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A 30 años del “Golpe y las lecciones no aprendidas”

lunes31_EFE

Por Israel David Velásquez s.j.

El 4 de febrero de 1976, en el “Collegè de France”, una de las principales universidades de Francia –aquel país donde se desarrolló uno de los estallidos más importantes de la historia de la humanidad, la Revolución Francesa–, un profesor llamado Michel Foucault impartía una clase donde les enseñaba a sus alumnos sobre los conceptos de guerra y soberanía según Thomas Hobbes. Les hablaba sobre la relación entre vencedores y vencidos, fuertes y débiles, además de distinguir entre la guerra y la conquista.

Situándonos 16 años después en Venezuela, el 4 de febrero de 1992 (4F), unos militares que decidieron optar por la vía de la fuerza, citando al padre Luis Ugalde (1993), “se sintieron autorizados a decirle al país, con hechos, que de la boca de su fusil saldrían todas las decisiones deseadas”. En relación a ese golpe de Estado, el 15 de febrero de 1992 salía publicado un artículo del sacerdote jesuita titulado “El golpe y las lecciones no aprendidas”. Hoy, 30 años después, Venezuela sigue gobernada por el proyecto político que lideró y terminó de constituir el expresidente Chávez, luego de aquella intentona golpista.

Con alivio, Ugalde resaltaba en su artículo que el golpe había fracasado y ello nos había librado de ver “una macabra película” con

[…] centenares de muertes, cárceles, estadios y cuarteles repletos con miles de detenidos, juicios sumarios, fusilamiento arbitrario, numerosas familias arrastradas al exilio interno de su pensamiento. El bolívar estaría avanzando aceleradamente en su caída, los préstamos internacionales congelados, el país aislado de los créditos y financiamientos internacionales, tal vez sometidas al boicot nuestras ventas petroleras.

Actualmente, pareciera que el guión de esa macabra película no dependía del golpe de Estado, sino de sus protagonistas. Solo unos días después del 4 de febrero, Ugalde no contaba con que, años después, esos mismos golpistas llegarían al poder a través de la vía electoral, añadiendo tal vez un tinte más dramático al filme aquel del cual parecía haberse “salvado” el país. No obstante, advertía que el pueblo se permitió pensar que los líderes de la intentona golpista tenían razón y se les dejó la puerta abierta por si querían volver, y lamentablemente volvieron.

Volvieron por lo que Foucault explicaba a sus alumnos en 1976: “¿Qué sucede si los vencedores de la guerra dejan vivos a los vencidos? Pueden ocurrir dos cosas: se vuelven a sublevar o aceptan obedecer y trabajar para los otros”. Los golpistas del 4F quedaron vivos en el corazón de millones que pensaban que la realidad política y económica era insostenible y que debía cambiar de manera radical. Quedaron vivos en las políticas públicas y en las medidas que no se tomaron a tiempo para revertir la situación política y económica que se vivía en el momento, y que ya había advertido que se estaban agotando en febrero de 1989. Quedaron vivos en la esperanza de algunos y en el cansancio de otros.

La respuesta ante el malestar social es una de las lecciones no aprendidas que presentaba Ugalde. El Caracazo había avisado el malestar social que se vivía, mientras que para el presidente de turno, Carlos Andrés Pérez, “el 27 de febrero no fue un hecho que tuviera que ver con su Gobierno”, esas palabras son una pequeña muestra de que el Gobierno del momento realizó una lectura desacertada de las protestas históricas de 1989. El pueblo no fue escuchado y eso fue “como combustible preparado para la hoguera”. El resultado más doloroso del Caracazo, fueron las muertes y las llamadas “fosas comunes” que tanto se le cuestionó al gobierno de Pérez.

Sin embargo, los venezolanos no esperaban que aquellos que se presentaron como alternativa en aquella ocasión terminarían intentando llevar al país, y muchos sueños de los venezolanos, a una fosa común donde abunda la resignación y la incomprensión a causa del precario funcionamiento y acceso a los servicios básicos, la crisis económica, la desigualdad social, las irregularidades en el sistema electoral, la falta de liderazgo alternativo y el destierro de millones de venezolanos a causa de la migración.

