Margarita López Maya analiza el ocaso del chavismo encarnado en la manera de gobernar de Nicolás Maduro y el resto de los herederos de Hugo Chávez en el poder. Estudiosa de los procesos que condujeron al auge y caída del socialismo del siglo XXI, ahora advierte sobre los posibles caminos que puede transitar la sociedad, sin un líder carismático y en las horas bajas de la economía del país
Víctor Amaya
Por redes sociales y mensajería instantánea corre con fiereza un video de Hugo Chávez en 2010 donde denunciaba intenciones de una minoría política de querer disolver la Asamblea Nacional para dar un golpe de Estado. Se usa abiertamente para buscar el contraste con la decisión del Tribunal Supremo de Justicia del miércoles 29 con la cual arrebató las funciones del Parlamento y resolvió asumirlas mediante la Sala Constitucional.
Incluso seguidores del chavismo, pero que se alejan del “madurismo”, sirven de correa de transmisión de ese material audiovisual. Son quienes insisten en que el legado del expresidente fue traicionado, que el “golpe de timón” que asomó el de Barinas nunca se ejecutó, que el gobierno de Nicolás Maduro dejó atrás los lineamientos de aquél. Pero la historiadora Margarita López Maya apunta que la actualidad es tan solo una deriva de un modelo de gobernar, recordando la opinión “plena como la luna llena” del expresidente de que se eligiera a Nicolás Maduro como su sucesor. Asegura que quienes controlan el Estado son, literalmente, los herederos. “Maduro fue ungido por Chávez, señalado por el dedito. Los que rodean al Presidente son discípulos de Chávez y gobiernan en su nombre”.
En su más reciente libro, El ocaso del chavismo: Venezuela 2005-2015, López Maya hace un estudio y a la par un relato de cómo se fue desmoronando aquel movimiento popular e institucional de gran alcance internacional. “Esto que estamos viendo es un chavismo sin Chávez, pero es un ocaso. No se le augura mucho futuro al chavismo así como va. Chávez dejó una sucesión muy mediocre, con pies de barro, que no ha sabido encontrar otra fuente de legitimidad”, refiere la académica.
Benigno Alarcón, director del Centro de Estudios Políticos de la Universidad Católica Andrés Bello, dijo durante la presentación del libro que “Margarita, sin dejar de analizar el fenómeno desde la rigurosidad y la disciplina, vio el ocaso, el título del libro, cuando aún el sol estaba en el centro, y lo advirtió desde hace muchísimo tiempo. Fue capaz de predecir y de advertir como rodarían las esperanzas de una promesa incumplida que cayó muchas veces en oídos sordos de muchos de los protagonistas que con ella compartieron, quizás, sueños de juventud por construir un mejor modelo político y social”. Por eso ahora sus advertencias para esta nueva etapa nacional no son desestimables.
¿Cuándo el ocaso pasa a ser noche, cuando Maduro salga del poder?
—Cuando lleguemos a las puertas de una transición. Aquí podemos ir facilito a un militarismo fascista, como ya se asoma en discursos y actitudes fascistas. La noche puede ser más oscura. Yo apuesto a que la sociedad, los partidos, los ciudadanos, tratemos de empujar esto hacia una transición democrática, cada quien con su responsabilidad. Eso hay que trabajarlo. El desafío de los partidos es tener estrategia y unidad de propósitos, pues ellos no pueden trabajar sino en democracia. Pero solos no pueden. La sociedad civil debe empujar y sugerir formas de lucha. Que caiga la noche para que amanezca un buen día requiere trabajo.
Tiempo de definiciones
Margarita López Maya llama “chavismo” a “ese proyecto empujado por el carisma de Chávez, y por el boom de los petrodólares que tuvo durante 10 años y permitió que ese plan se desarrollara en Venezuela cuando eso no tenía viabilidad ni base”. Por eso, asegura, estamos viviendo el fracaso “del chavismo, de Chávez y de quienes lo siguen”.
En el texto, la historiadora desmenuza la década en la cual cambió la brújula del proyecto “bolivariano” que llevó a Hugo Chávez a Miraflores hasta derivar en el actual régimen encabezado por quien fue su canciller durante más de un lustro, Nicolás Maduro.
“Chávez gana las elecciones de 1998 montado sobre un movimiento electoral fundamentalmente, una constelación, una cantidad de partidos y personalidades, sin una ideología demasiado definida. Allí iban algunos del chiripero pero también había gente como Mayz Vallenilla o Alfredo Peña, que era claramente de derecha. Por eso digo que el proyecto de 1999 no era el de Chávez sino uno que se discutió en los años 80 y 90 en el país, incluso con algunas propuestas que salieron de la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado de los años 80, como la descentralización y los mecanismos de democracia directa”. Por tanto, afirma López Maya que el “chavismo” nació como tal “cuando el proyecto se convierte en lo que piensa Chávez”.
