Conferencia Episcopal Venezolana
Palabras del Presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana, Mons. Diego Padrón, Arzobispo de Cumaná, en la Apertura de la Centésima Sexta Asamblea Ordinaria Plenaria.
Al iniciar hoy la CVI Asamblea Ordinaria Plenaria de la Conferencia Episcopal Venezolana nuestros pensamientos y nuestros corazones de pastores del pueblo de Dios se elevan al Padre de la misericordia y Dios de todo consuelo que nos conforta en todos nuestros sufrimientos, para poder nosotros dar a los que sufren el mismo consuelo que recibimos de Dios (2 Co 1, 3-4).
Mi saludo fraterno y cordial al Sr. Cardenal Jorge Urosa Savino, Arzobispo de Caracas y Presidente de Honor de nuestra Conferencia, Al Excmo. Mons. Aldo Giordano, Nuncio Apostólico en Venezuela, y por su digna representación al querido Papa Francisco; a los apreciados hermanos Arzobispos y Obispos de Venezuela.
Saludo de manera especial y doy la bienvenida a este Colegio episcopal a los Excmos. Sres. Obispos recién ordenados: Mons. Jonny Reyes, Vicario Apostólico de Puerto Ayacucho, Mons. Pablo Modesto González, Obispo de la nueva Diócesis de Guasdualito, Mons. Víctor Hugo Basabe, Obispo de San Felipe, y Mons. Polito Rodríguez Méndez, Obispo de San Carlos. Saludo y doy la más cordial bienvenida a los Obispos Electos Mons. Enrique Parravano, Obispo Auxiliar de Caracas y Mons. Carlos Cabezas Mendoza, de la Diócesis de Punto Fijo. Todos ellos participan por primera vez con voz y voto en la Asamblea episcopal.
Con afecto y veneración saludo a los hermanos Obispos Eméritos.
Un especial saludo y sincero agradecimiento al Rvdo. Padre Francisco José Virtuoso, Rector de esta ilustre Universidad, que nos acoge en esta y otras ocasiones.
Mi saludo y agradecimiento por su presencia, a los Superiores y Superioras Mayores representantes de la Conferencia de Religiosos y Religiosas de Venezuela (CONVER), al Presidente y demás miembros de la Junta Directiva del Consejo Nacional de Laicos (CONALAI), a la Presidenta y demás miembros de la Junta Directiva de la Asociación de Educadores Católicos (AVEC), al Gerente General de INPRECLERO, al Gerente General y demás miembros de la Junta Directiva de APEP.
Saludo y doy la más cordial bienvenida a los nuevos Subsecretarios de la Conferencia Episcopal de Venezuela, los Presbíteros Rivelino Antonio Cáceres, de la Diócesis de Barinas, y Gerardo Salas Arjona, de la Arquidiócesis de Mérida. Saludo igualmente al Equipo de Directores del Secretariado Permanente del Episcopado Venezolano (SPEV), a los sacerdotes Secretarios de Actas de esta Asamblea y al personal de empleados y obreros del Secretariado y de la Casa “Mons. Ibarra”. A todos ellos el reconocimiento en nombre de todos los hermanos Obispos.
A los representantes de los Medios de Comunicación Social, el saludo cordial y el sincero agradecimiento por su atención a esta Conferencia Episcopal, a lo largo de todo el año. Señoras y Señores.
PANORAMA ECLESIAL
A pesar de los problemas de toda índole que agobian a todos los que vivimos en este país, la Iglesia en Venezuela, como institución, goza de buena salud espiritual. La asamblea comienza con nueva fuerza del Espíritu. Está precedida por el encuentro de los diecisiete obispos de nuevo nombramiento, en el que durante tres días reflexionaron sobre su vocación y ministerio en las circunstancias actuales de la Iglesia y de la nación.
Por otra parte, el Jubileo de la misericordia se está viviendo con una sobria espiritualidad, en la línea de la conversión personal, pero con fervorosa participación, creatividad litúrgica y sentido de solidaridad en cada diócesis, parroquias y comunidades, y entre los diversos sectores de la Iglesia, Presbíteros, Religiosos y Religiosas, Movimientos laicales de apostolado, agentes de pastoral y fieles cristianos.
