Francisco de Roux SJ
Colombia
En este país católico, atrapado en los odios de la guerra, para muchos es horrible hablar de paz, fruto precioso del amor verdadero; y Pablo dice que sin este amor no estamos en nada y nuestro cristianismo es falso.
“El amor acepta a los demás, sirve a los demás, no tiene envidia”, dice Pablo.
Y nosotros excluimos a los demás, servimos solo a nuestra felicidad individual, tenemos envidia de las riquezas y el poder de los otros.
“El amor no es orgulloso ni creído; no desprecia a nadie, ni es egoísta”. Y nosotros buscamos estatus para mirar por debajo a los que no tienen el apartamento o el carro nuestro. Egoístas, nos cuesta compartir la ciudad con los pobres que son inseguridad para nuestros barrios.
“El amor no se carga de rabia, no lleva cuentas del mal”. Y nosotros cultivamos la venganza y exigimos que los que hicieron secuestros, desaparecieron o mataron, la paguen con un sufrimiento por lo menos igual al que nos causaron.
“El amor no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad”. Y nosotros celebramos la propiedad de la tierra que compramos, sin preguntar cómo llegaron a vendernos lo que fue arrebatado con sangre a los campesinos; y con terror a la verdad pagamos testigos falsos que monten certezas jurídicas contrarias a la verdad.
“El amor perdona sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites”. Y nosotros nos resistimos al perdón. Este perdón que es acto libre. Personal. Que se da sin condiciones. Que significa libremente renunciar a la venganza y al odio. Que ofrece al victimario una mano de hermano. Perdón que se da a todos: guerrilleros, paramilitares y militares. Que no renuncia a la verdad, que no renuncia a la reparación, ni a la justicia transicional propia de una nación donde todos fueron atrapados en la guerra. Perdón que Dios nos regala a todos. Perdón necesario para que en Colombia haya paz.
Ese es el amor de la Epístola de Pablo. Un amor magnánimo que acaba con todos los temores y se abre a la paz. Jesús predicaba este amor, y sus paisanos se escandalizaron, y lo iban a tirar a un abismo, en el episodio que se lee también hoy en el Evangelio de Marcos.