Jesús María Aguirre
Me asombra la infantilización de la juventud que están logrando nuestros mandatarios. Todas las narrativas se basan en el victimismo. Si bien, nadie quiere ser una víctima, todos quieren haberlo sido, nos dice Todorov, porque el “haber sido una víctima da derecho a quejarse, a protestar y a exigir a todas horas; salvo en el caso de romper cualquier clase de relación, quienes rodean a la supuesta víctima están obligados a ceder a sus pretensiones”. Desde la colonización española, la explotación imperialista, la ola de magnicidios presidenciales, la guerra económica, el golpismo, el vilipendio del gobierno colombiano… y pare de contar, este gobierno pretende seguir gozando de la atención mundial con la seguridad de permanecer en el poder aprovechándose de todos los recursos y prebendas de su anclaje permanente en el poder.
Como somos víctimas del imperialismo, no hay que correr el riesgo de unas elecciones, que son un ardid de la burguesía; como no se reactiva la producción, la culpa proviene de la burguesía conspiradora; como la población está descontenta, la responsabilidad es de los medios de comunicación, que confunden al pueblo todavía no concientizado (digamos domesticado); como el país se descompone, hay que buscar a los cabecillas de la oposición que sabotean el sistema institucional desde una Asamblea en desacato. El miedo a la libertad ha inoculado las entrañas del gobierno y cualquier arbitrariedad se justifica con alguna amenaza inminente y ficticia.
En resumen, ante el peligro del hombre responsable y emprendedor, el régimen está creando una generación de jóvenes infantilizados, para quienes es más ventajosa la posición de víctima permanente que la del héroe que defiende su dignidad y lucha por su autonomía. ¡Joven levanta tu frente!