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Apagones

apagones

Antonio Pérez Esclarín

En mi casa estamos sufriendo un promedio de diez o doce apagones diarios. La situación resulta insoportable, estresante. Uno vive en una zozobra permanente sin saber cuándo llegará el próximo apagón o si será momentáneo o de larga duración. Ya se me ha quemado la unidad de un aire acondicionado y de una nevera. ¿Quién me responderá por ellos?   Dados además los altos precios y la miseria de nuestros sueldos, me ha sido imposible arreglarlos. ¿A quién culparán ahora? ¿A una iguana, un zamuro, al fenómeno del Niño o de la Niña? ¿Al binomio Trump-Borges? Para justificar los apagones y el racionamiento del año pasado nos decían que se debían a que la represa de Guri estaba en el nivel mínimo, y ahora que está desbordada ¿qué explicación nos dan?

El problema con la electricidad es expresión del colapso general del país. Después de 18 años de intentar construir un mundo nuevo, un socialismo igualitario y eficiente y de haber malgastado miles y miles de millones de dólares, nada funciona. El aparato productivo está por los suelos;  las fincas expropíadas sólo producen lástima;  las empresas estatizadas dan pérdidas;  batimos el récord mundial en inflación,  inseguridad y tal vez en corrupción;  aumenta el hambre y la escasez;  no se consiguen bolívares y muchísimo menos dólares;   volvieron enfermedades hace años erradicadas;  la gente se muere por falta de medicinas;  calles y carreteras parecen salidas de un bombardeo;  los basureros son los comedores de muchos;  la internet es la más lenta del continente;  viajar está resultando una aventura impredecible: varias líneas aéreas internacionales se han marchado del país y cada día disminuyen  los vuelos nacionales. En cuanto a la puntualidad, eso sólo depende de la suerte: varias veces me ha tocado esperar hasta ocho o diez horas en el aeropuerto, y en mi último viaje a España, hace ya tres años, la espera fue de cinco días…

Cuando los del Gobierno presentan los logros: hablan del número de pensionados, algo que en principio parecería maravilloso ¿pero para qué les sirve a los viejitos esa pensión de bolívares devaluados, que no les alcanza ni para comprar las medicinas y que con frecuencia no consiguen efectivo en los bancos después horas de espera? Nos hablan también de educación de calidad, la cual nunca han podido demostrar. Además, aumenta la deserción escolar, los útiles escolares están por las nubes, y en estos años han construido muy pocas escuelas nuevas. Por si fuera poco, improvisan reformas y contrareformas, sin verdadero diagnóstico y sin analizar si son posibles las propuestas que pretenden implementar. Por eso, en educación impera la improvisación y el desconcierto. Nos hablan también de los enormes beneficios de la Gran Misión Vivienda, pero ¿qué trabajador o profesional puede aspirar a una vivienda propia mediante su trabajo y esfuerzo? ¿No hubiera sido preferible abrir muchas fuentes de trabajo, pagar bien a los trabajadores para que todos pudiéramos aspirar a una vivienda digna sin tener que esperar que nos la regalen?

Juro ante Dios que, mientras escribía este artículo, fue interrumpido dos veces por dos apagones distintos. El primero momentáneo pero suficiente para apagarme la computadora. El segundo duró una hora y siete minutos.

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