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Edificio Centro Valores, local 2, Esquina de la Luneta, Caracas, Venezuela.

A trabajar

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Foto: Archivo Web

Por Gonzalo Oliveros 

En el curso de los años, los venezolanos hemos venido a Colombia con distintos objetivos.

Creo que la primera vez que lo hicimos en grupo fue en 1819 acompañando al Libertador. Para ayudar a los colombianos en su lucha de independencia y desde este país liberar a Venezuela, Ecuador, Perú y fundar Bolivia.

En la primera mitad del siglo 20, como consecuencia de las dictaduras que asolaron Venezuela, nuestra dirigencia política aquí recaló. De allí que una de las obras políticas venezolanas de mayor importancia, el “Plan de Barranquilla”, en esa ciudad costera lo pensaran y aprobaran, para servir de guía después a la conducta de los demócratas venezolanos.

Luego vinimos como turistas. A conocer el país y disfrutar de sus bellezas. Finalmente, gracias a “la revolución” hemos llegado como migrantes o refugiados, a trabajar. Así de simple.

Recientemente, tal como señalé en barra previa, fui expositor en la Universidad Autónoma de Bucaramanga. Sus profesores organizaron un evento sobre el tema migratorio. Su alumnado presentó treinta y un cortometrajes sobre el tema. De ese número siete fueron finalistas. Con ocasión de esa final fue mi conferencia. La única del programa.

Explicaron los organizadores que con ocasión del congreso sobre migración que la universidad organizó en Bogotá el pasado mes de noviembre conjuntamente con la Fundación Norte Sur, les llamó a ellos la atención el enfoque novedoso de Asovenezuela respecto de la migración. Que esta no es un problema sino una oportunidad.

Uno de los cortos presentados lo protagonizó en exclusiva un niño migrante venezolano, de cuatro años. Está en Bucaramanga con su mamá y su padrastro.

Habló él de su casa en Venezuela. Grande. Con cuarto y baño. Extrañó en su diálogo a su papá y su abuela quienes están allá.

Una de las cineastas le preguntó qué a que había venido a Colombia. Con ingenuidad, pero también con soltura ese niño, afirmó, sin titubear que “a trabajar”. Creo que por la sorpresa élla le dijo que era niño y el agregó “cuando sea grande”.

Ese niño debería estar en Venezuela, con toda su familia. Jugando. Permanentemente. No sometido a la incertidumbre que genera para todos, la migración humanitaria. Pero él, con su afirmación, ratifica lo que hemos afirmado de manera rotunda: Los venezolanos de estos últimos años vinimos a Colombia a trabajar. Sólo a eso.

Tendremos que cambiar allá las cosas para que él y otros como él no piensen en trabajar. Que solo lo hagan en jugar.

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