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Adviento: despertar a un nuevo ciclo histórico

EXTRA_martes14_Associated Press

Por Alfredo Infante, SJ

El 10 de diciembre celebramos el Día Internacional de los Derechos Humanos. También estamos en el Adviento 2021 y cerrando el año que la Iglesia ha dedicado a san José. ¿Cómo poner a dialogar estos tres acontecimientos, hoy, en Venezuela?

Los venezolanos estamos inmersos en una crisis sistémica de derechos humanos resultado de la ausencia del Estado de derecho. Este hecho deja a la población en una situación de absoluto desamparo, que expresa muy bien Guillermo Tell Aveledo en entrevista concedida a la revista SIC:

“¿Han empeorado la pobreza y la desnutrición? Sí. ¿Ha empeorado la inseguridad sanitaria y la precariedad laboral? Sí. ¿Se han corregido los abusos de poder administrativo, judicial o policial? No. ¿Han desmejorado los índices de escolaridad y capacidad cognitiva? Sí. ¿Hay confianza en las instituciones? No. ¿Hay menos corrupción? No. ¿Se ha revertido la dinámica migratoria y el envejecimiento de la población? No. ¿Protegemos nuestros recursos naturales y adaptamos nuestras vidas a un futuro ambientalmente sostenible? No. ¿Hay seguridad e integridad del territorio? No.

Hemos retrocedido en el esfuerzo de décadas anteriores en atender los daños que esas asimetrías políticas, jurídicas, sociales, económicas, que el abuso, reproduce a todo nivel, y estamos en riesgo de hacer esos daños irreversibles”. [1]

La evidencia de este estado de impunidad e injusticia estructural es que, después del cierre del examen preliminar, en este último trimestre de 2021, la Corte Penal Internacional (CPI) ha decidido abrir una investigación al Estado venezolano por supuestos crímenes de lesa humanidad. Venezuela es el primer país de las Américas que ingresa a la vergonzosa lista de países con investigación abierta en la CPI. La cara positiva de este hecho es que la constancia y los esfuerzos sostenidos de la sociedad civil organizada, especialmente, los de las ONG de derechos humanos, han tenido un importante impacto a nivel internacional, que, ojalá redunde en el restablecimiento del Estado de derecho en nuestro país.

Adviento es un tiempo de esperanza. Y la esperanza es una fuerza interior que se crece en la adversidad y es capaz de despertar posibilidades de vida donde pareciera que todo está perdido; la esperanza es fuerza creadora que abre la historia humana, como nos lo recuerda Jeremías 33,15: “en esos días haré nacer un nuevo brote de David que ejercerá la justicia y el derecho en el país”, se trata de una construcción colectiva, un acuerdo, que restablezca el Estado de derecho y haga posible la justicia. El Estado de derecho y justicia que nos coloca en el camino de la fraternidad “no vuelvan al miedo, ustedes no recibieron un espíritu de esclavos, sino de hijo, que permite gritar: Abba!” (Rom 8,15)

Pero, entrar en un nuevo ciclo histórico, implica no sólo una transformación del sistema político, sino, sobre todo, de la cultura política, de los hábitos, de los modos de producción, de la convivencia. Se trata de un cambio de paradigma para pasar de mero habitante a ciudadano, es decir, sujeto de deberes y derechos. En definitiva, necesitamos estar abiertos a un cambio de paradigma y decidir en consecuencia.

Es aquí donde la figura de San José nos resulta emblemática. Si algo lo caracterizó fue su flexibilidad para el cambio, para entrar en una novedad tanto existencial como histórica. Nos cuenta el evangelista Mateo (1,18-22) que ante la noticia de que María estaba encinta, José —hombre justo y recto, dentro de la cultura patriarcal judía—, había decidido despachar a María, pues era embarazosa y escandalosa esta situación dentro de los límites de una cultura patriarcal. Su fe estaba condicionada por la Ley. Pero, en sueño, en lo más íntimo de su conciencia, se encontró con el ángel, quién le iluminó la mente y el corazón, y despertó con nueva visión, acogió a María y al niño tomando una decisión escandalosa en el marco de una mentalidad patriarcal, pero favorable a la mujer y al niño.

Podríamos decir que José se acuesta con una visión condicionada por la ley patriarcal, donde la mujer y el niño no cuentan, y despierta en Dios, como hombre de fe, de espíritu, con una nueva visión donde la dignidad de la mujer y del niño son centrales. De esta manera, la familia de Nazaret nos introduce en un nuevo paradigma de respeto e inclusión, donde por la gracia de la fe, José pasa de ser patriarca a compañero de camino. La familia de Nazaret irrumpe como una novedad histórica, de corresponsabilidad, comunión, sinodalidad.

En síntesis, estamos viviendo una crisis sistémica de derechos humanos y, en medio de la adversidad, nos mantenemos resilientes, trabajando con esperanza por el advenimiento de la justicia y el derecho, y para ello necesitamos flexibilidad y apertura al cambio, porque un nuevo ciclo histórico exigirá de nuestra parte nuevos paradigmas de relación, un despertar en Dios para que, como San José, seamos capaces de resignificar y abrir la historia a la novedad de la fraternidad.


Nota:

(1) Revista SIC #835. Septiembre-octubre 2021. Pág. 209

Fuente:

Boletín del Centro Arquidiocesano Monseñor Arias Blanco del 03 al 09 de diciembre de 2021/ N° 127. Disponible en: https://mailchi.mp/b05e0db913f9/signos-de-los-tiempos-n-127-03-al-09-de-diciembre-de-2021

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