Esa es la triste historia que le ha correspondido vivir a Venezuela, en los últimos veintiún años y que, según mi criterio, de no ocurrir un hecho sobrevenido, es muy posible que continué en los próximos tiempos.

Para citar solo un caso, como muestra de lo que vengo relatando, el actual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, comenzó su campaña electoral en 2018, con una cuña donde criticaba a la manada de animales que conducían la política mexicana. Sobre ellos, utilizando un tono paternalista y un discurso explosivo, dijo: “Usan dinero para comprar lealtades y votos, engañan, trafican con la pobreza. Por eso, pueden postular a una vaca o a un burro, son lo mismo, fulanos y menganos, puercos y cochinos, cerdos y marranos”. Llegado a ese punto de éxtasis metafórico, detonó su bomba, el entonces candidato: “Muy pronto habrá una rebelión en la granja y acabaremos con la corrupción y la violencia. Tendremos producción, trabajo y bienestar para todos”.

A propósito de la mención del caso mexicano, estando a punto de tomar posesión López Obrador, comenté en un artículo lo que presagiaba sería el futuro de México bajo su gobierno. Allí manifesté mis esperanzas de que, la institucionalidad azteca lograra frenar sus ambiciones perpetuacionistas. En un mundo cada día más globalizado, lo que uno dice en casa, inmediatamente lo conocen en todo el orbe, fue así como, sorpresivamente recibí un duro mensaje de un ofendido mexicano, en el cual, con ofensivas palabras me mandaba a llevar el traje a la lavandería y me conminaba a ocuparme de los problemas de mi país, porque ellos, a diferencia nuestra, si tenían los g… suficientes para resolver los suyos, si el gobierno se desviaba del cauce institucional. Espero que al final del sexenio lopecista, el furibundo mejicano siga opinando igual que cuando me escribió.


*Coordinador Nacional del Movimiento Político GENTE | [email protected]

Fuente: https://noelalvarezcamargo.wordpress.com/2020/08/29/autocratas-corruptos/

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