Ha venido en nuestra ayuda la reciente Exhortación postsinodal Amoris Laetitia (La alegría del amor) del Papa Francisco. Va siendo leída, estudiada y asimilada paulatinamente por los sacerdotes, los agentes de la Pastoral familiar, movimientos apostólicos e incluso por familias individuales y laicos
más comprometidos. Este documento ofrece una visión integral de la familia, fruto de una larga reflexión de toda la Iglesia, expuesta desde los ángulos culturales y sociales más diversos, pero sistematizada en los dos últimos Sínodos de la Iglesia. Es una visión que se fundamenta en la palabra de Dios y
en la tradición multisecular de la Iglesia, pero también en la realidad concreta de la situación familiar en cada continente. <<El camino sinodal –escribe el Papa en la introducción a la Exhortación- permitió poner sobre la mesa la situación de las familias en el mundo actual, ampliar nuestra mirada y reavivar nuestra conciencia sobre la importancia del matrimonio y la familia>>.
El mismo Santo Padre, con sabia pedagogía da como una clave que ayuda a leer el documento. Advierte con claridad: Esta Exhortación aborda, con diferentes estilos, muchos y variados temas. Eso explica su inevitable extensión. Por eso no recomiendo una lectura general apresurada. Podrá ser mejor aprovechada, tanto por las familias como por los agentes de pastoral familiar, si la profundizan pacientemente parte por parte o se buscan en ella lo que puedan necesitar en cada circunstancia concreta.
La Exhortación se compone de nueve capítulos. El Papa añade: Es probable, por ejemplo que los matrimonios se identifiquen con los capítulos cuarto y quinto, que los agentes de pastoral tengan especial interés en el capítulo sexto, y que todos se vean muy interpelados por el capítulo octavo. Espero que cada uno a través de la lectura, se sienta llamado a cuidar con amor la vida de las familias, porque ellas << no son un problema, sino principalmente una oportunidad >>
En otras palabras no es que la Exhortación tenga un capítulo más importante que otro sino, que todos constituyen un todo orgánico y plural como el cuerpo humano.
Francisco sitúa la Exhortación en el contexto del año jubilar de la Misericordia en el que adquiere un sentido especial. En primer lugar, porque el Papa la escribe como << propuesta para las familias cristianas, que las estimule a valorar los dones del matrimonio y la familia. En segundo lugar, porque procura alentar a todos para que sean signos de misericordia y cercanía allí donde la vida familiar no se realiza perfectamente o no se desarrolla con paz y gozo>>
Aunque Amoris Laetitia, la Alegría del Amor, es una propuesta del Evangelio de la familia, no se limita a los católicos sino que en ella cualquiera que busque descubrir la verdad y la belleza de la institución familiar podrá encontrar una respuesta amplia, sería profunda y realista a la complejidad de la vida familiar moderna. No es un texto teórico desconectado de los problemas reales de la gente.
El Papa, con toda la Iglesia, proclama y reafirma sin ambages que el matrimonio es la unión de un hombre y una mujer. Las uniones entre las personas del mismo sexo no se pueden equiparar al matrimonio cristiano.
La Exhortación rechaza la ideología de género como un pensamiento cerrado que defiende las diferencias entre el hombre y la mujer no son naturales sino resultado de una convención social, construcciones meramente culturales según los roles que cada sociedad asigna a los sexos. Una de sus consignas fundamentales es que << el hombre y la mujer no nacen sino que se hacen >>. En consecuencia, la homosexualidad es algo normal por lo cual no solo debe respetarse sino defenderse, protegerse y hasta privilegiarse. Es inquietante dice el Papa – que algunas ideologías de este tipo, que pretenden responder a ciertas aspiraciones, a veces comprensibles, procuren imponerse como un pensamiento único que determine incluso la educación de los niños.
Sobre esta difícil problemática oportunamente a través de las comisiones de Fe y Doctrina y de Familia.
La Exhortación es un documento Pastoral en el que destaca el reconocimiento a los diferentes esfuerzos, muchas veces erróneos o incompletos, por formar una familia estable, integrada por un padre, una madre y sus hijos. Aquí entra de lleno la orientación amplia y motivadora del capítulo VIII que lleva por título: ACOMPAÑAR, DISCERNIR E INTEGRAR LA FRAGILIDAD. Es aquí, en las situaciones familiares difíciles, donde los pastores hemos de conjugar en todas sus formas el verbo acompañar. << Nadie – dice el Papa- puede ser condenado para siempre, porque esa no es la lógica del Evangelio>>. Y continua: <> (277). El Papa, consecuentemente, hace mención de la <<lógica pastoral=”” de=”” la=”” misericordia=””>> (308).
Desde otro punto de vista, Francisco hace un llamado a una preparación más prolongada, mediante <> al sacramento del matrimonio y pide que la preparación inmediata no se concentre exclusivamente en los preparativos de la celebración social.
En Venezuela es urgente y obligatorio, dada la crisis económica, reducir los gastos en la celebración de la boda. Hay familias que por esos gastos de sus hijos quedan al borde de la quiebra o de la ruina. Es también nuestro deber pastoral orientar a Los novios o contrayentes y ayudarlos a entender que es más importante la preparación humana y espiritual que la mera celebración social.