Volviendo a la clase de Foucault sobre Hobbes, él explicaba la relación entre guerra y conquista. Recurría al Leviatán, para concluir que “el rey con la espada en alto y la cruz en la mano, pensaba bien”. Los militares golpistas parecían saber lo que estaban haciendo con el fusil en la mano; sin embargo, cuando les tocó asumir el poder a ellos, primero con Hugo Chávez y luego con Nicolás Maduro, quedaron en deuda. Se dieron cuenta de que gobernar un país no es tan fácil, que hay que convivir con los tiempos cambiantes de la economía y que el pueblo no es ingenuo ante la corrupción.

Al igual que los gobiernos del bienio AD-COPEI, pero de manera más cruel, han llevado al extremo la represión, la censura y el control de las instituciones. Fueron de a poco con medidas económicas y políticas conduciendo al país a un gobierno totalitario. Así como Carlos Andrés Pérez distanció a su Gobierno de la crisis del país, los de Chávez y Maduro han ignorado el malestar social y han querido maquillar la realidad tan compleja que vivimos. El proyecto político que se hace llamar “Revolución bolivariana”, que inició con las armas, se ha dado cuenta que difícilmente sin coacción pueden mantenerse en el poder, razón por la cual han utilizando como herramientas fundamentales la represión y la censura para gobernar –o someter– al país desde hace 23 años… Una vez más nuestros gobernantes nos han decepcionado.

La lección que seguimos sin aprender, es creer que la vida política solo se lleva a cabo cada 4 o 6 años cuando se convoca una elección o los días que amanece de golpe y nos despertamos abruptamente de un sueño profundo de apatía. Un ejemplo reciente fueron las elecciones regionales en Barinas, que para algunos significó un hito que puede despertar la participación democrática de cara a la posibilidad de convocar un referéndum revocatorio este año contra el gobierno de Maduro. Por otro lado, vamos observando como la justicia internacional va tomando cartas en el asunto con relación a la corrupción y otros delitos; por ejemplo, el caso de Alex Saab algunos lo celebran como un “avance” hacia la salida del Gobierno de Maduro. Ambos escenarios tienen un mismo fin, paradójicamente no todos quienes persiguen ese mismo fin van juntos, y allí viene la lección complementaria a la primera: lograr la unidad.

En Venezuela, hoy se está cumpliendo el escenario que Foucault presentaba a sus alumnos donde el “más fuerte, bueno el que es un poco más fuerte sabe que pese a todo puede ser más débil que los demás, sobre todo si el más débil utiliza su astucia, la sorpresa y la alianza”. Ahora bien, falta que el más débil se crea que no está tan lejos de ser tan fuerte como su vecino. La “Revolución bolivariana” no es invencible, en los últimos años hemos visto cómo se va desmoronando de a poco. Sin embargo, la apatía, la ausencia del sentido de pertenencia con la lucha democrática y la falta de unidad le sigue dando vida al gobierno de Maduro.

Me permito concluir con Foucault, quien recuperaba el concepto de “estado de guerra”, señalando que la guerra no consiste únicamente en una batalla o combate en concreto, sino “en el tiempo donde se manifiesta la voluntad de hacer la guerra”. En estos años de lucha por recuperar el país no ha habido ningún esfuerzo en vano: participación electoral, abstención, protestas, boicots, todas –de alguna manera– han debilitado al Gobierno, aunque siempre ha faltado lo que más nos cuesta: reconocer y comprender que el país se construye a diario y en unidad.


Fuentes consultadas:

  1. Ugalde Luis (1993) Cambio y Sociedad en Venezuela. Artículos aparecidos en la prensa escritos por Luis Ugalde, S.J. Rector de la UCAB. Editorial Texto, S.R.L Caracas Venezuela.
  2. Foucault Michel (2008) Defender la Sociedad Curso en el Collegé de France (1975-1976) Fondo de Cultura Económica de Argentina S.A. Buenos Aires Argentina.
  3. Hernández Ramón y Giusti Roberto (2007) Carlos Andrés Pérez: memorias proscritas. Editorial CEC, S.A. Caracas Venezuela.

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