Eso ocurrió luego del referéndum revocatorio de 2004, la consolidación de una Asamblea Nacional unicolor conformada por completo por diputados del oficialismo y el triunfo en la reelección presidencial de 2006. “El socialismo del siglo XXI, que comienza con el segundo gobierno, no es una propuesta de la sociedad venezolana, sino del propio Chávez. Incluso él lo decía con cierto orgullo, que él quería tener este proyecto personal, que el socialismo le convenía a Venezuela. Fíjate cómo la reforma constitucional de 2007 tuvo una comisión asesora que él creó y le exigió confidencialidad. Es decir, un cambio a la Constitución que no sería discutida con nadie. Así se actúa en el chavismo, porque allí estaba Cilia Flores que era presidenta de la Asamblea Nacional, la entonces presidenta del TSJ Luisa Estella Morales, personas a las que no se les podía exigir confidencialidad porque representaban poderes independientes”.
Por eso, Margarita López Maya insiste en que la figura del expresidente fallecido en 2013, tan carismática, tan personalista, logró hacer que parte de la sociedad y la estructura del Estado se apuntara a seguir su doctrina, su pensamiento, su ideología. Eso sí, “él no fue un gran ducho en socialismo. Tenía un patuque ahí que era el socialismo inédito que él iba a crear”.
Pero la gente votó por eso, una y otra vez, incluso cuando dijo que su opinión “plena como la luna llena” era que eligieran a Maduro como su sucesor. Fue una mayoría electoral que contribuyó a darle poder al autócrata y, también, destruir la mayor oportunidad de desarrollo de la nación en más de medio siglo. “Por eso es que el liderazgo carismático es tan importante. Lo dice Max Webber, que la legitimidad del líder carismático no está en las urnas sino en el carisma. La gente lo mira, queda seducida. Entonces su legitimidad era carismática y después de ser derrotado en 2007 se tuvo que apoyar en eso y en el dinero, porque en las leyes había perdido. Allí cambia la naturaleza del régimen político porque comienza a salirse del mundo de la democracia. Un régimen carismático no es democrático. La democracia está sostenida en leyes”.
La gran paradoja del actual régimen político, ahora basado en los mandatos de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, es que “se les fue el carisma del líder y se les fue el dinero del petróleo. Por eso se tratan de mantener con una legitimidad de origen, hereditaria, pero están en un crepúsculo. Volvemos a Webber: si no hay carisma, ¿cómo legitimamos que nosotros tenemos derecho a mandar? ¿Con la Constitución y las leyes? Maduro no tomó ese camino, sino el de tener derecho a mandar porque son discípulos de Chávez, los herederos, como una iglesia”.
Aun así, no es fácil visualizar un final para un gobierno que se aferra a Miraflores y que, todavía, pareciera tener margen de maniobra. “Es que ahí entramos en la oposición, que no ha logrado superar la crisis de representación. Hay un pueblo 80% no chavista, 90% en contra de Maduro, pero sigue sin sentir vínculo con los partidos políticos. No es fácil, en una sociedad tan fragmentada, encontrar maneras de representarla y conducirla hacia un cambio político. Es una tarea pendiente porque ese liderazgo no ha estado a la altura de la situación”. Es parte, también, de la herencia del Comandante pues, a juicio de López Maya, “una de las cosas más nocivas de Chávez fue la estigmatización y la criminalización de la democracia venezolana. Él necesitaba desprestigiar la democracia representativa para reflotar la legitimación personalista, no institucional, la mediación directa del pueblo y el líder. En ese sentido, las peores consecuencias las vivimos ahora con Maduro”.
La historiadora cree que el actual gobierno está condenado. “Maduro hubiera podido decir que Chávez era un dios y él su profeta, que gobernaría con una familia de herederos, y de repente los venezolanos que ya estaban metidos en esa legitimidad tradicional no moderna patrimonial lo hubieran aguantado si hubiera habido eficiencia en el manejo del Estado, en el funcionariado. Ese tipo de régimen ha funcionado en otras partes. El ocaso del chavismo era evitable, pero están cavando la fosa pues tantas redes clientelares no aguantan, son mafias saqueando y nada más”.
Fuente:
http://elestimulo.com/climax/lopez-maya-aqui-podemos-ir-facilito-a-un-militarismo-fascista/