Luisa Pernalete
El 30 de noviembre del año 1981 la Asamblea General de la Organización de la Naciones Unidas, decidió dedicar un día a Fortalecer los ideales de paz de cada nación y cada pueblo”, consciente de que la promoción de la paz es esencial para el pleno disfrute de todos los derechos humanos. En el 2014 año, dado que se conmemoran los 30 años de la Declaración del Derecho de los pueblos a la Paz, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon ha hecho un llamado a trabajar por un mundo sin armas. Buen llamado ese en un momento en que miles de personas están sufriendo a causa de conflictos bélicos abiertos. La llamada es a los que venden y a los que compran armas.
En la misa dominical debemos acordarnos de los niños de la franja de Gaza, los de Israel, los de los de Ucrania, los de Siria, de todos los perseguidos por fanáticos que matan porque el otro cree en algo distinto. Venezuela no tiene un conflicto bélico, pero sí sufre de una guerra asimétrica, ¿o qué otro nombre le podemos dar al toque de queda en el que viven muchas comunidades populares, en las cuales unas bandas violentas deciden cuándo transitar y dónde hacerlo? Motorizados o a pie, se han apoderado de vías y espacios públicos, sin contención. Ya se sabe que en este país se puede morir en pañales. Ningún lugar es seguro. ¿no es como una guerra? Hay armas, muchas armas, y hay muertos, muchos muertos.
Pues precisamente por este mundo inundado de armas que matan, es que dedicar un día a expresar los deseos de paz se vuelve importante. Deberíamos cantar en un gran coro “Imagine”, de John Lennon, la canción que se ha convertido en el himno de este día: “Tú puedes decir que soy un soñador/pero no soy el único/ espero que algún día te nos unas/ y el mundo viva como uno sólo”, dice una estrofa de Imagine.
Aunque me digan soñadora, yo me uno a esa aspiración de paz, sabiendo que ni en el resto del mundo ni en este país la paz no vendrá sólo con desearla, hay que trabajar duro y sin descanso, pero si no se desea, si se considera que es mejor la confrontación permanente, las palabras que hieren como disparos, las amenazas que inyectan miedo para producir parálisis en el adversario, incluso en el que piensa diferente, si se eligen procedimientos violentos para resolver problemas, la paz será solo una canción. La paz también es producto de una elección.
“I imagine all the people/living life in peace”, “Yo imagino a todo el mundo viviendo en paz”. Ni usted ni yo somos Ban Ki-moon, ni presidentes de ninguna nación, pero seguro que algo podemos hacer para que al menos en nuestro entorno se construyan espacios de convivencia pacífica que nos animen a pensar que hay sueños posibles. ¿Qué dice? ¿Se une usted? Ya somos dos.