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A convivir en paz se aprende 

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Por Luisa Pernalete

Paz no es solo “ausencia de guerra”, es también –y sobre todo– poder convivir en paz. Y a convivir pacífica y fraternalmente se aprende. La cuarentena prolongadísima ha disparado los problemas en los hogares y ha aumentado la violencia intrafamiliar. La pandemia va a seguir, por eso necesitamos herramientas para llevarnos mejor en el hogar y con los que nos relacionemos. Presento las erres para convivir en paz.

Una vez, una señora que había hecho el curso de Madres Promotoras de Paz ofrecido por Fe y Alegría comentó cómo, siguiendo lo aprendido en el mismo, había mejorado la convivencia en su casa. Y es que a convivir en paz se aprende, así como se aprende también a comportarse de manera violenta. Veamos qué puede ayudar a enseñar a convivir fraternalmente en el hogar, más ahora en un tiempo de cuarentena prolongadísima, en la cual, según especialistas, se ha disparado la violencia intrafamiliar.

Lo primero es reconocer nuestras emociones y sentimientos, ponerle nombre y saber administrarlos. El miedo se suele disfrazar de rabia y puede hacer que reaccionemos como cuando hay un corto circuito. Entonces añadamos a esta primera “erre” la de reflexionar, pensar un poco antes de actuar. ¿Qué estamos sintiendo?

Respeto al otro, que pasa por reconocer que el otro –la pareja, el hijo, la vecina, el compañero de trabajo– merece respeto, y no debe ser maltratado, insultado, ni ignorado. Ese respeto al otro también pasa, entre otras cosas, por poner atención si nos hablan, escuchar con atención y no meramente oír, dejar el celular o la computadora si nos están hablando, por ejemplo.

Reglas claras en el hogar. Mejor si las mismas son discutidas antes de ser “aprobadas”. Si los hijos tienen clases presenciales solo una o dos veces a la semana, con más razón hay que establecer esas reglas, esas rutinas. Estas reglas deberían incluir cómo se distribuirán las tareas de la casa, no tienen por qué tocarle todas o la mayoría a la mamá.

Relájese, cuente hasta 10 o hasta 20 si tiene mucha rabia o mucha angustia. Respire profundo. Unas 10 respiraciones profundas, inhalando por la nariz y exhalando por la boca, ayudan mucho, incluso hágala cada día antes de comenzar sus actividades habituales, sosteniendo unos 4 segundos el oxígeno antes de botarlo, de manera que llegue a todas sus neuronas. Si lo hace varias veces al día mejor todavía, no tiene que estar enojado para hacerlo, algún ejercicio de relajación cada hora u hora y media de trabajo –sea cual sea su empleo– ayuda a sus relaciones en casa. Enseñe a sus hijos a hacerlo también. Aunque al principio se rían un poco.

Recrearse, descanse pues. Hay que mantener el equilibrio entre el trabajo, incluso en el trabajo doméstico, y el descanso. Bailar en un momento del día ayuda, pero el fin de semana debe desconectarse del trabajo, insisto, sea cual sea su trabajo, y si es en familia, mejor. Un juego de mesa, algo de deporte, caminar… Conozco una familia que cada sábado en la tarde hace unas cotufas y se reúnen a ver una película, elegida de común acuerdo. Cero celulares, cero computadoras. Si la película es cómica, mejor.

Reír y sonreír. La risa tiene un valor terapéutico, no se trata de ser cómico, se trata de reír, así sea usted frente a su espejo. Después de lavarse la cara y limpiarse los dientes, sonría de manera forzada unos 4 segundos y verá que termina sonriendo naturalmente, si necesita más de eso, pues… acuda a un especialista porque está usted mal jaja. Ayúdese, si están en grupos de What’sApp, con esas personas que suelen hacernos el favor de mandar su dosis de humor a media mañana. Yo tengo 3 que me ayudan con eso, me río de buena gana y los reenvío. Si no le han mandado el suyo, recuerde alguno. Funciona. Y haga reír a otros.

Reconozca lo positivo que hacen los demás. Ese dibujo tan lindo que hizo el hijo pequeño, lo bien que quedó la mesa después de limpiarla, o el cuarto después de acomodarlo. La gente que sabe de “psicología positiva” insiste en que es más efectivo el reconocimiento positivo que el negativo. Le invito a entrar en la AAM: Asociación de la alabanza mutua –alabanza, no adulación– y verá cómo se contagia.

Reclame sin pelear, sin ofender. Convivir pacíficamente no supone para nada que usted se deje vulnerar sus derechos, saber hacer un reclamo es una habilidad muy importante. Cuide las redes sociales, hay mucho insulto en las redes, no se una usted a esos insultadores. Recuerde lo que decía Gandhi: “para brillar con luz propia no hace falta apagar la del otro”.

Resuelva los conflictos por vía pacífica. Hay maneras, se lo resumo en estas 6 palabras: cálmese, converse, confíe, comprométase y caminen juntos.

Reconcíliese, que supone antes perdonar, pedir perdón o perdonarse a usted mismo. Si no está esa persona a la que usted quiere perdonar o quiere pedir perdón, hágalo en privado hasta que pueda hacerlo directamente, pero no se quede con esa herida abierta. Perdonar sana. Tal vez no llegue a la reconciliación, pero en casa hay que practicar el pedir perdón y el perdonar.

Rece, aunque sea un Padrenuestro cada noche o cada mañana, y si es en familia mejor. Enseñe a sus hijos a orar, a dar gracias por tantas cosas, a pedir por otros, por los enfermos, por los que no tienen su pan de cada día, por los pueblos que sufren…

Padrenuestro que estás en la Tierra/
en un mundo que vive angustiado/
que tu reino sea santificado/
y con tus manos seamos consolados//

En fin, practique estas erres en su casa. No se olvide que de 0 a 7 años los niños aprenden por imitación y casi que hasta los 12.

Necesitamos un vivir en paz, tenemos muchas cosas por las cuales preocuparnos que no dependen de nosotros, pero convivir en paz si depende de usted.

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