PANORAMA NACIONAL
No me detendré a describir la situación del país, porque hoy constituyen una rara excepción los venezolanos que no sufren una dura realidad. A más de que el sistema que nos gobierna ya está agotado, los actuales gobernantes manifiestan incapacidad para solucionar los urgentes problemas del país.
Se observa claramente que los intereses del gobierno no son los intereses del país, de sus gentes y sus instituciones. La ingobernabilidad, aparte de la brutal represión, y la carencia de respuestas serias y estables, que superen la improvisación y la provisionalidad, provocan la percepción generalizada de que la crisis global se agudiza y se prolonga sin límites. Percepción que genera al mismo tiempo incertidumbre, desesperanza, depresión rabia y violencia social. Las ciudades de Cumaná y Tucupita, entre otras, han experimentado los efectos de las políticas económicas y sociales equivocadas y la indolencia de las autoridades. Pareciera que una nueva edición del <> se realiza por capítulos.
Un gobierno que no ha podido derrotar y dar alimentos y medicinas al pueblo, aún más, negado a permitir que instituciones religiosas o sociales presten su concurso para aliviar las penurias y dolencias del pueblo, carece de autoridad moral para llamar al diálogo y a la paz.
Un gobierno que durante diecisiete años y no ha podido, a pesar de todos sus recursos, controlar y dominar la delincuencia no está en condiciones de asegurar tranquilidad y paz a los ciudadanos. La sola represión, como la Operación de Liberación del Pueblo (OLP) no es el camino que nos conducirá a la paz.
El diálogo, del cual habla el gobierno, comienza por el reconocimiento de la gravedad de la situación en todos los órdenes y la manifestación de la voluntad mediante signos visibles, de querer cambiar positivamente o transformar la situación. El incremento del poder militar no solucionará los problemas éticos y sociales. Un diálogo político sin metas precisas, sin fases definidas y sin resultados previstos es inútil.
La locura del poder y la permanencia en el poder no justifican cualquier acción ni cualquier política. Estamos los venezolanos ante una disyuntiva moral, pues no podemos admitir ni permitir que la vida humana ceda el puesto a la divinización de la ideología. Cuando se da una situación así, hay que recurrir al poder originario que está en el pueblo. Consultarlo y acatar su decisión es un imperativo moral que no puede ser soslayado por ninguna autoridad. El Referéndum Revocatorio comenzó prácticamente el 6 de Diciembre.
Las inquietudes de la población venezolana son compartidas en estos momentos por muchas instancias nacionales e internacionales. En un mundo globalizado no podemos declararnos ajenos a ellas, aduciendo soberanía e independencia. Es una verdad ética que la democracia en Venezuela está resquebrajada, y quienes tienen la obligación de oír y concertar con todos los sectores no lo están haciendo. Tampoco se puede dialogar si no se reconoce en primer lugar la existencia y paridad del otro. Ignorarlo o eliminarlo agrava más la situación.
Los Obispos no somos ni oficialistas ni opositores. En nombre del mandato divino de pastorear a todos, a los unos y a los otros, hacemos un llamado para evitar que se siga deteriorando la vida del venezolano y no caigamos en una espiral de odio y muerte, cuando existen mecanismos pacíficos y constitucionales que ofrecen una salida legítima a la crisis. Nosotros no somos profetas del desastre. Somos pastores y profetas de la esperanza.
Como miembros de la Iglesia hacemos un llamado en este año de la misericordia al encuentro, al perdón y a la reconciliación. Ofrecemos nuestros buenos oficios para facilitar canales de diálogo. Agradecemos a los mediadores internacionales de un dialogo entre el gobierno y la oposición para la paz. Es necesario reconocer los errores. Es necesario corregir las fallas. Es necesario abrirse a la creatividad en la que quepamos todos sin distingo de ninguna clase.
Como tarea urgente, ratificamos públicamente nuestra solicitud de que se permita la entrada de medicamentos que necesitan muchos venezolanos urgidos de una atención sanitaria de altura. La capilaridad de Cáritas de Venezuela y la cooperación de instituciones privadas, y no de entes gubernamentales, nos hace capaces de recibir y distribuir adecuadamente las muchas ofertas que recibimos a diario del exterior. No es la solución definitiva pero sí es un paliativo que no debería esperar más.
Ruego al Padre misericordioso e invoco la protección de María de Coromoto a fin de que estas reflexiones que expresan el sentir no solo de la Conferencia Episcopal sino del y el anhelo de la inmensa mayoría del pueblo venezolano, que espera una solución pronta y definitiva, a la crisis que vivimos, encuentren un camino pacífico y democrático.