Están muy tristes y asombrados de ver cómo va ascendiendo ante sus ojos y luego desaparece. Saben que no volverán a verlo en esta vida y tienen miedo de lo que les puede pasar. Los perseguirán, los azotarán, los matarán. Fray Luis de León en el siglo XVI expresó muy bien su tristeza y desconcierto: ¿Y dejas Pastor santo, / tu grey en este valle hondo, escuro / con soledad y llanto / y tú, rompiendo el puro / aire, te vas al inmortal seguro? / Aqueste mar turbado / ¿quién le pondrá ya freno? ¿quién concierto / al viento fiero, airado? / Estando tú encubierto / ¿qué norte guiará la nave al puerto?
Ya se lo había advertido el mismo Jesucristo la noche de la última cena. Pero también les había dicho que les enviaría el Espíritu Santo abogado y consolador.
Como dice muy bien José Antonio Pagola_
“Está creciendo el desencanto, el escepticismo y la incertidumbre ante el futuro. Hay tanto sufrimiento absurdo en la vida de las personas y de los pueblos, tantos conflictos envenenados, tales abusos contra el Planeta, que no es fácil mantener la fe en el ser humano.
Sin embargo, el desarrollo de la ciencia y la tecnología está logrando resolver muchos males y sufrimientos. En el futuro se lograrán, sin duda, éxitos todavía más espectaculares. Aún no somos capaces de intuir la capacidad que se encierra en el ser humano para desarrollar un bienestar físico, psíquico y social.
Pero no sería honesto olvidar que este desarrollo prodigioso nos va “salvando” solo de algunos males y de manera limitada. Ahora precisamente que disfrutamos cada vez más del progreso humano, empezamos a percibir mejor que el ser humano no puede darse a sí mismo todo lo que anhela y busca.” (ECLESALIA, 28/05/14)
En la Venezuela actual podemos suscribir plenamente los párrafos anteriores. Hay mucho sufrimiento absurdo en la vida de muchas personas, causado por quienes deberían buscar el bien común. Hay muchos abusos contra nuestra madre Tierra en las selvas amazónicas y en el consumo excesivo de ricos sin conciencia.
Jesucristo mientras los bendecía sube al cielo, pero se queda en la Eucaristía y nos invita a participar en ella. Nos envía su Espíritu y nos cambia por dentro. Nos impulsa a ser mejores personas y repartir nuestro amor. “Jesús era realista. Sabía que no podía transformar de un día para otro aquella sociedad donde veía sufrir a tanta gente. No tenía poder político ni religioso para provocar un cambio revolucionario. Sólo tenía su palabra, sus gestos y su fe grande en el Dios de los que sufren.” (Pagola) Como Él, tampoco tenemos poder para cambiar el mundo, pero sí podemos contribuir para que nosotros y nuestro mundo alrededor sean un poco mejor.