Por Alfredo Infante, s.j.
Hace una semana estuve en San Miguel, una ciudad satélite de Buenos Aires, en Argentina, participando en la reunión de provinciales jesuitas de América Latina. Era mi primera vez en esa nación. Este escrito no pretende otra cosa que recoger algunas impresiones personales sobre este país hermano y, también, sobre la situación de los migrantes venezolanos.
Lo primero que salta a la vista para un visitante primerizo es confirmar lo que se dice respecto a la capital argentina: “Buenos Aires es una réplica de París, pero más grande”, lo cual da la impresión de que se está en Europa.
Es una ciudad muy costosa para los nacionales, mucho más para los migrantes. Por tanto, los venezolanos en Argentina –alrededor de 220 mil– se asientan en otras ciudades, mientras los que eligen la capital, en su mayoría profesionales y técnicos, deben hacer malabares para mantenerse y estabilizarse. Les atrae el orden, la tranquilidad y acceso a la recreación y la calidad de los servicios públicos.
Aquellos que han solicitado refugio están en una penosa espera para adquirir el estatus de refugiado, hecho comprensible en los sucesivos gobiernos de izquierda por la sintonía del peronismo kirchnerista con el socialismo del siglo XXI. Sin embargo, la situación de no reconocimiento continúa con el nuevo Gobierno de Javier Milei, de derecha y autoproclamado “anarco capitalista”, lo que hace pensar que, más allá de la ideología de izquierda o derecha, se trata de una política de Estado, abocada al no reconocimiento del venezolano como refugiado.
En cuanto a la impresión que recibí sobre el gobierno de Milei, la sociedad está polarizada y el actual presidente cuenta aún con un gran respaldo popular. No es un cheque en blanco, pero hay mucha expectativa. Por ejemplo, pocos días antes de mi visita se había llamado a un paro nacional que se cumplió a medias, pues el control del kirchnerismo sobre gremios, sindicatos y movimientos sociales fue lo que hizo que se parara el transporte y la educación. En respuesta, un porcentaje importante de la población rompió el paro, la gente de a pie fue a trabajar caminando, en patineta, en bicicleta, etcétera. El paro no fue tan efectivo porque el hecho de que el actual presidente haya detenido la inflación, por la vía de medidas de shock, lo mantiene aún en la cresta de la ola. Algunos consideran que el estilo disruptivo de Milei, su extravagancia mediática y una estrategia comunicacional bien montada mantienen viva su popularidad.
Por otra parte, yendo más en profundidad, los activistas de derechos humanos ven con mucha preocupación una política de encubrimiento que pareciera apuntar hacia “el olvido” de las atrocidades y crímenes de lesa humanidad cometidos en tiempos de dictadura.
También salta a la vista que la exclusión social es estructural. Un indicador es la cantidad de comedores que la Iglesia católica y otras instituciones han instalado para atender a miles de personas sin techo que deambulan por la calle. Estos y otros programas benéficos están en graves problemas de sostenibilidad, debido a las actuales medidas de ajuste gubernamental. Cada vez más los beneficiarios de estas iniciativas son migrantes, entre los que se cuenta un importante porcentaje de venezolanos.
En resumen, en Argentina, los venezolanos que llegaron en la primera oleada migratoria, en su mayoría profesionales y técnicos, lograron insertarse en el mercado laboral y se encuentran luchando por su estabilidad, como la mayoría de los argentinos.
En contraste, a los que han llegado más recientemente –en los últimos años del kirchnerismo, en tiempos de hiperinflación y, ahora con las medidas de shock del Gobierno de Milei– no les ha resultado fácil estabilizarse y están con planes de retorno o de migrar a un tercer país. Mientras, los solicitantes de refugio siguen en el limbo, a la espera de una respuesta por parte del Estado.
Todos se sienten indignados ante el cierre del Registro Electoral que ha cercenado sus derechos civiles y políticos y siguen, con esperanza e incertidumbre, la vida política del país.
Fuente: Boletín Signos de los Tiempos del Centro Arquidiocesano Monseñor Arias Blanco. Edición N° 229 (17 al 23 de mayo de 2024).